Hay erratas felices y encantadas de haberse conocido. Son las erratas perfectas, aquellas que sólo el autor descubre. Y que puede que denuncie, o puede que no. Una de esas erratas felices y perfectas adornó un artículo de Savater publicado en un suplemento dominical, entre anuncios de lo más chic. Pues bien, Savater, abochornado por los exultantes parabienes que recibía a causa de la errata (que sólo él sabía que era tal) acabó denunciándola. En este momento no sería ocioso recurrir a ese lugar común que asimila éxito y malentendido. Lamento no tener a mano el recorte, pero acudiré a mi memoria. Lo que Savater escribía, al final de su artículo, era más o menos esto: "No temáis, que no os voy a fallar", pero gracias a los duendes de la imprenta apareció lo siguiente: "No temáis, que no os voy a follar." Bestial errata que ilustra hasta qué punto podemos llegar a ser procaces sin saberlo. Pero, ¿y si Savater no hubiera denunciado el crimen? Entonces, la errata sería ferpecta, ¿o no?
1.11.09
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3 comentarios:
Pues la verdad es que me dejas pensativa. Para que pueda ser una 'errata perfecta' será condicion indispensable la credibilidad de la misma, vamos, que pudiera pasar perfectamente por una frase o pensamiento de dicho autor. En un mensaje de Benedicto, pongamos por caso (extremo, lo sé, aunque no irreverente)la errata 'cantaría' por sí sola. En el caso de Savater, parece que pasó inadvertida y que además causó sensación. El que sea del todo perfecta o no, en el caso de no denunciarla, ¿depende de lo que suscite en el autor o de lo que suscite en los lectores? Como decía al principio, aquí ando cavilando y no hallo respuesta ... esperaré que algún otro comentarista resuelva la cuestión, o lo intente.
Saludos.
Si dudó ¿fue porque no quería arruinar cierta fama de sátiro que los demás daban por sentado, o por acostado o por de pie...? A veces cierta imagen de nosotros mismos, y más si es políticamente incorrecta, nos complace de tal manera que, como el caso de los impostores famosos, nos negamos a reconocer la impostura. No tanto porque nos halague, que también, sino por la orfandad en que nos dejaría la negación.
Seguramente no te falta razón, Zim: para no ser descubierta, la errata debiera responder a las expectativas que tenemos acerca del autor. Y, en este caso, parece que Savater no traicionaba esas expectativas.
Aunque no sé si entiendo bien lo que quieres decir, Juan, es evidente que alguien puede acabar siendo esclavo de la imagen que de sí mismo quiere dar. A este respecto, conviene no olvidar la frase evangélica: no se hizo el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre...
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