“Los esclavos de Utopía no son hombres cogidos en las guerras, ni hijos de esclavos nacidos en la isla ni gente que ha sido esclava en otras naciones, sino los delincuentes, y los condenados a servidumbre forzada, o los que lo han sido en otras tierras, que el Senado de Utopía, con un pequeño dispendio, los compra para ocuparlos en trabajos viles. [...] A los esclavos que caen enfermos los asisten con gran caridad, y si hay alguno que sufre enfermedades cancerosas, ciertos ciudadanos van a hacerles compañía. Si la enfermedad es incurable y de mucho sufrimiento, los sacerdotes y magistrados confortan al paciente, haciéndole reparar [en] que encontrándose inválido, siendo molesto a todo el mundo, y a él mismo, tal vez sería preferible morir, a cuyo efecto podría quitarse él mismo la vida, o bien dejarse matar. Si el desahuciado es de la misma opinión, llega a debilitarse y a terminar por medio de ayunos, o bien una vez dormido, los médicos le quitan la vida sin hacerle sufrir; mas esto no se hace nunca sin haberlo discutido largamente, pues si el enfermo persiste en querer vivir, siempre hay quien se presta a sufrir las molestias de asistirlo en sus miserias, pues los ciudadanos de Utopía creen que ocuparse de aquella pobre gente es cosa honesta. Si alguno se mata sin el previo consentimiento del sacerdote, su cadáver no recibe sepultura, sino que es ignominiosamente arrojado a una laguna.” |
8.5.13
Esclavitud y muerte en Utopía (Un texto de Tomás Moro)
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