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12.7.12

“El mejor cerdo de Cuatro Caminos” / Diálogo de mendigos en la iglesia de San Sebastián [Galdós, Misericordia, fragmento del capítulo III]

Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián… mejor será decir la iglesia… dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos, enfilándolos por la calle de Cañizares; con la otra al señorío mercantil de la Plaza del Ángel. Habréis notado en ambos rostros una fealdad risueña, del más puro Madrid, en quien el carácter arquitectónico y el moral se aúnan maravillosamente. En la cara del Sur campea, sobre una puerta chabacana, la imagen barroca del santo mártir, retorcida, en actitud más bien danzante que religiosa; en la del Norte, desnuda de ornatos, pobre y vulgar, se alza la torre, de la cual podría creerse que se pone en jarras, soltándole cuatro frescas a la Plaza del Ángel.
[Comienzo de Misericordia]

No he frecuentado en exceso, y lo lamento, a Galdós, don Benito Pérez. Pero nunca es tarde si la dicha es buena.
A modo de contrición por mis lagunas lectoras, vaya esta admirable página de Misericordia, una de las grandes novelas del egregio madrileño insular.  

A eso de las diez, la Casiana salió al patio para ir a la sacristía (donde tenía gran metimiento, como antigua), para tratar con D. Senén de alguna incumbencia desconocida para los compañeros y por lo mismo muy comentada. Lo mismo fue salir la caporala, que correrse la Burlada hacia el otro grupo, como un envoltorio que se echara a rodar por el pasadizo, y sentándose entre la mujer que pedía con dos niñas, llamada Demetria, y el ciego marroquí, dio suelta a la lengua, más cortante y afilada que las diez uñas lagartijeras de sus dedos negros y rapantes.

«¿Pero qué, no creéis lo que vos dije? La caporala es rica, mismamente rica, tal como lo estáis oyendo, y todo lo que coge aquí nos lo quita a las que semos de verdadera solenidá, porque no tenemos más que el día y la noche.

—Vive por allá arriba —indicó la Crescencia—, orilla en cá los Paúles.

—¡Quiá, no, señora! Eso era antes. Yo lo sé todo —prosiguió la Burlada, haciendo presa en el aire con sus uñas—. A mí no me la da esa, y he tomado lenguas. Vive en Cuatro Caminos, donde tiene corral, y en él cría, con perdón, un cerdo; sin agraviar a nadie, el mejor cerdo de Cuatro Caminos.

—¿Ha visto usted la jorobada que viene por ella?

—¿Que si la he visto? Esa cree que semos bobas. La corcovada es su hija, y por más señas costurera, ¿sabes?, y con achaque de la joroba, pide también. Pero es modista, y gana dinero para casa... Total, que allí son ricos, el Señor me perdone; ricos sinvergonzonazos, que engañan a nosotras y a la Santa Iglesia católica, apostólica. Y como no gasta nada en comer, porque tiene dos o tres casas de donde le traen todos los días los cazolones de cocido, que es la gloria de Dios... ¡a ver!

—Ayer —dijo Demetria quitándole la teta a la niña—, bien lo vide. Le trajeron...

—¿Qué?

—Pues un arroz con almejas, que lo menos había para siete personas.

—¡A ver!... ¿Estás segura de que era con almejas? ¿Y qué, golía bien?

—¡Vaya si golía!... Los cazolones los tiene en el sacristán. Allí vienen y se los llenan, y hala con todo para Cuatro Caminos.

—El marido... —añadió la Burlada echando lumbre por los ojos— , es uno que vende teas y perejil... Ha sido melitar, y tiene siete cruces sencillas y una con cinco riales... Ya ves qué familia. Y aquí me tienes que hoy no he comido más que un corrusco de pan; y si esta noche no me da cobijo la Ricarda en el cajón de Chamberí, tendré que quedarme al santo raso. ¿Tú qué dices, Almudena?

El ciego murmuraba. Preguntado segunda vez, dijo con áspera y dificultosa lengua:

—¿Hablar vos del Piche? Conocierle mí. No ser marido la Casiana con casarmiento, por la luz bendita, no. Ser quirido, por la bendita luz, quirido.

—¿Conócesle tú?

—Conocierle mí, comprarmi dos rosarios él... de mi tierra dos rosarios, y una pieldra imán. Diniero él, mucho diniero... Ser capatazo de la sopa en el Sagriado Corazón de allá... y en toda la probeza de allá, mandando él, con garrota él... barrio Salmanca... capatazo... Malo, mu malo, y no dejar comer... Ser un criado del Goberno, del Goberno malo de Ispania, y de los del Banco, aonde estar tuda el diniero en cajas soterranas... Guardar él, matarnos de hambre él...

—Es lo que faltaba —dijo la Burlada con aspavientos de oficiosa ira—; que también tuvieran dinero en las arcas del Banco esos hormigonazos.

—¡Tanto como eso!... Vaya usted a saber —indicó la Demetria, volviendo a dar la teta a la criatura, que había empezado a chillar—. ¡Calla, tragona!

—¡A ver!... Con tanto chupío, no sé cómo vives, hija... Y usted, señá Benina, ¿qué cree?

—¿Yo?... ¿De qué?

—De si tien o no tien dinero en el Banco.

—¿Y a mí qué? Con su pan se lo coman.

—Con el nuestro, ¡ja, ja!... y encima codillo de jamón.

—¡A callar se ha dicho! —gritó el cojo, vendedor de La Semana —. Aquí se viene a lo que se viene, y a guardar la circuspición.

—Ya callamos, hombre, ya callamos. ¡A ver!... ¡Ni que fuás Vítor Manuel, el que puso preso al Papa!

—Callar, digo, y tengan más religión.

—Religión tengo, aunque no como con la Iglesia como tú, pues yo vivo en compañía del hambre, y mi negocio es miraros tragar y ver los papelaos de cosas ricas que vos traen de las casas. Pero no tenemos envidia, ¿sabes, Eliseo? y nos alegramos de ser pobres y de morirnos de flato, para irnos en globo al cielo, mientras que tú...

—Yo ¿qué?

—¡A ver!... Pues que estás rico, Eliseo; no niegues que estás rico... Con la Semana, y lo que te dan D. Senén y el señor cura... Ya sabemos: el que parte y reparte... No es por murmurar: Dios me libre. Bendita sea nuestra santa miseria... El Señor te lo aumente. Dígolo porque te estoy agradecida, Eliseo. Cuando me cogió el coche en la calle de la Luna... fue el día que llevaron a ese Sr. de Zorrilla... pues, como digo, mes y medio estuve en el espital, y cuando salí, tú, viéndome sola y desamparada, me dijiste: «Señá Flora, ¿por qué no se pone a pedir en un templo, quitándose de la santimperie, y arrimándose al cisco de la religión? Véngase conmigo y verá cómo puede sacar un diario, sin rodar por las calles, y tratando con pobres decentes». Eso me dijiste, Eliseo, y yo me eché a llorar, y me vine acá contigo. De lo cual vino el estar yo aquí, y muy agradecida a tu conduta fina y de caballero. Sabes que rezo un Padrenuestro por ti todos los días, y le pido al Señor que te haga más rico de lo que eres; que vendas sinfinidá de Semanas, y que te traigan buen bodrio del café y de la casa de los señores condes, para que te hartes tú y la carreterona de tu mujer. ¿Qué importa que Crescencia y yo, y este pobre Almudena, nos desayunemos a las doce del mediodía con un mendrugo, que serviría para empedrar las santas calles? Yo le pido al Señor que no te falte para el aguardentazo. Tú lo necesitas para vivir; yo me moriría si lo catara... ¡Y ojalá que tus dos hijos lleguen a duques! Al uno le tienes de aprendiz de tornero, y te mete en casa seis reales cada semana; al otro le tienes en una taberna de las Maldonadas, y saca buenas propinillas de las golfas, con perdón... El Señor te los conserve, y te los aumente cada año; y véate yo vestido de terciopelo y con una pata nueva de palo santo, y a tu tarasca véala yo con sombrero de plumas. Soy agradecida: se me ha olvidado el comer, de las hambres que paso; pero no tengo malos quereres, Eliseo de mi alma, y lo que a mí me falta tenlo tú, y come y bebe, y emborráchate; y ten casa de balcón con mesas de de noche, y camas de hierro con sus colchas rameadas, tan limpias como las del Rey; y ten hijos que lleven boina nueva y alpargata de suela, y niña que gaste toquilla rosa y zapatito de charol los domingos, y ten un buen anafre, y buenos felpudos para delante de las camas, y cocina de co, con papeles nuevos, y una batería que da gloria con tantismas cazoletas; y buenas láminas del Cristo de la Caña y Santa Bárbara bendita, y una cómoda llena de ropa blanca; y pantallas con flores, y hasta máquina de coser que no sirve, pero encima de ella pones la pila de Semanas; ten también muchos amigos y vecinos buenos, y las grandes casas de acá, con señores que por verte inválido te dan barreduras del almacén de azúcar, y papelaos del café de la moca, y de arroz de tres pasadas; ten también metimiento con las señoras de la Conferencia, para que te paguen la casa o la cédula, y den plancha de fino a tu mujer... ten eso y más, y más, Eliseo...

Cortó los despotriques vertiginosos de la Burlada, produciendo un silencio terrorífico en el pasadizo, la repentina aparición de la señá Casiana por la puerta de la iglesia.

—Ya salen de misa mayor —dijo; y encarándose después con la habladora, echó sobre ella toda su autoridad con estas despóticas palabras—: «Burlada, pronto a tu puesto, y cerrar el pico, que estamos en la casa de Dios.»


Benito Pérez Galdós, Misericordia, frag. capítulo III.
Edición de Luciano García Lorenzo
Madrid: Cátedra, 200010.


9.7.12

Número 5 de “El Alambique”, revista semestral de poesía (Índice. Y poemas de Leopoldo Alas, Susana Benet y José Manuel Capêlo)


Acaba de aparecer el número 5 de El Alambique. Copio a continuación el índice.
Como de costumbre, Agustín Porras, el  director, propone una breve reflexión en el
Brindis de bienvenida.
Otras secciones, alguna nueva, son:
 

TIENEN LA PALABRA

Poemas de
Noni Benegas, Pedro A. González Moreno, Susana Benet, Rubén Romero Sánchez, Ángel A. López Ortega, Miguel Ferrando, Antonio Ferrández, Eduardo Moga, Mingo Messeguer, Javier Sánchez Menéndez, Pablo Núñez Díaz, Mariano Anós, Begoña Montes, Inés Ramón, Rut Sanz, Francisco Caro, Rafael Soler, Beatriz Blanco, Juan Carlos Aros Aros, Rafael Lobarte, Fernando G. Toledo y Viviana Paletta.

HOMENAJE A JOSÉ MANUEL CAPÊLO   

Coordinado por Maria do Sameiro Barroso y Ángel Guinda.
Textos de Manuel Frías Martins, Ariadne Quintella, Manuel Cándido Pimentel, Paulo Alexandre Louçao, Albano Martins, Cándido Franco, António Ramos Rosa, Ângelo Monteiro, Jo
ão Rui de Sousa, António Salvado, y Maria Azenha.  
Antología poética
de José Manuel Capêlo.
 
Selección y traducción de Ángel Guinda. 
Álbum Capêlo. 
 Fotografías.

ÁTOMOS (Máximas, sentencias, aforismos)   

Los imprescindibles 
La Rochefoucauld: Las máximas de un hombre desengañado, por Luis Valdesueiro.
Máximas de La Rochefoucauld (Selección y traducción de Luis Valdesueiro). 
Escribir al límite: el aforismo español contemporáneo 

Fernando Menéndez, por José Ramón González.
Aforismos de Fernando Menéndez.


UN BOCETO DEL NATURAL   

Cuatro poemas, por Leopoldo Alas.
Nueve poemas, por José Luis Zerón Huguet.
Tres poemas italianos, por Amador Palacios.


DISCURSOS   

Huellas becquerianas en el Moncayo, por Luigi Maráez. 

LENGUA EXTRANJERA, VERSIÓN CASTELLANA  

Poemas de Ahmad Yamani (versión de Milagros Nuin), Maria do Sameiro Barroso (versión de Ángel Guinda), Rada Panchovska (versión de Reynol Pérez Vázquez) y Casimiro de Brito (versión de Ángel Guinda).
Y VICEVERSA (Lengua castellana, versión extranjera) 
Poema de Juan Velasco (versión de Ron Hansen).

ESTA NOCHE, GRAN VELADA  

José Cereijo: el pulso íntimo de la escritura, por Javier Lostalé.

La penúltima  

¿G. A. B.?, por Agustín Porras.




Artistas invitados  
Juan Díaz, Luigi Maráez, José Manuel Capêlo y Elena Caicoya.



Contémplalo, padécelo, disfruta,
no temas, que el dolor

es efímero también;
la luz se nos concede y se nos niega
con la misma vehemencia.
Siente sin fin el calambre del mundo,
cambia de fe, de disfraz, de premisas,
que no hay nada veraz y todo es cierto
y un grito es un susurro de repente,
y por fortuna el mundo
se está acabando ahora mientras duermes.

Leopoldo Alas





HAIKUS


*
Roza el paraguas
la rama del naranjo.
Lluvia de azahar.

                                      *
                                      Sobre la acequia
                                      la telaraña atrapa
                                      rayos de sol.

                                                                           * * *
                                                                           Mientras discuten, 
                                                                           el canario en su jaula 
                                                                           canta más alto.

Susana Benet


     
SE… EN REALIDADE
Se eu tivesse tempo de ser tempo
se o tempo tivesse tempo de ser eu
talvez que o tempo fosse mais tempo
e eu tivesse tempo de ser mais eu.


SI… EN REALIDAD

Si yo tuviese tiempo de ser tiempo
si el tiempo tuviese tiempo de ser yo
tal vez el tiempo sería más tiempo
y yo tendría tiempo de ser más yo.


José Manuel Capêlo
(Traducción de Ángel Guinda)



7.7.12

La lógica española, según Villaamil

—Pues le he de decir a usted —manifestó el cesante con la serenidad de un hombre dueño de sus facultades—, que se vaya usted haciendo a la injusticia, que se familiarice con las bofetadas y se acostumbre a la idea de ver a ese piojo pasándole por delante. La lógica española no puede fallar. El pillo delante del honrado; el ignorante encima del entendido; el funcionario probo debajo, siempre debajo. Y agradezca usted que en premio de sus servicios no le limpian el comedero..., que no sé, no sé si sacar también esa consecuencia lógica.


[El cesante Ramón Villaamil, señor de Miau, al probo funcionario, y trompista de teatro, Argüelles y Mora, conocido como el padre de familia y el caballero de Felipe IV]
Benito Pérez Galdós, Miau
Edición de Francisco Javier Díez de Revenga
Madrid: Cátedra, 2000

“El reino de los cielos es de los hombres sencillos” (Puche y Justina dialogan)

Puche dice:

—Hija mía, hija mía: la vida es triste, el dolor es eterno, el mal es implacable. En el ansioso afán del mundo, la inquietud del momento futuro nos consume. Y por él son los rencores, las ambiciones devoradoras, la hipocresía lisonjera, el anhelante ir y venir de la humanidad errabunda sobre la tierra. Jesús ha dicho: “Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni allegan en trojes; y vuestro Padre celestial las alimenta...” La humanidad perece en sus propias inquietudes. La ciencia la contrista; el anhelo de las riquezas la enardece. Y así, triste y exasperada, gime en perdurables amarguras.

Justina murmura en voz opaca:

—El cuidado del día de mañana nos hace taciturnos.

Puche calla un momento; luego añade:

—Las avecillas del cielo y los lirios del campo son más felices que el hombre. El hombre se acongoja vanamente. “Porque el día de mañana á sí mismo se traerá su cuidado. Le basta al día su propio afán.” La sencillez ha huido de nuestros corazones. El reino de los cielos es de los hombres sencillos. “Y dijo: En verdad os digo, que si no os volviereis é hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”

Los martillos de la vecindad cantan en sonoro repiqueteo argentino. Justina y Puche callan durante un largo rato. Luego Puche exclama:

—Hija mía, hija mía: el mundo es enemigo del amor de Dios. Y el amor de Dios es la paz. Mas el hombre ama las cosas de la tierra. Y las cosas de la tierra se llevan nuestra paz.
“Y aconteció que como fuesen de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer, que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
”Y ésta tenía una hermana, llamada María, la cual también sentada á los pies del Señor oía su palabra.
”Pero Marta estaba afanada de continuo en las haciendas de la casa: la cual se presentó y dijo: Señor, ¿no ves cómo mi hermana me ha dejado sola para servir? Dile, pues, que me ayude.
”Y el Señor le respondió y dijo: Marta, Marta, muy cuidadosa estás y en muchas cosas te fatigas.
”En verdad una sola es necesaria. María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada.”


[Puche, viejo clérigo de cenceño cuerpo y cara escuálida, dialoga con su sobrina Justina, moza fina y blanca, novia de Azorín (Antonio), aunque no por mucho tiempo, ya que Justina elegirá entrar en religión.]
José Martínez Ruiz [futuro Azorín], La voluntad  [1902]
Edición de E. Inman Fox
Madrid: Clásicos Castalia (Narrativa siglo XX), 2010

6.7.12

A propósito de Morandi… (Sanz Lobato, Andrade y Costafreda)

 Rafael Sanz Lobato, Homenaje a Morandi, 2007


PHOTOESPAÑA2012 - Sala de exposiciones de la Fundación ONCE
c/ Recoletos, 1 -  28001 Madrid
Hasta el 31 de julio

MORANDI: UM EXEMPLO

Anoitecera. Eu falava de Morandi como exemplo de uma arte poética que, apesar da desmaterialização dos objectos e da aura de silêncio que os imobilizava na sua pureza, nâo se desvincula nunca da realidade mais comum e fremente, quando alguém me interrompeu: ―Eu conheci-o, era intretável, vivia em Bolonha com duas irmãs, quase só saía de casa para ir às putas. ―Está bem, volvi eu, se ele precisava disso para depois pintar como Vermeer e Chardin, abençoadas sejam todas as putas do céu e da terra. Amén. [21.11.84]
Eugénio de Andrade, Vertentes do olhar


MORANDI: UN EJEMPLO

Había anochecido. Yo hablaba de Morandi como ejemplo de un arte poética que, a pesar de la desmaterialización de los objetos y del aura de silencio que los inmovilizaba en su pureza, no se desvinculaba nunca de la realidad más común y trémula, cuando alguien me interrumpió: ―Yo le conocí, era intratable, vivía en Bolonia con dos hermanas, casi no salía de casa más que para irse de putas. ―Está bien, volví yo, si lo necesitaba para pintar después como Vermeer y Chardin, benditas sean todas las putas del cielo y de la tierra. Amén. [21.11.84]
Eugénio de Andrade
Vertientes de la mirada
(Trad. de Ángel Crespo)

MORANDI

Veo de esta botella
el color verde oscuro
y el esfuerzo del hombre
para fijar aquí
brevísimo y patético mensaje.

Naturaleza muerta,
retrato de sí mismo.

Alfonso Costafreda
Suicidios y otras muertes 

4.7.12

Garusia Maruyme / 6 haikus

Matsuo Bashō emprendió en 1689 un largo viaje, de más de dos años, hacia una inhóspita región del Japón. Le acompañaba su discípulo Sora. Durante los primeros meses, Bashō escribió un diario en el que recoge sus impresiones, entreveradas de haikus: Hoku no Hosomichi o Sendas de Oku, según la versión de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, o Senda hacia tierras hondas en la traducción de Antonio García Cabezas. «En este libro de Bashō —señala Octavio Paz— no pasa nada, salvo el sol, la lluvia, las nubes, unas cortesanas, una niña, otros peregrinos. No pasa nada, excepto la vida y la muerte.»

Durante algún tiempo, esa peregrinación fue seguida de cerca, y a escondidas, por unos ojos espías, los «ojos redondos» de Maruyme, antiguo discípulo de Bashō. También Maruyme escribió un diario —Naka no Hosomichi, o Sendas a los adentros donde narra la acechanza y otras peripecias, incluso eróticas. En esas páginas, Maruyme se refiere a Bashō como “el anciano”, a pesar de que solo tenía cuarenta y cinco años. El diario de Maruyme, igual que el de Bashō, abunda en haikus. Si la contenido belleza de la prosa impregna lo cotidiano de un halo poético, en los haikus perdura la esencia de los instantes únicos. El padre de Maruyme, Garusia Kiristobaru, fue supervisor imperial y murió en el incendio de Edo, en marzo de 1657. Pero antes de ser Garusia Kiristobaru fue Cristóbal García, natural de Palos de Moguer, y jesuita por más señas. La madre de Maruyme, japonesa neta y cortesana de alto rango, se llamaba Sakura Tayu.

La mixtificación está plenamente conseguida. Manuel Serrat Crespo, el traductor apócrifo, ha escrito un libro que parece de otra época, y que merece ser leído como si lo fuera: Maruyme. Diario de viaje. En la extensa introducción, el autor aduce toda suerte de informaciones que apuntalan el embeleco. El libro lo publicó, en 2004, la editorial Reverso; y, en 2009, José J. de Olañeta.

*   *   *

Para Octavio Paz, el haiku es un arte no intelectual, concreto, antiliterario. Y esto quizás no se entiende bien Occidente. Diecisiete sílabas dan para mucho, y cada cosa es lo que es, a pesar de su forma. El mejor ejemplo, el agua. Algunos haikus puede que no alcancen las diecisiete sílabas; otros, quizás no tengan de haikus sino las dichosas sílabas.

*   *   *

Al leer un haiku, el lector está solo, a la escucha de sí mismo. Un peligro cierto del haiku es que permite, con exiguo esfuerzo, dar forma canónica a lo insustancial. Y muchas veces nos embarga la incapacidad, más allá de lo puramente subjetivo, de discernir si un haiku es bueno o no lo es. Quizás nuestra manera de estar en el mundo nos veda la sutil experiencia que suponemos ha de haber en un haiku. Hoy por hoy, la prisa apenas nos deja ver las cosas; la velocidad borra el mundo bajo nuestros pies. Rousseau, avezado andarín, creía que viajar en carroza no era viajar. ¿Y qué pensar hoy? El silencio desaparece de nuestra vida, no conocemos otra noche oscura que no sea angustia, solo vemos estrellas en algún lugar fuera del tiempo. Leonardo sostenía que la poesía (¿o era la pintura?) es “cosa mental”. De ser así, el haiku no sería poesía; no al menos los haikus de aquellos poetas imbuidos de zen, y que son plenamente conscientes de su mirada. Para ellos, el haiku es la pequeña iluminación, o simple experiencia, que acaba convertida en palabras. Desde ese punto de vista, el haiku sería la respuesta al temblor de los sentidos y no un mero alarde de la inteligencia, ni un chispazo de ingenio. Los idiomas pueden traducirse, pero las mentalidades lejanas permanecen infranqueables, y resultan esquivas. Y esa frustración nos deja a veces con el deseo de ser japonés. Pero es inevitable que, al aclimatarse a otras lenguas, el haiku se vuelva distinto. También esos desajustes ayudan a reverdecer la cultura. Y, en cualquier caso, conviene no echar en saco roto la humorada de Félix de Azúa que encabeza el prólogo de Serrat Crespo: «El haiku es un asunto muy vidrioso. Se desaconseja vivamente al artista escritor que componga haikus japoneses. Ni japoneses ni de ningún otro lugar. Nada de haikus» (Diccionario de las artes).

*   *   *

Por último, elijo, de entre los haikus del diario de Maruyme, estos seis:

Manos vacías,
caminos que se abren
a las caricias.

 

Busco en las piedras
mis miradas de antaño.
Crece la hierba.

 

Envuelto en brisa
el hombre junto al lago.
Nace el silencio.

 

¿Sabiduría?
La de esta golondrina
volando en círculo.

 

Ramas de otoño,
recuerdo de un recuerdo.
Crepita el fuego.

 

Rumor de agua
y la brisa nocturna.
Falta la rana.

 

2.7.12

Presentación del n.º 5 de El Alambique

La Fundación Alambique para la Poesía tiene el placer de invitarle el jueves, 5 de julio de 2012, a las 20:30 h en la Taberna La Jara, c/ Santa María, 28 (Barrio de las Letras-Madrid) a la presentación del n.º 5 de la revista El Alambique.


Jorge Dot, Ángel Guinda y Agustín Porras abrirán el acto, al que se sumarán algunos de los poetas participantes en dicha entrega (Noni Benegas, Maria do Sameiro Barroso, Casimiro de Brito, Pedro A. González Moreno, Javier Lostalé, Amador Palacios, Viviana Paletta, Rada Panchovska, Ahmad Yamani, José Luis Zerón, entre otros) y en el que José Luis de la Vega será la voz de nuestros ya desaparecidos compañeros, a quienes homenajeamos en esta ocasión: Leopoldo Alas y José Manuel Capêlo.

www.fundacionalambique.com

1.7.12

“España, aparta de mí este cáliz”

XIV


ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

Niños del mundo,
si cae España —digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra madre con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños del mundo; id a buscarla!...


César Vallejo, “XIV. España. aparta de mí este cáliz”,
en
España, aparta de mí este cáliz
Edición de Julio Vélez
M
adrid: Cátedra, 1988