La errata savaterina de ayer me trae al recuerdo una errata perpetrada, con la mejor intención y superior ignorancia, por un corrector de la antigua imprenta de los Sucesores de Rivadeneyra. En un artículo de economía, o acaso de política, se refería el autor a la "cosa pública", pero al corrector debió de sonarle a chino la "cosa" y así acabó convertida en la "casa", la "casa pública", cosa que seguramente le sonaba más. Infeliz errata, de esas que tanto abruman a los autores que acaban tirándose de los pelos, o dicho a lo bíblico, mesándose los cabellos. Y hablando de sonar no hay que echar en saco roto lo que el recio Unamuno escribió a los correctores de El Sol, con el ruego de que se atuvieran escrupulosamente a sus originales y no se dejaran llevar por lo que estaban habituados a leer:
Así, un día cuando yo escribí engeño, añadiendo que es voz desaparecida, me pusieron ingenio, que es la actual; otra vez pusieron desesperado donde yo decía desperado; en mi artículo sobre el mozo de la pedrada* se me corrigió el malencónico -que es la forma corriente en el campo salmantino- por el oficial melancólico. Y etc.
Pero no acaba ahí la sabrosa reprimenda del catedrático de griego:
Y a este caso, le contaré lo que una vez me ocurrió al enviarme segundas pruebas de un libro. En el que yo suprimía ¡claro está! todas esas letras absurdas como las p, b y s de septiembre, obscuro, inconsciencia, suscriptor, etc. Había tachado una p de septiembre, y en segundas pruebas me la vuelven a colar con un marginal '¡ojo!'. Volví a tacharla, y el '¡ojo!', y en vez de éste, puse: '¡Oído!'
¡Pobre Unamuno! Si exceptuamos la palabra oscuro. sus ideas ortográficas no han tenido éxito. Y no será por falta de "oído": nadie dice suscritor, muy pocos se decantan por setiembre y no está muy claro que inconciente sea exactamente igual que inconsciente.
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* Se refiere a un individuo o mozalbete que, para exteriorizar su protesta por las interminables discusiones en el Congreso, lanzó al hemiciclo una piedra, con el estrépito consiguiente. [Citado por José Martínez de Sousa, Diccionario de tipografía y del libro. Editorial Paraninfo, Madrid, 1992.]
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