Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

31.1.11

“Citaciones”

Quienes frecuentáis este blog, habréis observado en el lateral derecho, bajo el acuario, una nueva sección llamada Citaciones.

En ella quiero recoger citas de libros leídos a lo largo de los años, y que por algún motivo llamaron mi atención. A pesar de las posibles excepciones, la regla es que haya leído el libro, ahora o hace años, dado que conservo antiguas agendas llenas de citas. Por tanto, las citas antiguas se codearán con las recién cazadas. 

De momento, y para pasar del dicho al hecho, ya podéis leer algunas: de Sábato, Arrabal, Cela, Lodge, Mrozek, Cioran, etc. Si algún fragmento despierta la curiosidad hacia el libro del que procede (en el caso de que no sea conocido), miel sobre hojuelas.

Como mi intención es poner títulillos a los fragmentos, los encerraré, para evitar confusiones, entre corchetes. Si algún texto, por su parte, lleva título, lo pondré con mayúsculas.

Respecto a la ubicación de las citas, arriba permanecerán las más recientes; y las más antiguas, en orden decreciente, se alojarán abajo.

Espero que la idea sea de vuestro agrado y que pueda contar con vuestra atención.

28.1.11

*A vueltas con el haiku / Roland Barthes: “La ruptura del sentido”

Haiku de Matsuo Bashô

Aunque en la traducción del libro de Barthes figura escrito haikú, parece que cada vez se impone más la forma haiku, aunque ambas formas se pronuncien con hache aspirada.
No obstante, la discrepancia puede saltar en un mismo libro: en la cubierta de Haijin, publicado por Poesía Hiperión, figura este subtítulo: Antología del jaiku. Pues bien, en la portada, y en la presentación, que corre a cargo de Ricardo de la Fuente, figura siempre haiku. De momento  persiste la división de opiniones, y quién sabe hasta cuándo. Con lo bien que se han aclimatado, aunque no sea extraño, otras palabras provenientes de la cultura nipona: satori, zafu, zen, mondo, koan…

El haikú tiene esa propiedad algo fantasmagórica por la cual uno se imagina que la puede hacer uno mismo con facilidad (sic). Se dice: qué más accesible a la escritura espontánea que esto (de Buson):

La tarde, el otoño,
pienso tan sólo
en mis padres.

El haikú da envidia: cuántos lectores occidentales han soñado con pasearse por la vida con un cuadernillo en la mano, anotando aquí y allá “impresiones”, cuya brevedad garantizaría la perfección, cuya simplicidad demostraría la profundidad (en virtud de un doble mito, por un lado clásico, que hace de la concisión una prueba del arte, por otro lado romántico, que atribuye una prima de verdad a la improvisación). Siendo completamente inteligible, el haikú no quiere decir nada, y es a causa de esta condición doble por lo que parece estar ofreciéndose al sentido, de un modo particularmente disponible, servicial, como un huésped educado que permite instalarnos cómodamente en su casa, con nuestras manías, nuestros valores, nuestros símbolos; la “ausencia” del haikú (como se dice tanto de un espíritu irreal como de un propietario que ha salido de viaje) apela a la subordinación, a la ruptura, en una palabra, de la mayor codicia: la del sentido. Este sentido precioso, vital, deseable como la fortuna (azar y dinero), el haikú, libre de molestias métricas (en las traducciones que tenemos), parece suministrárnoslo con profusión, barato y por encargo; en el haikú, podría decirse, el símbolo, la metáfora, la lección, no cuestan casi nada; apenas algunas palabras, una imagen, un sentimiento –aquello que nuestra literatura exige ordinariamente de un poema, de un desarrollo o (en el género breve) de un pensamiento cincelado, en suma, de un largo trabajo retórico–. También el haikú parece dar a Occidente unos derechos que su literatura le niega y unas comodidades que ella le escatima. Vosotros tenéis derecho, dice el haikú, a ser fútiles, cortos, ordinarios, encerrad lo que veis, lo que sentís en un tenue horizonte de palabras, y os parecerá interesante; tenéis derecho a fundar por vosotros mismos (y a partir de vosotros mismos) vuestra propia relevancia; vuestra frase, cualquiera que fuere, enunciará una lección, liberará un símbolo, seréis profundos; con el menor costo y vuestra escritura estará llena.

Occidente impregna cualquier cosa de sentido, al modo de una religión autoritaria que impusiera el bautismo por poblaciones; los objetos de lenguajes (hechos con la palabra) son evidentemente conversos de pleno derecho: el sentido primero de la lengua apela, metonímicamente, al sentido segundo del discurso, y esta apelación tiene valor de obligación universal. Tenemos dos medios de evitar en el discurso la infamia del sin-sentido y sometemos sistemáticamente la enunciación (en una contención enajenada de toda nulidad que pudiera dejar ver el vacío del lenguaje) a una u otra de estas significaciones (o fabricaciones activas de signos: el símbolo y el razonamiento, la metáfora y el silogismo. El haikú, cuyas proposiciones siempre son simple, corriente, en una palabra, aceptables (como se dice en lingüística), es atraído por uno u otro de estos dos imperios del sentido. Como es un “poema”, se le afilia a esa parte del código general de los sentimientos que se llama “la emoción poética” (la Poesía es para nosotros el significante de lo “difuso”, de lo “inefable”, de lo “sensible”, es la clasificación de las impresiones inclasificables); se habla de “emoción concentrada”, de “anotación sincera de un instante de élite” y, sobre todo, de “silencio” (siendo el silencio para nosotros signo de algo lleno de lenguaje). Si uno (Jôco) escribe:

¡Cuántas personas
han pasado a través de la lluvia de otoño
por el puente de Seta!

se ve ahí la imagen del tiempo que huye. Si otro (Bashô) escribe:

Llego por el sendero de la montaña.
¡Ah! ¡Esto es maravilloso!
¡Una violeta!

es que ha encontrado un ermitaño budista, “flor de virtud”; y así sucesivamente. Ni un rasgo que no sea investido por el comentarista occidental de una carga simbólica. O bien se quiere a toda costa ver en el terceto del haikú (sus tres versos de cinco, siete y cinco sílabas) un dibujo silogístico en tres tiempos (la subida, la suspensión, la conclusión):

La vieja charca:
Una rana salta dentro:
¡oh!, el ruido del agua.

(en este singular silogismo, la inclusión es obligada: es necesario, para estar en él contenida, que la menor salte en la mayor). Bien entendido, si se renuncia a la metáfora o al silogismo, el comentario se haría imposible: hablar del haikú sería pura y simplemente repetirlo. Lo que hace inocentemente un comentarista de Bashô:

Ya son las cuatro...
Me he levantado nueve veces
para admirar la luna.

“La luna es tan bella, dice, que el poeta se levanta y se vuelve a levantar una y otra vez para contemplarla en su ventana.” Descifradoras, formalizadoras o tautológicas, las vías de interpretación, destinadas entre nosotros a traspasar el sentido, es decir, a penetrarlo por fractura –y no a sacudirlo, a dejarlo caer, como el rumiante de absurdos que debe de ser el ejercitante Zen, cara a su koan–, no pueden, pues, sino estropear el haikú, ya que el trabajo de lectura que está ligado a él ha de suspender el lenguaje, no provocarlo: empresa cuya necesidad y dificultad parecía conocer muy bien el maestro del haikú, Bashô:

¡Cuán admirable es
aquél que no piensa: “La Vida es efímera”
al ver un relámpago!

ROLAND BARTHES, El imperio de los signos. Traducción e introducción de Adolfo García Ortega. Madrid, Mondadori, 1991.

8.1.11

EL ALAMBIQUE. Revista de poesía. Número 2

El Alambique, nº 2

Recientemente se ha publicado el número 2 de la revista semestral de poesía El Alambique. Esta entrega trae secciones nuevas y 112 páginas. Como de costumbre, el director de la revista propone el Brindis de bienvenida. 

Las restantes secciones son:

Tienen la palabra
Poemas de Ingrid Tempel, Victor del Moral, Xavier Vilareyo, Antonio Gracia, Mohsen Emadi (traducido por Clara Janés), Antonio Costa Gómez, Mircea Oprita, Martín López-Vega, Adriana Davidova, Hernán Vargascarreño, Zhivka Baltadzhieva, Javier Lostalé, Pedro Gollonet, José Luis Sevillano y Joao Fernandes,
entre otros.

Homenaje 
Homenaje a Ángel Crespo, coordinado por Amador Palacios.
Textos de Amador Palacios, Dionisio Cañas, José Corredor-Matheos, Ángel Guinda & Trinidad Ruiz Marcellán, Enrique Trogal y Pilar Gómez Bedate, viuda del poeta,
entre otros.
Se i
ncluye, asimismo, la bibliografía poética  de Ángel Crespo, más seis poemas y tres traducciones latinas (de Catulo, Horacio y Prudencio). Ilustra la sección un álbum de fotos del poeta.

Un boceto del natural 
Bajo el rótulo Lo bueno de la vida, se publican una docena de poemas de Fernando Ortiz.

Discurso 
Jorge Cela Trulock escribe sobre Gabriel Celaya.
Y
Agustín Porras rastrea la presencia de Atala, de Chateaubriand, en la rima L de Bécquer.

La penúltima
Reproduce un fragmento, en el idioma original, del poema de Mohsen Emadi traducido por Clara Janés-

Artistas invitados
Ilustran este número: Rafael Alvarado, Benito Lozano, Alfredo Martínez y Rufino de Mingo.

*    *    *    *    *    *    *    *    *

A continuación van algunos de los poemas de Ángel Crespo y Fernando Ortiz publicados en este número.


LA VOZ

En todas partes una lengua emerge
que entre los árboles canta, canta.
Sube una voz. Ignoro cuántos pájaros
tiene mi voz que en los árboles vive.
Ignoro cuánta voz tiene mi voz.
Canta debajo de las ramas verdes.
Con las aves que nacen de mi boca,
canta de prisa encima de mis labios.

Una voz es un hilo que se rompe
cuando un pájaro viene con el vuelo torcido,
cuando un ave no tiene voz humana
y se hunde el viento en que un vilano vuela.

Yo no sé cuánto hilo tiene mi voz,
ni si algún halo tiene acaso
el ala de mi voz
que como el ave asciende.
Pero a las ramas sube
y de tal modo puéblalas
que se rompen de pronto y llueve savia cálida
sobre mis propios labios,
que son como mis fauces.


CELEBRACIÓN DEL FUEGO

Sólo el fuego desvela la belleza
secreta de las cosas,
les desnuda el espíritu.

La áspera astilla muestra sus canteras
de intocables piedras preciosas
rojas y blancas, amarillas
un instante. ¿Mas cuál
es su color, si acaso
alguno las declara?

El estiércol
tejido
es, al arder, digno de un dios:
su clámide o su túnica
y, en su más viva luz, la desnudez
inmortal de su cuerpo.

Todo, al arder, se iguala,
todo es uno
-exaltado existir-
así dure un instante.

Y, aunque sé que inasible
se quiere, olvido, anhelo
(y le pido a los dioses)
poder hundir las manos
en tanta pedrería, en esas aguas
y telas movedizas
que, al decirse, consumen a las llamas.

Ángel Crespo


SOLEARES
(Después de leídas las últimas del poeta Javier Salvago)

Cuando se va la ilusión
se ve la vida y su truco.
Su careta de cartón.

*   *   *

Que es el único remedio
que venga a punto la muerte
para quitarse de enmedio.

Fernando Ortiz

6.1.11

Humo

Humo

Aunque parece que amaina la cólera, esta guerra es antigua: la guerra del tabaco, una guerra que enciende los ánimos e incendia las ondas. A uno, que nunca ha sido fumador, y que ha sufrido por ello, esta guerra le pilla un tanto desapasionado, por más que le permita imaginar otros climas bélicos, y sentir el dolor de quien ve con distancia a tirios y a troyanos, y sentir el propio exilio de una realidad apasionada, demasiado apasionada. 

Para no sentirme solo, me entrego, mientras escucho “Greensleeves Divisions” para laúd, a un ejercicio de asociación libre:

Humo.

Turguéniev.

Puro humo.

Cabrera Infante.

Por el humo se sabe dónde está el fuego.

El humo de los días.

Está que echa humo.

A humo de pajas.

Smog.

Humo negro.

Humo de sueños.

El humo de los días (otra vez).

Vender humo…

Y se acabó la música.

De la infancia recuerdo mi colección de cajetillas de tabaco: Paxton (mentolado, con cajita de plástico verde), Rex, Bisonte, Celtas, Ideales, Chesterfield, LM, Camel (con su oculto Manneken Pis puntillista), Record, quizás Gaulois… Guardaba la colección en un escondite secreto (fuera de casa, por supuesto), en la ladera adoquinada de un puente. Una tormenta, tan terrible como las lluvias de Ranchipur, anegó mi colección. Quizás un mentecato pudiera pensar que debo a la lluvia el no ser fumador, es decir, un pobre hombre; aunque lo cierto es que ahora, y desde hace apenas unos años, los pobres hombres (y mujeres) son otros. Los comprendo muy bien.