Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

31.5.12

¿Cuándo mañanaremos? Un poema de Bergamín

A tiempos sombríos les cuadra bien este soneto de Bergamín. Soneto que aplica tales recortes al dispendio silábico del endecasílabo que acaba –austeridad obliga– en el muy castizo octosílabo.
Si las palabras de un texto son siempre las mismas, no siempre dicen lo mismo, ni aun al mismo lector; pero en cada nueva lectura siempre se cumple el poema, diga lo que diga.

 

Siempre mañana y nunca mañanamos.
                                         LOPE

Mañana está enmañanado
y ayer está ayerecido:
y hoy, por no decir que hoyido
diré que huido y hoyado.

A tal extremo ha llegado
hoy a perder el sentido
que al mañana ha convertido
en "cualquier tiempo pasado".

Un ayer futurizado
y un mañana preterido
nos han escamoteado

un hoy por hoy suspendido
de un mañana anonadado
y de un ayer evadido.


JOSÉ BERGAMÍN, Rimas y sonetos rezagados, 1962.


28.5.12

El vuelo de Ícaro

          Soñó que era Ícaro. 
          Y subía, subía, subía... 
          (Ícaro, vástago de Dédalo.) 
          Y caía, caía, caía...  

          El despertador ‒lacayo de Cronos‒ evitó la desgracia.

25.5.12

De insultos y blasfemias

Como el tiempo no pasa en balde, también los insultos envejecen, pierden garra, se amodorran. ¿Quién querría hoy zaherir con un mastuerzo, mentecato, cenutrio, lerdo, pánfilo, lila, sandio, modorro, estólido, tarugo, memo, botarate, fatuo, bobo, lelo, majadero, mendrugo, tonto, gilí, zote, beocio, panoli…?

¡Si parece que estamos pidiendo perdón...!

Con los años, a los insultos se les caen las uñas. Pero siempre quedará el clásico y tonante ¡hijo de puta!, de tan adversas connotaciones, y cierta palabreja caprina capaz de sulfurar al más pintado. La nómina de insultos del  Casares me reservaba una sorpresa nunca oída, digamos que inaudita: motolito, que puestos a imaginar vendría a ser un adoquín en movimiento.

Las blasfemias, por su parte, limado su poder ultrajante, languidecen allí donde se vive de espaldas a lo divino. (En otros lugares, sin embargo, una blasfemia puede costar un gran disgusto; tiempos y lugares no son unívocos, ni ahora ni nunca.) Cuando la religión pierde fuelle, las blasfemias no medran, y acaso sea su destino quedar arrumbadas en los sótanos de la lengua, sin nadie que las diga.

9.5.12

Aforismos de Ramón Eder

Una expresión de Montaigne la vida ondulantesirve a Ramón Eder para titular su último libro de aforismos, que publica Renacimiento en la colección “A la mínima”, dirigida por Manuel Neila y dedicada al género aforístico.

Este libro de Eder consta de tres partes: Hablando en plata, Ironías y Pompas de jabón; las dos primeras son una selección de los libros homónimos, publicados en 2001 y 2007, respectivamente.

Ramón Eder cultiva una ironía fina y bienhumorada que le pone a salvo del sarcasmo y sus desgarros. Ironía que le permite desvelar sombras de la vida, aventar vicios de la costumbre o el pensar y desenmascarar lo obvio, invisible tantas veces.

Destino del aforista es mantenerse alerta, vigía en la frontera de lo profundo y lo banal. Ramón Eder supera con elegancia esta prueba.

Durante un tiempo, Eder mantuvo el blog Hablando en Plata. En él agavilló apuntes, aforismos y notas varias.


A F O R I S M O S


Los escritores son esas personas que tienen un yo de tomo y lomo.

*

Leer un buen libro mal traducido es como escuchar a Beethoven en un transistor.

*

¡Si tuviéramos siete vidas con qué valentía y desapego moriríamos las tres o cuatro primeras!

*

Soñar es hacer experimentos con el tiempo.

*

Somos inmortales todos los días de nuestra vida, excepto uno.

*

El fin justifica los miedos.


(Hablando en plata)

Contra el patético quiero y no puedo, nada mejor que practicar el elegante puedo y no quiero.

*

Un buen aforismo es un relámpago en las tinieblas.

*

Hay personas que tienen un mal gusto infalible.

*

Seríamos más felices teniendo la mitad de lo que tenemos y disfrutándolo el doble.

*

El pasado es imprevisible, cambia constantemente en la memoria.

*

Los domingos son la eternidad en miniatura.


(Ironías)

La melancolía tiene de bueno que nos impide caer en la megalomanía.

*

Uno nunca olvida su primer amor, ni lo recuerda.

*

Hay dos tipos de grandes escritores: los que nos gustan y los que nos aburren.

*

A las personas que tienen dos caras hay que mirarlas de perfil.

*

Como creía que la carne no es triste y aún no había leído todos los libros, disfrutaba de cierto bienestar.

*

Siempre cometemos los mismos errores, lo cual nos da una especie extraña coherencia. [Sic] [Supongo que falta un ‘de’: ¿vendría después de ‘especie”, o detrás de ‘extraña’?]

*

Se asomaba al abismo y tomaba notas.


(Pompas de jabón)

RAMÓN EDER, La vida ondulante
Sevilla: Editorial Renacimiento (“A la mínima”), 2012


7.5.12

¿Gigantes o molinos? (Un fragmento del Quijote precedido por unas notas de Martín de Riquer)

 Para llegar a una cabal comprensión del Quijote, pues, es preciso tener bien en cuenta que esta novela no es una sátira de la caballería o de los ideales caballerescos, como algunas veces se ha afirmado y puede hacer creer un juicio precipitado, sino la parodia de un género literario muy en boga durante el siglo XVI. […]

Se ha dicho también que el Quijote es el mejor de los libros de caballerías o la sublimación o idealización del género. Tal concepto es falso, ya que el Quijote no es un libro de caballerías sino precisamente todo lo contrario, o sea su parodia. […]

Lo cierto es que Cervantes se propuso satirizar y parodiar los libros de caballerías a fin de acabar con su lectura, que el consideraba nociva… […]

Y es que a lo largo de todo el siglo XVI los libros de caballerías habían sido objeto de constantes ataques y censuras por parte de filósofos, moralistas y autores graves, como Juan Luis Vives, fray Antonio de Guevara, Juan de Valdés y muchos otros que representan lo más autorizado del pensamiento español de la época. Todos ellos habían batallado para desacreditar la lectura de los libros de caballerías por considerarlos obra de personas ociosas y desocupadas, que escribían mal y enemigas de la verdad y de la historia auténtica, los cuales, con sus nocivos engendros incitaban a la ociosidad y al vicio y hacían perder el tiempo de un modo vano y pecaminoso. Estos graves escritores pedían que se prohibieran los libros de caballerías, que se quemaran y que se persiguiera su lectura, ideas en las que abundaban algunos procuradores en Cortes, en las que se llegó a debatir este punto, y ciertas autoridades eclesiásticas de España y de Indias. Pero todos estos esfuerzos eran vanos e inútiles: los libros de caballerías seguían imprimiéndose y leyéndose con avidez.

Cervantes, compenetrado con el pensamiento de los citados moralistas, sabía muy bien que estos predicaban en el desierto y que eran inútiles sus anatemas. Solo la ironía y la burla podían desacreditar tan perniciosos libros, y para evitar que se leyeran, lo más adecuado era ponerlos en ridículo. Desde 1605 menguan considerablemente las ediciones de libros de caballerías: el Quijote ha acabado con ellos.


MARTÍN DE RIQUER, “Cervantes y el Quijote” , en Don Quijote de la Mancha
Real Academia Española/Alfaguara, 2004
Edición del IV centenario

En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero:

-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

-¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza.

-Aquellos que allí ves -respondió su amo-, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

-Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

-Bien parece -respondió Don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. 


Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, viii
Real Academia Española, 2004
Edición del IV centenario

2.5.12

De tacos (y tacas)

Paseo apaciblemente por la calle recoleta y se me clava en los oídos esta frase:

―¡A mí me toca los güevos!

La profiere una mujer de mediana edad, guapa y furibunda; se la endilga al hombre que la acompaña, y es de suponer que se refiera a un tercero.

Sigo mi camino, giro a la izquierda, y en la breve calle dedicada a quien fuera buen vasallo, si oviesse buen señor, atisbo, en la salida de un aparcamiento, a dos mujeres y a un hombre, jóvenes los tres, que discuten mientras fuman (o viceversa, aunque no sea lo mismo, como bien sabe cualquier aprendiz de jesuita).

Una de las jóvenes, de impreciso rostro y vibrante voz, proclama a mi paso:

―¡Estoy hasta la polla!

Cabizbajo, prosigo mi camino, pensando en la rotunda refutación de cierto feminismo, en lo que a palabrotas se refiere (incluso dejando de lado la parla adolescente, tan genitalísima). Hoy por hoy, si alguna mujer dijera: ¡No me sale de los ovarios!, fórmula propugnada antaño, sonaría tan cursi, relamido y fofo como si dijera ¡córcholis! mientras se golpea el dedo con un martillo. Está visto: aquí, en lo tocante a tacos, lo que sigue mandando, y cada vez más entre mujeres, son los cojones y la polla. ¡Bendito sea Dios!

Indócil es el habla, y no se deja domeñar. Cada quien elige sus palabras, y no hay decreto que se lo impida.