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31.10.09

Una década en un segundo

Produce congoja experimentar el paso del tiempo de golpe -una década en un segundo-, como consecuencia de un encuentro fortuito con alguien a quien hace tiempo que no veíamos. Mientras vamos mentando cosas insustanciales, no puede uno dejar de pensar en lo ajado que está el otro, en lo hostil que le fue la vida, en las arrugas que los años han dejado en su cara. Pero transcurrido ese momento de estupor por la apariencia ajena, nuestro pensamiento se repliega y, como si fuera arrebatado por la voz del otro, empieza a decirnos lo ajados que estamos, lo hostil que nos fue la vida, las arrugas que los años han dejado en nuestra cara.

Si al principio hemos visto  en el otro a un ser irreconocible, enseguida lo vemos como un espejo: el espejo que nos devuelve, de una vez y sin remedio, toda la erosión del tiempo.

30.10.09

* Canción



1

No tardes, Muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.



2

Remedio de alegre vida
no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida,
que eres tú sola remedio.
Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo:
quiéreme, pues que te quiero,
y con tu venida espero
no tener vida conmigo.

JORGE MANRIQUE (¿1440?-1479): Obra completa, edición de Augusto Cortina, Espasa-Calpe, 11ª ed., Madrid, 1975.

29.10.09

El circo de los libros

Hace unas horas que oí por la radio, con la estupefacción reservada a las gilipolleces, que unos cuantos individuos pasarán -o han pasado, o están pasando- unas horas, en el escaparate de una librería, desflorando,  antes de que se ponga a la venta, la última novela de moda... Creo que las horas y los lectores son doce, como los apóstoles -aunque no lo recuerdo exactamente- o quizá diez, como los mandamientos. Esta noche no he dormido bien, y aunque no culpo a la noticia, lo cierto es que ha conseguido traerme un recuerdo de infancia: aquellos monos, de culo rojo pelado y mano inquieta, que en el foso de la antigua Casa de Fieras del Retiro, se pelaban la minga, sin pudor, ante el íntimo regocijo tímido de los asistentes. (Espero que la memoria no me traicione, pero cualquiera sabe que la memoria inventa tanto como la imaginación. Vamos, que es otra forma de imaginar lo que uno ha vivido.)

A mí la noticia del exhibicionismo lector me molesta, para qué negarlo, pero sobre todo por lo pacata que es, y por su incapacidad para rendir culto a la más rabiosa pos-posmodernidad. Alego varias razones:

1º Los lectores debieran estar desnudos. A nadie se le oculta que, desde que lo descubriera aquella jovial película inglesa que ilustraba crisis laborales y personales, desnudarse es necesario si la causa es buena (y no hay causa mala si uno se desnuda).

2º La cabeza de los lectores debería estar adornada con un casco frondoso de cables  conectados a un monitor, en el que los espectadores pudieran apreciar las evoluciones cerebrales a que daba lugar la historia. Serviría también para descubrir a los listillos que, en lugar de leer, hacían que leían. (La gente es muy capaz de hacer mucha cosas para aparentar que hacen otras. Sobre todo, supongo, la gente que está dispuesta a leer en un escaparate.)

3º Los ejemplares utilizados en la acción deberían ser donados a las grandes bibliotecas nacionales del mundo, o entregadas a una ONG para que organizara una tómbola... o... o... o... o por último...

Estas son apenas unas mínimas observaciones, pero es indudable que ante los publicistas (antaño llamados publicitarios) se abre un inmenso campo de posibilidades culturales. La publicidad se liberó hace tiempo de los viejos escrúpulos éticos acerca de si el fin justifica los medios, o no los justifica. Hoy por hoy, la publicidad no acepta límites. Y su regla de oro viene a decir algo así como: si la causa es buena (¿y qué causa no lo será?), la acción es buena.

28.10.09

Un día triste

(En el metro.) Amanece un día triste, con esa tristeza de plomo de los días lluviosos. ¡Qué tristeza tan diferente de la pura melancolía! La melancolía es suave, dulzona: el sueño de una ilusión ausente. La tristeza es áspera, ríspida. Tristeza que deja exánime, que roba el alma. Cuando me levanté, sentía en todo el cuerpo un dolor abstracto, un mal presagio, un frío desasimiento, un nudo de vida coagulada. Con el paso de las horas crece el ánimo, pero el sudario, pese a todo, me acompaña: semblante adusto y esperanza seca. (Martes, 9/12/03)

27.10.09

No pensar

Mejor es no pensar en el futuro. Mejor es no pensar. Mejor. Mejor es dejar que la música de Debussy nos seduzca, o que nos alegre la de Mozart, o que nos fortalezca la de Beethoveen, o que nos exalte la de Bach, o que nos traspase la de Monteverdi... No pensar, sobre todo no pensar lo que no puede ser pensado. No pensar en el tiempo lejano; sentir en cada impulso las espinas del tiempo. Sentir, no pensar. El futuro no admite ser pensado: pensarlo sólo añade sombras a las sombras. Pensar lo que no puede ser pensado es volver loco al pensamiento. (Viernes, 5/12/03, pero también vale para este 27/10/09.)

26.10.09

Florilegio - Declaración de intenciones

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

*"Tan t'amare, tan t'amare..."


¡Tanto amarte, amarte tanto,
amigo, tanto amarte!
Enfermaron mis ojos
y me hacen daño.


Tan t'amare, tan t'amare / habibi, tan t'amare! / enfermaron welyos gayos / y duolen tan male.

 YOSEF AL-KATIB (Yosef el escriba) - (Segundo tercio del siglo XI), en Locus amoenus. Antología de la lírica medieval de la península ibérica (latín, árabe, hebreo, mozárabe, provenzal, galaico-portugués, castellano y catalán. Edición bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2009.


25.10.09

Colmar vacíos

Todos los pecados -escribe Simone Weil- son intentos de colmar vacíos. Pero los vacíos -sacos sin fondo- son difíciles de colmar: sedientos de novedades, siempre ansían más y más, nuevas cosas, realidades distintas, inéditas diversiones o los consabidos vicios pertinaces. Pero lo mismo que si fueran ballenas hambrientas, los vacíos nunca se sacian con las migajas que nuestros humildes pecados (o redoblados errores) les procuran. Vacíos nunca llenos, ¿o acaso sí? De cada quien depende, ¿o acaso no?, puesto  que cada uno es parte del todo.

24.10.09

La niebla de los recuerdos

Amanece con niebla, leve niebla, insuficiente para desvanecernos en ella, como en el verso de Ungaretti: C'é la nebbia che ci cancella. (Nos desvanecemos en la niebla, traduce Giovanni Cantieri, y tengo la impresión de que buena parte de la magia de ese verso se desvanece inevitablemente.)

¡Ah, la niebla! ¡Cuánta metáfora! A mí, esta leve niebla me trae un recuerdo, fecundo de sonrisas: la hilarante escena de Amarcord, en la que el abuelo, perdido en la niebla, da vueltas y vueltas sin apenas moverse del sitio. ¡Cuánta desazón cómica! Aunque muchas veces hay inexactitud en lo recordado, eso no suele suceder con el propio recuerdo, siempre tan fiel a sí mismo. Porque los recuerdos son así: acomodaticios y fieramente personales. No recordamos las cosas; nosotros somos el recuerdo de lo que las cosas fueron. Pero basta ya de remedar a Perogrullo.

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¡Recuerdos! Tan felices de recordar, tan decepcionantes si queremos convertirlos en savia nueva, olvidando que los días, días como losas, dejaron su huella en nosotros, y acaso nos torcieron el gesto, y las ilusiones, y las esperanzas, y la inocencia de vivir.

¿Recuperar el tiempo pasado -¿y perdido?- gracias a los recuerdos? Sólo sería posible volando hacia el pasado, un pasado que ya no late; si es el pasado el que vuelve a nosotros, moribundo y renqueante, ese frágil pasado se rompe, se craquea. Para recordar es preciso recorrer el tiempo muerto, y avivar los mortecinos destellos que, como brasas, perduran en la memoria. Brasas que ya apenas queman, que casi no alumbran, que siempre acabamos olvidando.  Y cuando el olvido dice su última palabra, poco queda por decir.

 

22.10.09

Divagaciones de otoño

Por la mañana, árboles abolidos por el viento, que los bomberos se afanan en trocear, mientras los coches se arraciman en plena Castellana.

Las aceras se alfombran con las primeras hojas muertas, presagio de cercana calvicie. 

Por la tarde, nubes ballenáceas y blanquigrises deambulan morosamente, escoltadas por nubecillas dispersas por el pálido azul.  

Según el trasiego de nubes, aparece,  o desaparece, la luna -uña recién cortada-, brillando en el atardecer.

No cabe duda: la hora de las gargantas doloridas ha llegado.

21.10.09

Caraco o el caos

De vez en cuando, para llevarme la contraria, leo frases sueltas de Breviario del caos, de Caraco. Es curioso cómo puede llegar a atraernos aquello que nos repele. Este libro, pozo de luz y de tinieblas, es un pandemónium de ideas. Caraco, profeta de la nada, vierte en estas agónicas páginas toda su desesperanza y toda su rabia: "Hay que redefinir al hombre -escribe- y repensar el mundo, pero ya es demasiado tarde, incluso para soñar con ello." Tacharle de pesimista es puro optimismo. Caraco va más allá del pesimismo, más allá del nihilismo... Y así su discurso se convierte en sedienta guillotina. "Nuestros peores enemigos -se rebela- son aquellos que nos hablan de esperanza..." Y aunque no le falte razón, Caraco, por su parte, sólo invoca tinieblas, porque Caraco es -¡temblad "cioranes"!- el sumo sacerdote del caos, su gran profeta. Y en ese caos suyo, todo es perdición, y no es posible ni una brizna de ilusión. Hablar como habla Caraco, en un siglo XX netamente criminal, roza el delirio, el delirio cósmico. Y además de delirar, el discurso de Caraco es una velada invitación al suicidio, ese suicidio que él  ejecutó poco después de morir su padre. Este Breviario... pide ser leído en pequeñas dosis, y con espíritu homeopático, ya que si uno se excede en la medida, corre el riesgo de caer en las redes de su letal abstracción.

20.10.09

El primer paso

Toda ventura, y cualquier derrota, comienza con el primer paso. Ese primer paso en el que germina el sentido de los que vendrán después. Aunque nadie sepa adónde le llevarán sus pasos, la duda se convierte en certeza cuando uno camina de espaldas a sí mismo. En ese caso, es seguro que nos llevarán a donde nunca debiéramos haber ido.

19.10.09

Risas solitarias

Un hombre cruza el parque. Y  va riéndose. Solo.
Poco después, una mujer cruza el parque. Y va riéndose. Sola.
Risas solitarias. Tan... ¿cómo decirlo...? Tan... como amores solitarios. 

18.10.09

Agujeros negros


Hay días en que cunde la desidia, el tedio mortecino, la nada zalamera. Días en que el pulso de la vida parece no latir, y la sangre se enfría, y la ilusión claudica, y el futuro espanta. Días en que la indolencia duele mansamente.
Acontece acaso que se teme con pavor: ¿y si siempre fuera así? Pero no cabe el recelo, que nada dura para siempre. Todo se pasa, dice la mística Teresa, todo. Se pasa todo. Y así, el año se vuelve efímero y todos los días del mundo son un solo día en el devenir del tiempo.

Pues el dolor y el placer se acaban, pues la alegría y la tristeza tienen fin.
Que nada alegra con alegría eterna, que nada duele con eterno dolor.

Y si la savia del placer esconde felicidad, la savia del dolor es toda sabiduría.

17.10.09

Vivir para ver

Gustaba mi madre de repetir una frase: Vivir para ver, como decía el tío Marcelino. Ignoro si ese tío Marcelino era pariente o simple paisano, pero esa frase del tío Marcelino me acompaña desde siempre, acaso porque encierra, en su sencillez de trébol, mucha sustancia. Todo lo expresa, todo: paciencia, desencanto, sorpresa, entusiasmo, lucidez, decepción... Esa frase, escrita, permanece muda; pero si alguien la pronuncia, se abre a una pluralidad de sentidos. Es frase tan insondable que alberga en sí misma todas las intenciones posibles, a la espera de quien quiera decirla, escupirla, gruñirla, declamarla, recitarla, sobarla... Y así hasta la náusea. Vivir para ver...

13.10.09

Pan y citas

                    ... Tiempo ha largo

desque á nadie sus votos vende el

pueblo, negocios tales indolente mira.

Y el que daba otro tiempo

dictaduras, legiones, consulados,

todo en fin, de presente

guárdase dello, y róbanle sus ansias

pan y juegos de circo únicamente.

Juvenal, Sátiras, X [Traducción de Don Luis Folgueras Sion, 1817]

 

***

¡Menos pan y más impuestos!

Lewis Carroll, Silvia y Bruno. [Cito de memoria.]

 

***

Un hombre pasa con un pan al hombro.

¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

César Vallejo, "Un hombre pasa con un pan al hombro", en Poemas humanos.

 

***

De pura sed, a las criaturas se les pega la lengua al paladar; los niños piden pan y nadie se lo da.

Lamentaciones, 4, 4.

10.10.09

Jaikus

[Redactada hace tiempo, publico ahora esta entrada, ya que en dos blogs (1 y 2) que sigo habitualmente, se ha hablado, y comentado, recientemente acerca de los jaikus.]

Hay que pensárselo bien. ¿Acaso merece este mundo traidor que echemos a rodar nuevos jaikus, incluso si son rosas cortadas y no rosa viva, como es la poesía? ¿Y quién no ha perpetrado en algún momento de su vida un jaiku? ¿Acaso las palabras pesaban como plomo, o volaban como mariposas sin alas, o caían derrotadas como albatros? ¡Qué difícil es que la vida -vista con los ojos de todos los días- nos sorprenda, nos revele sus misterios, nos ilumine! ¡Y qué difícil, asimismo, poner en palabras, cuando llegue, si llega, esa iluminación!


Hay millones de jaikus. Ése no es el problema. Ni la calidad tampoco. El problema es nuestra manera de ver y no la manera de escribir. Seguramente nos falta inocencia y nos sobra presunción. Pero sin humildad en la mirada, difícil es que algo nos sorprenda. Pero ¿cómo negar a los pobres jaikus, o mejor dicho, a los jaikus pobres, su derecho a existir? Al fin y al cabo, son tan poca cosa que a nadie debieran ofender. Rosas vivas o rosas cortadas, ¿cómo condenarlos al olvido?


La dificultad del jaiku estriba, a mi parecer, en que si no brota de una emoción y de una sorpresa, ¿cómo va a emocionar?, ¿cómo va a sorprender? Y ciertamente hay jaikus que le deben más a la gelidez mental que a la sorpresa emocionada. Confiemos en que el jaiku no acabe convertido, si la poesía huye de él, en arte de notarios del verbo. Porque la poesía, como los peces, desdeña el anzuelo vacío. Quizá un jaiku debiera ser un telegrama poético -no un aforismo, no un pensamiento, no una máxima, no una greguería, no un dicho...-, un telegrama poético que dé cuenta de aquello que, por banal que sea, sorprende a nuestro espíritu, que en verdad lo sorprende. Para eludir la mecánica artesanía, un jaiku debiera ser la esencia de lo sentido y no la destilación de lo pensado. 

2.10.09

Apostilla sobre la traducción

Todo lo relativo a la traducción desprende, inevitablemente, un tufillo platónico. Refiere Borges, siguiendo a Porfirio, que Plotino se negaba a dejarse retratar con esta excusa: si soy la sombra de un arquetipo, mi retrato sería necesariamente sombra de una sombra. A la traducción le ocurre otro tanto: es la sombra de una obra. Bertrand Russell se burlaba con mucha gracia de la teoría platónica de las Ideas, y su burla nos ayuda a perfilar el tema. Venía a decir el filósofo inglés que, aunque la Idea de vaca era perfecta, inteligible, son las vacas degradadas, las vacas sensibles, las que nos dan filetes... Y, en consecuencia, seguiremos leyendo a muchos autores a los que en realidad no leemos... Pero, ¿cómo renunciar a los filetes de la vaca literaria, por imperfectos que sean? (Cambiando de tercio: ¿quién, que haya visto dobladas sus películas, sería capaz de reconocer la voz de Woody Allen? Y, sin embargo, tan acostumbrados estamos a la del actor que le dobla, que la propia voz de Allen nos parecería un fraude.) 

1.10.09

Un olvido

Me he despertado temprano, pensando en un olvido: no dije ayer de quién eran las palabras de Beckett que citaba. Enmiendo el olvido: eran de Ana María Moix. Como todo el mundo sabe, Beckett escribía en inglés y en francés, no así en español. Tampoco escribía en español Shakespeare, como es sabido, ni Séneca, ni Dostoievski, ni Machado de Assis, ni Büchner, ni Bernhard... Autores todos ellos a los que muchos hemos leído en español. Curioso misterio ése de leer lo que alguien ha escrito, gracias a unas palabras distintas a las que él usó. Y esto, que es el pan nuestro de cada día, y que tan normal nos parece, se lo debemos a esos contrabandistas de la cultura, los traductores. Ante ellos, desaparece el dilema de leer el libro en el original o no leerlo. (Si se puede leer en el original, no hay dilema.) Así, cualquier libro se convierte, ante la posibilidad de ser traducido, en muchos libros. Suele decirse que cada generación necesita traducir de nuevo a los clásicos, que de esa manera aparecen remozados, mientras que el original permanece expuesto a los rigores del tiempo y del cambio semántico. Según  parece, los Essaies de Montaigne resultan cada vez más ininteligibles para los franceses de hoy día, con lo que acabarán siendo traducidos al francés, de la misma manera que ya se vuelve necesario traducir al español el Poema del Cid. Las palabras parecen tener vida propia: cambian de significado, desaparecen por un tiempo,  mueren, resucitan acaso, iguales pero distintas...

(Hace años, una palabra, muerta muertita por estos lares, se rebeló contra su sino y, gracias a la influencia de allende los mares, volvió a la vida en la tierra que la viera nacer, siendo por un tiempo palabra fetiche. No había conversación de altura en la que no se la nombrara. Como un Lázaro déspota, se imponía con arrogancia. Pero, ay, de nuevo cayó en el olvido, y su uso se volvió otra vez obsoleto...)