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31.10.11

A pie de foto (24): La sombra siempre

          Foto de Chema Madoz


 La sombra siempre nos acompaña. Pero no siempre es nuestra sombra, ni siempre somos quien somos.
  

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26.10.11

A pie de foto (23): Punto de vista

               Foto de Alexander Rodchenko


 Lo más usual puede llegar a sorprendernos. Basta con que lo veamos desde un punto de vista inusual, si bien no siempre resulta fácil salir de nosotros mismos, ni abandonar nuestras rígidas pautas. Lo normal es que seamos esclavos de un único punto de vista. En Planilandia, ese libro tan singular de Abbot, los puntos son puntos y las líneas son líneas, pero los puntos nunca llegarán a comprender a las líneas. Pertenecen a otra dimensión… 
  

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22.10.11

“De l’eau”: un poema de Francis Ponge, traducido por Borges

En 1947, Borges publicó en la revista Sur la traducción de dos poemas de Francis Ponge, pertenecientes al libro de prosas Le parti pris des choses, publicado en 1942. Acerca de ese libro, Sartre escribió estas esclarecedoras palabras: “Yo no creo que jamás se haya ido tan lejos en la aprehensión del ser de las cosas. Aquí, materialismo e idealismo están ya fuera de tiempo. Estamos muy lejos de las teorías, en el corazón de las cosas mismas, y las vemos de pronto como pensamientos espesados por sus propios objetos.”

De los dos poemas traducidos por Borges, transcribo el que lleva por título “Del agua”. Lo tomo de Miscelánea, un extenso volumen recién publicado que reedita varios libros de crítica incidental del autor argentino (Prólogos, con un prólogo de prólogos; Borges oral; Biblioteca personal. Prólogos; Borges en Sur; Textos cautivos y Borges en El Hogar).  

DE L'EAU

Plus bas que moi, toujours plus bas que moi se trouve l’eau. C’est toujours les yeux baissés que je la regarde. Comme le sol, comme une partie du sol, comme une modification du sol.

Elle est blanche et brillante, informe et fraîche, passive et obstinée dans son seul vice : la pesanteur; disposant de moyens exceptionnels pour satisfaire ce vice : contournant, transperçant, érodant, filtrant.

À l’intérieur d’elle-même ce vice aussi joue : elle s’effondre sans cesse, renonce à chaque instant à toute forme, ne tend qu’à s'humilier, se couche à plat ventre sur le sol, quasi cadavre, comme les moines de certains ordres. Toujours plus bas : telle semble être sa devise : le contraire d’excelsior.

*   *   *

On pourrait presque dire que l'eau est folle, à cause de cet hystérique besoin de n'obéir qu'à sa pesanteur, qui la possède comme une idée fixe.

Certes, tout au monde connaît ce besoin, qui toujours et en tous lieux doit être satisfait. Cette armoire, par exemple, se montre fort têtue dans son désir d’adhérer au sol, et si elle se trouve un jour en équilibre instable, elle préférera s’abîmer plutôt que d’y contrevenir. Mais enfin, dans une certaine mesure, elle joue avec la pesanteur, elle la défie : elle ne s’effondre pas dans toutes ses parties, sa corniche, ses moulures ne s’y conforment pas. Il existe en elle une résistance au profit de sa personnalité et de sa forme.

LIQUIDE est par définition ce qui préfère obéir à la pesanteur, plutôt que maintenir sa forme, ce qui refuse toute forme pour obéir à sa pesanteur. Et qui perd toute tenue à cause de cette idée fixe, de ce scrupule maladif. De ce vice, qui le rend rapide, précipité ou stagnant; amorphe ou féroce, amorphe et féroce, féroce térébrant, par exemple; rusé, filtrant, contournant; si bien que l’on peut faire de lui ce que l’on veut, et conduire l’eau dans des tuyaux pour la faire ensuite jaillir verticalement afin de jouir enfin de sa façon de s’abîmer en pluie : une véritable esclave.

... Cependant le soleil et la lune sont jaloux de cette influence exclusive, et ils essayent de s’exercer sur elle lorsqu’elle se trouve offrir la prise de grandes étendues, surtout si elle y est en état de moindre résistance, dispersée en flaques minces. Le soleil alors prélève un plus grand tribut. Il la force à un cyclisme perpétuel, il la traite comme un écureuil dans sa roue.

*   *   *

L’eau m’échappe... me file entre les doigts. Et encore ! Ce n’est même pas si net (qu’un lézard ou une grenouille) : il m’en reste aux mains des traces, des taches, relativement longues à sécher ou qu’il faut essuyer. Elle m’échappe et cependant me manque, sans que j’y puisse grand chose.

Idéologiquement c’est la même chose : elle m’échappe, échappe à toute définition, mais laisse dans mon esprit et sur ce papier des traces, des taches informes.

*   *   *

Inquiétude de l’eau : sensible au moindre changement de la déclivité. Sautant les escaliers les deux pieds à la fois. Joueuse, puérile d’obéissance, revenant tout de suite lorsqu’on la rappelle en changeant la pente de ce côté-ci.

FRANCIS PONGE, Le parti pris des choses

DEL AGUA

Más abajo que yo, siempre más abajo que yo está el agua. Siempre la miro con los ojos bajos. Como el suelo, como una parte  del suelo, como una modificación del suelo.

Es blanca y brillante, informe y fresca, pasiva y obstinada en su único vicio: el peso, y dispone de medios excepcionales para satisfacer este vicio: contornea, atraviesa, corroe, se infiltra.

En su propio interior funciona también el vicio: se desfonda sin cesar, renuncia a cada instante a toda forma, sólo tiende a humillarse, se acuesta boca abajo en el suelo, casi cadáver, como los monjes de ciertas órdenes. Cada vez más abajo: tal parece ser su divisa: lo contrario de excelsior.

*   *   *

Casi se podría decir que el agua está loca, por esa histérica necesidad de no obedecer más que a su peso, que la posee como una idea fija.

Es verdad que todas las cosas del mundo conocen esa necesidad, que siempre y en todas partes debe satisfacerse. Este armario, por ejemplo, se muestra muy testarudo en su deseo de adherirse al suelo, y si algún día llega a encontrarse en equilibrio inestable preferirá deshacerse antes que oponérsele. Pero, en fin, hasta cierto punto juega con el peso, lo desafía: no se está desfondando en todas sus partes; la cornisa, las molduras no se prestan a ello. Hay en el armario una resistencia en beneficio de su personalidad y de su forma.

LÍQUIDO es, por definición, lo que prefiere obedecer al peso para mantener su forma, lo que rechaza toda forma para obedecer a su peso. Y lo que pierde todo su aplomo por obra de esa idea fija, de ese escrúpulo enfermizo. De ese vicio, que lo convierte en una cosa rápida, precipitada o estancada, amorfa o feroz, amorfa y feroz, feroz taladro, por ejemplo, astuto, filtrador, contorneador, a tal punto que se puede hacer de él lo que se quiera, y llevar el agua en caños para después hacerla brotar verticalmente y gozar por último de su modo de deshacerse en lluvia: una verdadera esclava.

... Sin embargo el sol y la luna le envidian esta influencia exclusiva, y tratan de mortificarla cuando, por ocupar grandes extensiones, les presenta un fácil blanco, o cuando se encuentra en estado de menor resistencia, dispersa en delgados aguazules. El sol le arranca entonces mayor tributo mayor. La obliga a un perpetuo ciclismo, la trata como a una ardilla en su rueda.

*   *   *

El agua se me escapa... se me escurre entre los dedos. ¡Y no sólo eso! Ni siquiera resulta tan limpia (como un lagarto o una rana): me deja huellas en las manos, manchas que tardan relativamente mucho en desaparecer o que tengo que secar. Se me escapa, y sin embargo me marca; y poca cosa puedo hacer en contra.

Ideológicamente es lo mismo: se me escapa, escapa de toda definición, pero deja en mi espíritu, y en este papel, huellas, huellas informes.

*   *   *

Inquietud del agua: sensible al menor cambio de declive. Que salta las escaleras con los dos pies al mismo tiempo. Que, pueril de obediencia, abandona en seguida sus juegos cuando la llaman cambiándole la dirección de la pendiente.

Traducción de JORGE LUIS BORGES
Publicado en Sur, Buenos Aires, XVI, núms. 147-148-149, enero, febrero, marzo de 1947).
Recogido en Miscelánea. Barcelona: Debols!llo, 2011.


  

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15.10.11

Los segadores (Una parábola de Unamuno)


Llegaron a segar un campo dos segadores. El uno, ansioso de segar mucho, empezó a cortar sin cuidarse de afilar la guadaña, y al poco rato, mellada y embotado el filo, derri­baba la yerba, mas sin cortarla. El otro, deseoso de segar bien, se pasó casi toda la mañana en afilar su instrumento, y al caer de la tarde ni éste ni aquél habían ganado su jornal. Así hay quien sólo se cuida de obrar sin afilar ni pulir su voluntad y su arrojo, y quien se pasa la vida en afile y pulimento, y en prepararse a vivir, le llega la muerte. Hay, pues, que segar y pulir la guadaña, obrar y pre­pararse para la obra.
Sin vida interior no la hay exterior.

Miguel de Unamuno
Vida de don Quijote y Sancho


  

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14.10.11

A pie de foto (22): Conocimiento vicario (Dos versiones)

          Foto de Desiree Dolron


1
Tan cerca moramos de nosotros mismos —tan cerca y tan lejos— que solo gracias a los demás podemos llegar a conocernos.

2
Somos tan iguales, tan distintos, y tan cerca moramos de nosotros mismos —tan cerca, tan lejos— que solo gracias a nuestros semejantes —tan iguales,
tan distintos— podemos llegar a conocernos.


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7.10.11

A pie de foto (21): Metafísica de las nubes

          Foto de Brett Weston


Nubes sinuosas, que evolucionan lentamente y en silencio se esfuman, pueblan el cielo de formas efímeras —pura nada— que invitan al ensueño.

Se cuenta (o lo he soñado) que a Giuseppe Ungaretti, grandísimo poeta, le gustaba, en su juventud, demorarse en el escrutinio de las nubes —vigilar su paso, su forma, su nada— mientras permanecía tumbado en la hierba. 

Bastante metafísica hay en no pensar en nada, decía Alberto Caeiro. No tanta, quizás, como la que hay en contemplar las nubes. Ellas nos enseñan la metafísica de lo que es y ya no es, la metafísica de la esquiva contingencia, la metafísica de la vida toda y de la muerte fugaz. La metafísica, en fin, de las nubes.


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6.10.11

A pie de foto (20): Alicia

          Retrato de Alicia Liddell, por Charles Lutwidge Dogson


Alicia Liddell, disfrazada para la ocasión de “pequeña mendiga”, luce con desparpajo sus harapos ante la cámara de Charles Lutwidge Dogson, más conocido por Lewis Carroll.

Alicia Liddell, sí, la misma Alicia que sueña mientras sestea, la musa de un hombre que era, verdaderamente, dos.

Alicia Liddell, sí, la misma Alicia que avivó la fantasía de Lewis Carroll, y alentó su prodigioso delirio.

Quizás el diácono Dogson, y el lógico y matemático Dogson, y el fotógrafo Dogson, quizás todos ellos, quizás, tengan menos de Lewis Carroll de lo que Lewis Carroll tuvo de ellos.

Quizás un mágico espejo separaba la existencia del singular Carroll y la del plural Dogson.


Carta de Lewis Carroll a Alicia Liddell,
señora de Hargreaves,
el 1 de marzo de 1885,
probablemente

Querida señora Hargreaves:

Me imagino que esta carta le llegará casi como de una voz de ultratumba, después de un silencio tan largo. Sin embargo, no se ha producido ningún cambio del que yo pueda darme cuenta en «mi» facultad del recuerdo de los tiempos en que manteníamos correspondencia. Voy apercibiéndome de lo que significa la pérdida de memoria en un hombre viejo, y me refiero a nuevas amistades (por ejemplo, hice amistad, hace unas pocas semanas, con una niña de unos doce años, con la que di un paseo, ¡y ni siquiera puedo recordar su nombre en este momento!); pero mi memoria visual de aquella que fue, a través de tantos años, mi ideal amiga-niña, es más clara que nunca. Desde aquella época he tenido docenas de amigas-niñas, pero con ellas todo ha sido diferente...
Lewis Carroll, Niñas
Barcelona: Lumen, 19782.  


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4.10.11

A pie de foto (19): Agua

          Foto de Franco Fontana


Agua: el espejo más hondo.
Narciso lo supo en su propia carne.
Su crimen fue, afirma Lavelle, preferir su imagen a sí mismo.
Crimen, o ceguera, que eclipsó su existencia y anegó su vida.

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2.10.11

A pie de foto (18): Misterio y belleza

          Foto de Ellen Kooi


A veces la belleza es extraña, extraña y misteriosa: un desafío al espíritu. Extraña belleza misteriosa.

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