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30.11.09

El amor propio y la obra bien hecha



La anécdota me la refirieron como verdadera. El paso del tiempo ha limado algunos detalles. Sucedió hace muchos años. Una mujer, tras arduas investigaciones, fue acusada de un horrendo crimen. En la consigna de una estación de ferrocarril, llamó la atención una maleta que nadie retiraba. Dentro de la maleta había un cadáver. Un cadáver de hombre. Bien troceado.
La sospechosa estaba siendo interrogada, pero pasaban las horas y no conseguían nada. Cualquiera diría que era inocente, aunque resultara extraña la frialdad con que afrontaba la situación. A pesar de la presión, la mujer no dejaba el más mínimo resquicio por donde sembrar la inseguridad en su ánimo. Los interrogadores estaban desanimados. No conseguían nada. Empezaron a creer que podía ser inocente. Pero cuando estaban a punto de desistir, el inspector encargado del caso tuvo una idea loca. Empezó a alabar el buen hacer del asesino, su laboriosidad (¡trocear un cadáver no es moco de pavo!), la osadía de dejar la prueba del delito en lugar visible... Y cuantos elogios se le ocurrían, dictados por años de experiencia en los que había visto tanto criminal desmañado, atolondrado... tanta desidia cruel en el mal... El inspector cortó el interrogatorio:
-¡Dejadla! Ésta -y arrastraba las palabras al hablar- no es capaz ni de matar a una mosca.
El muro se derrumbó. La mujer, furiosa, se abalanzó contra el inspector:
-¿Que no? ¿Que no soy capaz? Yo... yo solita... con estas manos... -clamaba, mientras se deshacía en alaridos...

Su amor propio no resistió la duda.

29.11.09

*Estelas, epitafios (y 2: modernos)





Escrito con sangre        
No podemos más. Nos hemos comido nuestros caballos, nuestros pájaros, ratas y mujeres. Y seguimos hambrientos.
Los sitiadores, que tapan las troneras, son más de cuatro miríadas; nosotros, menos de cuatrocientos.
Ya no podemos tensar el arco ni alzar la voz para injuriarlos; solamente nos cabe rechinar las mandíbulas, con el deseo de morderles.
*    *    *
Verdaderamente, no podemos más. Que el Emperador, si se digna leer estas líneas escritas con nuestra sangre, no tenga reproches para nuestros cadáveres-
Pero que no evoque nunca nuestros espíritus, pues queremos convertirnos en demonios, y de la peor especie:
¡Para siempre morder y devorar a estas gentes! 
__________________
ÉCRIT AVEC DU SANG
Nous sommes à bout. Nous avons mangé nos chevaux, nos oiseaux, des rats et des femmes. Et nous avons faim encore.
Les assaillants bouchent les créneaux. Ils sont plus de quatre myriades; nous, moins de quatre cents.
Nous ne pouvons plus bander l'arc ni crier des injures sur eux; seulement grincer des mâchoires par envie de les mordre.
*     *     *
Nous sommes vraiment à bout. Que l'Empereur, s'il daigne lire ceci de notre sang, n'ait point de reproches pour nos cadavres.
Mais que'Il n'évoque point nos esprits: nous voulons devenir démons, et de la pire espèce:
Par envie de toujours mordre et de dévorer ces gens-là!
VICTOR SEGALEN (1871-1919), Antología. (El poema pertenece al libro Stèles/Estelas, del que Manuel Álvarez Ortega publicó una versión en Visor, Madrid, 1974.) Versión de Leopoldo Azancot. Plaza & Janés, Barcelona, 1973.     
    
Robert Davidson
Crecí espiritualmente nutriéndome del alma de la gente.
Si veía un alma fuerte
la hería en su orgullo y devoraba su fuerza.
Los refugios de la amistad conocían mi astucia,
porque cuando podía robar a un amigo lo hacía.
Y toda vez que lograba ensanchar mi poder
socavando una ambición, lo hacía;
así calmaba la propia.
Y triunfar sobre las otras almas,
sólo para afirmar y demostrar mi fuerza superior
era para mí un placer,
el agudo regocijo de la gimnasia del alma.
Devorando almas hubiera podido vivir eternamente.
Pero sus indigestas sobras me provocaron una nefritis mortal,
con terrores, desasosiegos, depresiones,
odio, suspicacia, visiones perturbadoras.
Al fin me desplomé con un alarido.
Recordad a la bellota;
no devora a las otras bellotas.
EDGARD LEE MASTERS (1869-1950), Antología de Spoon River. Traducción de Alberto Girri. Barral Editores, Barcelona, 1974.

Epitafio
Ha muerto
acribillado por los besos de sus hijos,
absuelto por los ojos más dulcemente azules
y con el corazón más tranquilo que otros días,
el poeta Leopoldo Panero
que nació en la ciudad de Astorga,
y maduró su vida bajo el silencio de una encina.
Que amó mucho,
bebió mucho y ahora
vendados sus ojos,
espera la resurrección de la carne
aquí, bajo esta piedra.
LEOPOLDO PANERO (1909-1962), Antología. Selección, prólogo y notas de Juan Luis Panero. Plaza & Janés, Barcelona, 1973. (La editorial Renacimiento acaba de publicar una antología a cargo de José Cereijo.)

Epitafio
Detende, caminantes, vuestros pasos.
Sabed que aquí reposa alguien que amara mucho
La hermosura del mundo: los árboles, los libros,
La música, el verano, las muchachas.
No preguntéis quién fue, ni desde cuándo
Es ya silencio, olvido de las cosas.
En la tierra que cubre sus despojos
Plácidamente descansad un rato.
Y proseguid después vuestro camino
Bajo el propicio sol que en su noche os desea.
[15 de octubre de 1980]
ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, Elegías. Trieste, Madrid,  1984.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

28.11.09

*Estelas, epitafios (1: antiguos)

152 (VII 455)

Yace aquí la vieja esponja de tinajas,

la beoda Marónide, sobre cuya tumba

hay una copa ática bien visible a todos.

Bajo tierra gime, mas no por los hijos

ni el esposo a quien dejó en la indigencia,

mas sólo porque esta copa está vacía.

Epitafio de Marónide, una vieja borracha que ha disipado el patrimonio familiar en la bebida y que ostenta en su sepulcro como emblema una copa ática, cosa por lo demás frecuente en las tumbas. Su nombre recuerda al de Marón, que dio a Odiseo el licor que había de embriagar al Cíclope.

LEÓNIDAS

 

154 (VII 163)

-¿Quién eres, mujer que aquí yaces, y quién fue tu padre?

-Praxo, hija de Calíteles. -¿De qué patria? -Samia.

-¿Quién te enterró? -Fue Teócrito, el cual recibióme

de mis padres. -¿De qué moriste? -Estando encinta.

-¿Cuántos años llegaste a cumplir? -Veintidós. -¿Y quedaste

sin hijos? -A Calíteles dejé con tres años.

-Pues que al menos él viva y que llegue a vejez avanzada.

-Y que todo lo bueno te dé a ti Fortuna.

Diálogo de la muerta (según el verso primero, sepultada bajo una columna paria, esto es, de mármol de aquella isla del Egeo, que era famoso...) con un viajero. Ha sucumbido al dar a luz a su tercer hijo; el segundo, superviviente, se llama como el abuelo materno; es de suponer que antes había muerto otro denominado como el paterno.

LEÓNIDAS

 

184 (VII 316)

No me saludes ni inquieras quién soy ni de quiénes

procedo, mas pasa de largo por mi estela

o, si no, a tu destino ojalá que no llegues; e incluso

si guardas silencio, que no llegues tampoco.

La adscripción es dudosa: ... Leónidas y Antípatro para este epigrama, que pertenece a una serie de ellos sobre el famoso misántropo Timón, semilegendario ateniense de la época de Pericles. Es notable la ferocidad de la expresión.

LEÓNIDAS (?)

 

305 (VII 524)

-¿Es aquí donde Cáridas duerme? -En efecto, si al hijo

te refieres de Arimas el cireneo. -¿Cómo,

Cáridas, es lo de abajo? -Tiniebla. -¿El regreso?

-Mentira. -¿Plutón? -Es un mito. -Perdidos

estamos. -He aquí mi respuesta sincera; o, si un chiste

quieres, vale en el Hades mucho un toro peleo.

Probablemente se trata de un verdadero paisano de Calímaco. En los versos 1-2, el viandante habla con la losa; desde el 3, con el muerto (el final de dicho verso alude a la extendida creencia en la palingenesia o transmigración de las almas.) El 6 está oscuro; el sentido general parece ser que la única ventaja del Hades es que allí todo está barato, con alusión a una moneda poco valiosa de Pela en que estaba grabado un toro. Todo ello refleja el escepticismo del poeta sobre las leyendas de ultratumba.

CALÍMACO

 

465 (VII 285)

Ni la tierra ni el peso sutil de una piedra, mas todo

este mar que contemplas es tumba de Erasipo;

pues murió con su nave y tan sólo podrán las gaviotas

indicar el lugar que pudre sus huesos.

GLAUCO

*  *  *  *  *

ANTOLOGÍA PALATINA I. (Epigramas helenísticos). Traducción e introducciones de Manuel Fernández-Galiano. Traducción revisada por Luis Alberto de Cuenca. Editorial Gredos, Madrid, 1978. 

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

27.11.09

Nostalgia

Nostalgia: temblor de otoño. Nubes y lluvia: frío.

El presente huye y la memoria vuela hacia sueños de otro tiempo, hacia un imposible ayer.

La nostalgia -lágrima del alma: dulce y amarga-estremece cuanto toca; es un suspiro que duele como un dolor sin porqué.

Los árboles se desnudan. El silencio pesa. Cae la noche oscura del tiempo.

26.11.09

Gómez de la Serna y el hijo surrealista

Quien todavía no conozca el vídeo desopilante -¡uf!, gracias al cielo: al fin puedo usar con sentido este extraño vocablo... o voquible- de Gómez de la Serna, sírvase pinchar aquí: El orador. Quien avisa no es traidor.


Los surrealistas son unos seres puros y tenaces, que devuelven a la realidad, por otro camino que el de siempre, su sentido religioso, escatológico y esotérico.
Ramón Gómez de la Serna, Ismos

A Philippe Soupault, al que me referí días atrás, le cabe el mérito de haber escrito, con André Breton, el primer texto de literatura surrealista: Los campos magnéticos (1919). La fecha tiene su importancia: se acababa de firmar el acta de defunción del mundo viejo, tras una oleada de muerte y destrucción que arrasó a Europa a lo largo de cuatro años. En ese momento, muchos jóvenes artistas, y escritores, aspiraban a hacer tabla rasa del pasado. (O a burlarse de él, como Marcel Duchamp pintando un bigotito daliniano a la Monna Lisa.) En cualquier caso, la tea iconoclasta empezó a arder antes de la guerra. Esa tea la prendió Marinetti, con su Manifiesto del futurismo, publicado en Le Figaro, el 20 de febrero de 1909. En la soflama se pueden leer frases incendiarias como éstas:


QUEREMOS CANTAR EL AMOR AL PELIGRO...


UNA BELLEZA NUEVA: LA BELLEZA DE LA VELOCIDAD...


SÓLO HAY BELLEZA EN LA LUCHA...


QUEREMOS GLORIFICAR LA GUERRA -ÚNICA HIGIENE DEL MUNDO-, EL MILITARISMO, EL PATRIOTISMO...


MUSEOS, ¡CEMENTERIOS!...


ADMIRAR UN CUADRO VIEJO ES DERRAMAR NESTRA SENSIBILIDAD EN UNA URNA FUNERARIA...


¡VENGAN, PUES, LOS BUENOS INCENDIARIOS DE DEDOS TIZNADOS!...


EL ARTE SÓLO PUEDE SER VIOLENCIA, CRUELDAD E INJUSTICIA...


¡NO HAY LA MENOR FATIGA EN NUESTROS CORAZONES! ¡ESTÁN ALIMENTADOS DE FUEGO, DE ODIO Y DE VELOCIDAD!...


¡ERGUIDOS EN LA CIMA DEL MUNDO, UNA VEZ MÁS LANZAMOS NUESTRO DESAFÍO A LAS ESTRELLAS!


André Breton, que parecía tener unas aspiraciones más íntimas que los desbocados (o bocazas) futuristas, definió así su invento, el surrealismo: Automatismo psíquico puro, en función del cual uno se propone expresar el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensar con ausencia de todo control ejercido por la razón y al margen de toda preocupación estética o moral. A partir de esa fórmula, la misión de Breton, entronizado como supremo y férreo pontífice del movimiento ("El surrealismo no permite a aquellos que se entregan a él abandonarlo cuando mejor les plazca", escribió en el Primer Manifiesto, pero sí permite expulsar a los que considere disidentes) consistió en "obedecer el dictado mágico del inconsciente, multiplicar en lo posible las confidencias del abismo interior", según informan Durozoi y Lecherbonnier.
Estas nimias disquisiciones, me han llevado a consultar Ismos, el libro en que Gómez de la Serna hace un recorrido por los movimientos artísticos y literarios de vanguardia. En sus páginas, es fácil percibir el espíritu que, en sus inicios, animaba al surrealismo, ajenos a lo que acabaría siendo su devenir. Para entender la subversión antiburguesa del surrealismo de esa primera hora, es un estorbo saber que esa rebeldía acabó convertida, en algunos casos, en la defensa de posiciones totalitarias. El Segundo Manifiesto (1930), con sus expulsiones (Soupault y Artaud, entre otros), marca el punto de inflexión. La Révolution surréaliste, título de la revista del movimiento, y como consecuencia de los lazos con el Partido Comunista, cambia de nombre: Le surréalisme au service de la révolution. (Hasta qué punto incidió el crac de 1929 en las convulsiones de la década siguiente, es algo que se me escapa, pero lo cierto es que a partir de ese momento el fantasma del desempleo acabó convirtiéndose en una terrible realidad omnipresente, que seguramente fue la causa, en parte, de muchas de las cosas que sobrevinieron. A este respecto, Manuel Azaña, en un artículo de 1939 (?) sobre los orígenes de la guerra civil, hablaba de lo pernicioso que resultó el hecho de que, a partir de 1930, se cortara de raíz la emigración a América, como resultado de la crisis económica y de la actitud proteccionista de las repúblicas americanas. Hasta entonces, casi 100.000 personas -la cifra que aporta Azaña parece que es algo excesiva- emigraban cada año, fundamentalmente de Galicia. A partir de 1930, los felices 20 empezaron a convertirse en los terribles 30.)
Volviendo a Gómez de la Serna: en Ismos dedica una veintena de páginas, dentro del artículo "suprarrealismo", a ilustrar lo que, en su momento auroral, representaba ser (o sentirse) surrealista. Se sirve, para ello, de la familia Kloz -monsieur Pierre Kloz, madame Magda Kloz y el jovencito Henri Kloz, el hijo surrealista- para dar una explicación práctica de aquello que, como apostilla Gómez de la Serna, "no acaba de poderse definir bien como doctrina". Copio, de esa veintena de páginas, el capítulo II.



["El hijo surrealista"] 


II


El primer disgusto serio entre los Kloz y su hijo sucedió aquella mañana en que el portero subió a anunciar a monsieur Kloz que su hija había tenido un niño y que, al sentirse morir en la hora del parto, había declarado que su hijo era del señorito Henri.
El padre, convertido en abuelo por sorpresa, abrió con iracundia las ventanas de la alcoba de su hijo y dejó su sueño con los párpados arrancados. Una barbaridad que no se le ocurre más que a un padre.
-El portero dice que el hijo de su hija es tuyo -le espetó sin darle tiempo a que naciese a la vida con calma.
-No es mío... Es de su hija... Es un botones... Yo he podido fabricar un botones, pero no un hijo mío... El hijo de la hija de una portera es un botones.
-¿Es eso humanitario?
-Los porteros no merecen ningún humanitarismo porque son abortos de burgueses... Esa chica, por su educación y su alma, no tenía más que buena presencia... Además, están en un escaño tan fácil las hijas de las porteras, que no se es responsable de atropellarlas.
-¿Pero no has encontrado otra mujer en que fijarte?
-No he encontrado otra... La vida está llena de imposibles... Todos tenéis la culpa de estos desaguisados... Las mejores mujeres son las que ya han escogido mis amigos y que todavía no he podido quitárselas.
-Eres un cínico... Tú no eres digno de ser mi hijo.
-Ni tú, entonces, digno de ser mi padre.
-¿No respetas a los viejos?
-Ni a las viejas... No se consigue el perdón de seguir viviendo sino gracias a la tolerancia... Los que tienen el mayor deber de ser nuevos son los viejos... Sólo poniéndose al día, admitiendo y haciendo pública admisión de toda modernidad, podrán ser perdonados... Si no, habrá que matarlos... Son loros con la psitacosis, que es de tan mortal contagio.
-En la China...
-Ya sé lo que me vas a decir, y a eso te contestaré que por eso la China es un pueblo confuso, avejentado, insoluble. Pero no hay teorías ni razones contra lo que yo digo... No hay más que procurar ensanchar la vida, modificarla para la libertad, arreglar lo que más repugna tener que arreglar.
-Fíjate que de ese modo vas contra lo social.
-Sea lo que sea, si lo social es esa cosa repugnante, quieta, irrespirable, voy contra lo social; pero ¿por qué lo social no va a ser otra cosa? Tiene que ser otra cosa.
-No nos comprenderemos nunca.
-Pues tú debes comprenderme a mí aunque yo no pueda comprenderte. La única verdad atendible es la verdad más actual.
-¡A tu padre esas palabras!
-Y a mi madre... Porque no se trata de tu hijo, sino de una juventud que ve que todos los problemas más agudos son escamoteados, y los viejos se hacen los sordos y procuran ganar tiempo para retrasar todas las cosas. Queremos mañana mismo la substitución de una cosa por otra, y que no se os ocurra llamarnos a la guerra para distraer así el problema íntimo de la vida.
-Relajas toda la moral del mundo... No comprendes que el enemigo nos acecha.
-A mí no me acecha más que el portero, que cree que le he robado la flor de su hija, esa flor de té que cuidaba para la Comedia Francesa.
-¡Eres un sinvergüenza!
-Soy un surrealista.
El padre, al oír aquello de surrealista, se quedó pálido de ira, con los lentes temblantes como una ventana cuando ha pasado por la calle un camión lleno de flejes de hierro:
-¡Un surrealista! ¿Y te atreves a confesarlo?
-¡Con toda el alma, y ante el Tribunal Supremo; porque, por surrealista, soy capaz de ir a la cárcel y al patíbulo!
-¡Si supieses siquiera lo que es ser surrealista!
-Es el espíritu de la revolución permanente, que no se deja engañar por ninguna política, que propugna siempre un más allá de programas desconocidos.
Como la discusión había subido de tono, apareció la madre, con una dignidad de confesionario balumbante.
-¿Sabes lo que se ha atrevido a decirme que es?
Madame Kloz abrió los ojos desmesuradamente como si los fuese a dejar caer en la alfombra.
-¡Surrealista!
Madame Kloz dijo entonces:
-Yo ya sabía, pero no había querido darte un disgusto que te pudiese costar la vida... Tienes un principio de diabetes, y una cosa así te puede añadir una barbaridad de azúcar.
Los dos progenitores, con un aire de gran dignidad, salieron de la alcoba, y Henri se comenzó a vestir sin arrepentirse de sus violencias, pues sólo la agresión paternal se aprovecha de que el hijo esté entre los vendajes de las sábanas para darle un disgusto en condiciones tales de inferioridad.
RAMON GÓMEZ DE LA SERNA, Ismos. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1975.

25.11.09

Signos

El corazón apesadumbrado ve signos en todas partes. En su afán por comprender lo incomprensible, busca razones en todo lo que le rodea. Y si queda insatisfecho, no por eso desiste. Prefiere cualquier explicación absurda, o loca, antes que el vacío de no saber. Los signos apaciguan -o exaltan- al corazón corroído de pesadumbre. Y cualquier explicación, incluso absurda, es bien recibida, aunque nada explique. Pero una explicación, la que sea, se vuelve necesaria para atraer la calma. Y esa calma no tiene precio. Por eso, el corazón apesadumbrado mendiga razones, sin desdeñar las sinrazones. (Miércoles, 10/12/03).

23.11.09

*Don Sem Tob: Glosas de Sabiduría o Proverbios Morales

Quiero dezir del mundo

e de las sus maneras,

e cómmo de él dubdo,

palabras muy çerteras;

que non sé tomar tiento

nin fazer pleitesía:

d' acuerdos más de çiento

me torno cada día.

Lo que uno denuesta,

veo otro loarlo;

lo que éste apuesta,

el otro afearlo.

La vara que menguada

la diz' el conprador,

éssa mesma sobrada

la diz' el vendedor;

el que lança la lança

seméjal' vagarosa,

pero que al qu' alcança

tién'la por pressurosa.

Farían dos amigos

çinta de un anillo

en que dos enemigos

non metrién un dedillo.

Por lo que éste faze

cosa, otro la dexa;

con lo que a mí plaze

mucho, otro se quexa;

en lo que Lope gana,

Rodrigo enprobeçe;

con lo que Sancho sana,

Domingo adoleçe.

Quiero acerca del mundo y de sus costumbres, y de cómo dudo de él, decir palabras bien atinadas;

que no acierto a adoptar una norma ni inclinarme a ningún partido: cada día me vuelvo atrás de más de cien acuerdos.

Lo que uno denigra, veo que otro lo alaba; que lo que éste adorna, aquél otro lo afea.

La vara de medir que el comprador dice que mide de menos, ésa misma dice que mide de más el vendedor;

al que arroja la lanza, le parece lenta, a pesar de que al que le alcanza la juzga rápida.

Dos amigos harían cinturón de un anillo en el que dos enemigos no podrían meter ni un dedo pequeño.

Por la misma razón por la que uno hace algo, otro deja de hacerlo; con lo que a mí me da mucho placer, otro sufre;

en donde Lope saca ganancia, Rodrigo se empobrece; con lo que Sancho se cura, Domingo enferma.

*     *     *

A tod' omre castigo

de sí mesmo que s' guarde

más que de enemigo:

con tant', seguro ande;

guárdes' de su enbidia,

guárdese de su saña,

guárdes' de su cobdiçia,

que l' es la peor maña.

Non pued' omre tomar

en la cobdiçia tiento:

es profundada mar

sin orilla nin puerto.

D' alcançar una cosa

naçe cobdiçia d' otra

mayor e más lazrosa;

que mengua vien' de sobra.

Non fall' a mengua peña

si non el que tien' paño;

e el que tien' non deña,

sinon otro estraño.  

A todo hombre le aconsejo que se guarde de sí mismo más que de enemigo alguno: con eso sólo, ya puede andar tranquilo;

que se guarde de su envidia, que se guarde de su cólera, que se guarde de su codicia, que es para él la peor condición de todas.

No puede uno en la codicia atender a cálculo ni medida: es mar insondable sin orilla ni puerto.

De conseguir una cosa nace deseo de otra mayor y más trabajosa <de conseguir> ; que de la sobra viene la falta.

No echa de menos forro de pluma sino el que tiene abrigo de paño; y no aprecia el que tiene, sino otro nuevo y raro.

*     *     *

Siquier brava, quier mansa,

la palabra es tal

commo sonbra que passa

e non dexa señal;

non ha lança que false

todas las armaduras

nin que tanto trespasse,

commo las escribturas:

que la saeta lança

fasta un çierto fito,

e la letra alcança

de Burgos a Aigibto;

e la saeta fiere

al bivo que se siente,

e la letra conquiere

en vida e en muerte;

la saeta non llaga

si non es al presente:

la escribtura llega

al d' allend' mar absente;

de saeta defiende

a omre un escudo:

de la letra no l' puede

defender tod' el mundo.

 Sea violenta, sea dulce, la palabra es tal como sombra que pasa y no deja señal;

no hay lanza que burle toda clase de corazas ni que traspase tanto como lo hace la escritura:

que la saeta se dispara hasta un blanco determinado, y la letra alcanza desde Burgos a Egipto;

y la saeta hiere al ser vivo capaz de sensación, y la letra conquista así en vida como en muerte;

la saeta no llaga más que al que está presente: la escritura llaga hasta el que está ausente al otro lado del mar;

de una saeta le defiende a uno un escudo: de la letra ni el mundo entero puede defenderlo.

 *     *     *

Buenos nomres sabemos

al fablar apellar

quantos males podemos

afeyar al callar:

el fablar es clareza,

el callar escureza;

el fablar es franqueza

e 'l callar escasseza,

el fablar ligereza

e el callar pereza,

e el fablar riqueza

e el callar pobreza,

el callar porpedat

e el fablar saber;

e callar çeguedat,

fablar vista aver.

Cuerpo es el callar

e el fablar su alma;

omre es el fablar

e el calllar su cama;

el callar es dormir,

el fablar derpertar;

el callar es premir,

el fablar levantar;

el callar es tardada

e el fablar aína;

el fablar es espada

e 'l callar su vaína.

Al hablar, sabemos denominarlo por tantos buenos nombres cuantos son los males que al callar podemos reprocharle:

el hablar es claridad, el callar oscuridad; el hablar es generosidad y el callar avaricia,

el hablar prontitud y el callar lentitud y el hablar riqueza y el callar pobreza,

el callar necedad y el hablar sabiduría; y callar ceguera, hablar tener visión.

Cuerpo es el callar y el hablar su alma; hombre es el hablar y el callar su cama;

el callar es dormir, el hablar despertar; el callar es reprimir y rebajar, el hablar liberar y levantar;

el callar es tardanza y el hablar enseguida; el hablar es espada y el callar su vaina.

DON SEM TOB (¿1300?-¿....?), Glosas de Sabiduría o Proverbios Morales y otras Rimas. Texto, versión, introducción y comentarios de Agustín García Calvo. Alianza Editorial, Madrid, 2ª ed., 1983.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)


22.11.09

¡Ojalá que os roben!



Sucedió en un vagón de metro, hace más de cinco años, dos días después de Reyes. Espectral, comenzó a hablar con un hilillo de voz... Algunos me conoceréis. Estoy enferma de sida y esta noche he dormido en la calle. ¡Así tengo la cara! Estoy enferma y no soy mala; yo no robo. Rostro cenceño, amarilloso. Paseó por el vagón su vaso de plástico, su indigencia, y ante la vana respuesta escupió una colérica maldición: Hasta ahora me daba pena que os robaran, pero ¡ojalá que os roben!, ¡ojalá que os veáis como me veo yo! El vagón se hundió en una sima de silencio... Vaharadas de culpa... ¡Torva miseria!


Si sólo se diera limosna por compasión, no quedaría un mendigo vivo; es la cobardía la que da limosna. Esto es, más o menos, lo que sostiene Nietzsche. No sé si tiene razón o no,  pero a nadie se le escapa que, en el metro, la compasión, a ciertas horas, o a todas horas, brilla por su ausencia; e incluso, visto lo visto, la cobardía. ¡Qué diferencia con lo que sucede a la salida de los bingos! El dinero que llega por azar, rompe las manos. 

21.11.09

El misterio de lo cotidiano

Día templado. El sol atraviesa, tímido, las nubes. La mirada, a diferencia de los días de batalla, se vuelve lenta, apacible, minuciosa. No es aún la fijeza, la mística mirada dominical, pero qué lejos queda la ansiosa mirada del lunes, la acuciante mirada del martes, la incierta mirada del miércoles, la cansada mirada del jueves, la torpona mirada del viernes... No, no es aún la mirada silenciosa y meditativa de los domingos de otoño. Es apenas su preludio sabatino. Una mirada que empieza a ver cosas que cualquier otro día no vería. Cosas anodinas o sorprendentes, según la ingenuidad del observador, pero que dibujan una sonrisa en el rostro del día. Por ejemplo, ver a un payaso tirando de un carrito, que empieza a desvertirse al lado de un coche (lo primero que se quita es la bola de la nariz), luego el chaleco... Dejo de mirar, por pudor. Que nadie vea en lo del payaso más cera de la que arde: hay un circo cerca de donde lo vi.)

Prosigo mi paseo, y  veo a lo lejos algo típicamente madrileño: un taxista orinando. No sé cómo se las apañan para orinar los taxistas de otras latitudes: en Madrid es tradición abrir la puerta del acompañante, escudo protector de las miradas, apoyar el antebrazo derecho y usar la mano izquierda como lazarillo, según es norma. (Esto vale para los de orinar zurdo, es decir, los diestros, que son mayoría; pero ignoro si los verdaderamente zurdos proceden parapetándose tras la puerta del conductor, y apoyando el antebrazo izquierdo, y... etc.)

Al cabo de un rato, me siento en un banco, atraído -¡o manes cervantinos!- por un suplemento dominical abandonado; y me solazo leyendo un sabroso artículo sobre los premios literarios...

Tras un paseo de tanta enjundia antropológica, volví a casa más contento que unas castañuelas, aunque sin dejar de pensar en esos pequeños misterios de lo cotidiano, que sólo gozamos cuando no vamos ciegos por la vida, ni esperamos grandes cosas de la realidad.

20.11.09

*Los tres Machado: una nota y dos retratos




EL OTRO POETA / Manuel sintió por la obra de Antonio, una tan grande y noble admiración, que no creo haya sido superada por nadie. Nada le satisfacía tanto como los éxitos de su hermano.
La vida de estos dos poetas estuvo siempre tan ligada, que uno de los principales motivos que aceleraron la muerte de Antonio fue la inevitable y forzosa ausencia de Manuel.
En cuanto a la obra poética de ambos -en la lírica y en el teatro- día llegará en que los que la estudien a fondo se encuentren, acaso sorprendidos, con las raíces de un mismo árbol, no obstante parecer tan distintos en apariencia.
Con relación al valor de la labor literaria de cada uno -si ésta fuera posible- pensamos que pronto veríamos detenerse en el fiel la balanza. Y siendo esto verdad como lo es, no admitirán esta aseveración, ni los admiradores de uno ni los de otro, esto es lo español, pero... [1940]
JOSÉ MACHADO, Últimas soledades del poeta Antonio Machado (Recuerdos de su hermano José). Forma Ediciones, Madrid, 1977.

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RETRATO
Esta es mi cara, y esta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás... Nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave.
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un Tenorio, ¡eso no!-
tengo una que me quiere, y otra a quien quiero yo.

Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza y la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero
a lo helénico y puro lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-
con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y, antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.

Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
MANUEL MACHADO, frontis de Alma. Garnier Hermanos, París, s.f. (Pertenece al libro El mal poema.)


RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario;-
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina;
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la Luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico, o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada,
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo, esperar hablar a Dios un día;-
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo; con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
ANTONIO MACHADO, Páginas escogidas, Casa Editorial Calleja, Madrid, 1917. 

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

19.11.09

El yo de Napoleón


Aunque resulte extraño, Léon Bloy era un devoto de Napoleón. Hasta el punto de dedicarle una hagiografía turbadora: El alma de Napoleón, en la que, además de considerarle instrumento divino, queda de manifiesto su odio visceral, y su inquina espiritual, hacia la “vieja bribona”, Old England. Bloy consideraba que Inglaterra no sólo era la enemiga natural de Francia, era también su enemiga sobrenatural. Llegados a este punto, dejemos que Bloy se explique: su prosa despide rayos y atruena:
Hacía cerca de tres siglos –antes de que, bajo la faldas de la odiosa Isabel, se desencadenaran los demonios impuros del mercantilismo protestante-, el padre de esta yegua coronada, el polígamo Enrique VIII, no había tenido que hacer más que un gesto para que toda Inglaterra, llamada en otro tiempo la Isla de los Santos, renegara de la Iglesia. Vergüenza mayor e inicial de ese reino consagrado a Satán por un amo amasado de barro, impaciente ante una autoridad religiosa que se oponía a su libertinaje. Instantáneamente la libre Inglaterra apostató y de tanta mejor gana cuanto que el rey concedía magníficamente los bienes de los obispados y de los monasterios a sus criados sumisos. Hubo mártires, pero en pequeño número. Esto mientras Francia convulsa de horror luchaba ferozmente contra la herejía y se preparaba a combatirla cincuenta años por todos los medios, hasta la abjuración tal cual de otro lascivo obligado a aceptar la misa para reinar sobre la progenitura espiritual de san Dionisio y de san Martín.
La libertad inglesa le parece a Bloy un lugar común. ¿Qué nación hay más esclava de sus prejuicios religiosos y políticos -se pregunta retóricamente-, de sus instituciones, de sus fariseísmos diabólicos, de su orgullo insuperable y sin compasión? Bloy lamenta en ese libro que la historia de Napoleón sea la más ignorada de las historias; lamenta que sólo nos quede su nombre, su prodigioso nombre: Napoleón, el hombre a quien considera el rostro de Dios en las tinieblas.
Una frase de Napoleón, que cita el conde de Las Cases en su Memorial de Napoleón en Santa Elena,  me ha traído al recuerdo el furibundo libro de Bloy: en esa frase se deja ver el orgullo del león herido. Después de huir de la isla de Elba, después de los “cien días” en que en vano intentó recuperar lo perdido, después de la derrota de Waterloo, el Emperador se entrega a los ingleses. Ahora, en la rada de Plymouth, a bordo del Bellérophon, espera su deportación a Santa Elena. Napoleón se pregunta si será soportable allí la vida. Y se reafirma en su libertad: "¿Puede un hombre ser dependiente de sus semejantes, cuando quiere dejar de serlo?" Según Las Cases, Napoleón está sereno, afectado y distraído. Menciona el suicidio de pasada. Ningún principio moral se lo prohíbe. Las penas del otro mundo no le arredran. Las Cases protesta: un hombre de su genio no puede rebajarse al nivel de las almas vulgares: "Quien nos había gobernado con tanta gloria, quien había provocado la admiración y hecho los destinos del mundo, no podía acabar como un jugador desesperado o un amante engañado. ¿Qué sería entonces de todos los que creían, los que tenían puesta su esperanza en él?"
El Emperador se pregunta qué podrán hacer en Santa Elena, ese isla perdida. Las Cases le conforta. Vivirán del pasado; se encuentran en él suficientes motivos de satisfacción: "¿No gozamos de la vida de César, de la de Alejandro? Poseeremos algo mejor, ¡os releeréis, sire!" Napoleón está de acuerdo: escribirán sus memorias; trabajarán, porque el trabajo, según Napoleón, también es la guadaña del tiempo. Y, además, porque hay que cumplir el propio destino. Ésa es su gran doctrina. ¡Que se cumpla, pues!
En el Bellérophon, sin ninguna convicción, firma un escrito redactado por Las Cases en el que protesta por el trato recibido: “Vine libremente a bordo del Bellérophon; no soy prisionero, soy el huésped de Inglaterra.” Y añade para el futuro: “Apelo a la historia: ella dirá que un enemigo, que hizo durante veinte años la guerra al pueblo inglés, vino libremente, en su infortunio, a buscar un asilo bajo sus leyes; ¿qué prueba más manifiesta podía darle de su estimación y de su confianza? ¿Pero cómo se respondió, en Inglaterra, a tal magnanimidad? Se fingió tender una mano hospitalaria a ese enemigo; y cuando él se entregó de buena fe, se lo inmoló.” Es la voz del derrotado. Firma: Napoleón.
El 7 de agosto de 1815 ya están a bordo del Northumberland. Como el gobierno inglés considerara excesivo el respeto que se le había tributado a bordo del Bellérophon, dicta órdenes para que se le trate con severidad. Y no se le reconoce otro rango que el de general. Y como tal, un simple general, es tratado. Un día, en un arrebato de mal humor, Las Cases le oye decir, con expresión enérgica, la frase que me recordó a Bloy: “Que me llamen como quieran, que no me impedirán ser yo.”
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Léon Bloy, El alma de Napoleón. Traducción de Aurelio Garzón del Camino. Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
Conde de Las Cases, Memorial de Napoleón en Santa Elena. Traducción de Aurelio Garzón del Camino. Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2003.