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16.6.10

¡Mísero sofista! (Prosigue el alegato de Maximiliano Robespierre contra el ateísmo en nombre del Ser Supremo...) [y 2]

No hace falta decir que no trato de discutir una opinión filosófica concreta, ni de negar que tal filósofo particular pueda ser virtuoso, independientemente de sus doctrinas o incluso a pesar de sí mismo, gracias a sus buenas inclinaciones o a una razón superior; sólo pretendo considerar el ateísmo como un hecho político, ligado a una vasta conspiración contra la República. ¿Qué pueden importaros, legisladores, las distintas hipótesis con que los filósofos explican los fenómenos naturales? Dejad eso para sus interminables disputas; no debéis considerar estas cosas como metafísicos o como teólogos. Para un legislador, todo lo que es útil para la generalidad es bueno en la práctica, es verdadero.

La idea del Ser Supremo y de la inmortalidad del alma es una llamada constante a la justicia, es una idea social y republicana. La naturaleza ha dado al hombre el placer y el dolor, afecciones que le resultan provechosas. La obra maestra de la sociedad sería generar en el hombre, respecto a los objetos morales, un instinto inmediato que sin la ayuda, más lenta, de la razón le impulsase a buscar el bien y evitar el mal, pues la razón de los particulares, engañados por las pasiones, es con frecuencia la de un sofista que aboga por su causa. Ahora bien, lo que produce o sustituye a ese instinto sublime, lo que suple los fallos de la autoridad humana, es la religión, que graba en las almas la idea de una sanción sobre los preceptos morales, dictada por un poder superior al hombre.

Por eso no conozco ningún legislador que haya pensado nacionalizar el ateísmo. Muy al contrario, incluso los más sabios de ellos han mezclado con la verdad algunas ficciones, sea para seducir la imaginación del pueblo, sea para ligarlo con más firmeza a las instituciones. Licurgo y Solón apelaron a la autoridad de los oráculos; el propio Sócrates, para acreditar la verdad ante sus conciudadanos, se creyó obligado a decirles que esa verdad le era dictada por una divinidad familiar.

[…]

Debemos vincular la moral a principios eternos y sacros; debemos inspirar en el hombre un religioso respeto por sus semejantes, un hondo sentimiento de sus deberes, que es la única garantía de la felicidad pública; debemos fomentarlo en todas nuestras instituciones, y la instrucción pública debe procurar prioritariamente el logro de este objetivo.

La Revolución francesa en sus textos. Estudio preliminar, traducción y notas de Ana Martínez Arancón. Editorial Tecnos, Madrid, 1989.

2 comentarios:

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Un interesantísimo documento, amigo Luis, que tiene sus luces y sus sombras, pues el legislador revolucionario no deja de instrumentalizar la religión, con un trasfondo relativista, como en la actualidad, pero a sensu contrario, en la idea de que lo considerado bueno por él para la sociedad es lo verdadero. Además, Robespierre separaba la religión de su entidad ritual e histórica instituyendo la fría abstracción de un Ser Supremo. En lo que veo que acierta es en la necesidad de una clave de bóveda ética de nuestro sistema de valores, que es lo que denigra el relativismo moral actual.
Un abrazo.

Luis Valdesueiro dijo...

Como bien dices, José Miguel, el texto tiene sus luces y sus sombras, pero da mucho que pensar. Lo curioso es que Robespierre, en cuanto político, arremete contra el ateísmo de Estado, en el que sólo ve males para la república. Pero, por otra parte, al combatir la religión tradicional se ve abocado a inventarse una "creencia" nueva, con toda la parafernalia. Se me ocurre pensar que, al dejar de lado la fe, Robespierre apela a la razón, a fin de que los individuos crean en una realidad superior y en una justicia sin tacha. Creo que tienes mucha razón cuando hablas de "una clave de bóveda ética de nuestro sistema de valores". Y en cualquier caso no conviene perder de vista el hecho de que Robespierre habla como estadista. De todos modos, José Miguel, hablo como mero aficionado. Mis conocimientos al respecto son más precarios de lo que quisiera; pero ahí está el texto, abierto a la interpretación.
Un abrazo.

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