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2.5.13

La horca de los días... Vladimir y Estragón charlan

Esperando a Godot. A veces me pregunto por el secreto de esta obra de Beckett, a la que vuelvo de vez en cuando. A partir de una anécdota nimia, tonta incluso, asistimos a unos diálogos insulsos y erráticos de dos hombres que esperan a un enigmático Godot. Pero tras esas palabras se yergue una cruel alegoría de la existencia humana, un desierto sin esperanza. Desposeída de anhelos y herida de muerte, la eterna espera se vuelve pregunta sin respuesta.
Vladimir y Estragón charlan, dicen y hacen tonterías, y en sus palabras, tan huecas, se abren abismos, ciénagas en las que -si nada lo remedia- parece inevitable hundirse. (Las formas de la banalidad cambian con el tiempo, pero la banalidad es siempre la misma.) Las palabras de Vladimir y Estragón dicen lo que dicen, y lo dicen sin mayores pretensiones, y acaso por eso acaban trascendiendo su escueto significado.

Lars Svendsen escribe en su Filosofía del tedio:

Cuando esperamos, la espera tiene un objetivo. De hecho, esperamos algo. Sin embargo, en Beckett, la espera no tiene meta alguna y, si bien los personajes de sus textos no siempre son conscientes de que su espera es vana y sin objeto, sí lo es el lector. Se trata de una espera de algo que jamás llegará.

Y añade más adelante:

Quedarse esperando un instante que no llegará jamás, en un mundo de inmanencia, carente por completo de exterior: eso es el tedio llevado a sus últimas consecuencias.

Y Beckett supo, sin duda, plasmar la exacta radiografía de ese tedio.



ESTRAGÓN . ¿Adónde iremos?

VLADIMIR. No muy lejos.

ESTRAGÓN . ¡No, no, vámonos lejos de aquí!

VLADIMIR. No podemos.

ESTRAGÓN. ¿Por qué?

VLADIMIR. Tenemos que volver mañana.

ESTRAGÓN. ¿Para qué?

VLADIMIR. Para esperar a Godot.

ESTRAGÓN. Es verdad. (Pausa.) ¿No ha venido?

VLADIMIR. No.

ESTRAGÓN. Y ahora ya es demasiado tarde.

VLADIMIR. Sí, es de noche.

ESTRAGÓN. ¿Y si lo dejamos correr? (Pausa.) ¿Y si lo dejamos correr?

VLADIMIR. Nos castigaría. (Silencio. Mira el árbol.) Solo el árbol vive.

ESTRAGÓN. (Mirando el árbol.) ¿Qué es?

VLADIMIR. EI árbol.

ESTRAGÓN. No, ¿qué clase de árbol?

VLADIMIR. No sé. Un sauce.

ESTRAGÓN. Vamos a ver. (Lleva a VLADIMIR hacia el árbol. Quedan inmóviles ante él. Silencio.) ¿Y si nos ahorcáramos?

VLADIMIR. ¿Con qué?

ESTRAGÓN. ¿No tienes un trozo de cuerda?

VLADIMIR. No.

ESTRAGÓN. Pues no podemos.

VLADIMIR. Vámonos.

ESTRAGÓN. Espera, podemos hacerlo con mi cinturón.

VLADIMIR. Es demasiado corto.

ESTRAGÓN. Tú me tiras de las piernas.

VLADIMIR. ¿Y quién tirará de las mías?

ESTRAGÓN. Es verdad.

VLADIMIR. De todos modos, déjame ver. (ESTRAGÓN desata la cuerda que sujeta su pantalón. Éste, demasiado ancho, se le cae sobre los tobillos. Miran la cuerda.) Yo creo que podría servir. ¿Resistirá?

ESTRAGÓN. Probemos. Toma.

(Cada uno coge una punta de la cuerda y tiran. La cuerda se rompe. Están a punto de caer.)

VLADIMIR. No vale.

(Silencio.)

ESTRAGÓN. ¿Dices que tenemos que volver mañana?

VLADIMIR. Sí.

ESTRAGÓN. Pues nos traeremos una buena cuerda.

VLADIMIR. Eso es.

(Silencio.)

ESTRAGÓN. Didi.

VLADIMIR. ¿Qué?

ESTRAGÓN. No puedo seguir así.

VLADIMIR. Eso es un decir.

ESTRAGÓN. ¿Y si nos separásemos? Quizá sería lo mejor.

VLADIMIR. Mañana nos ahorcaremos. (Pausa.) A menos que venga Godot.

ESTRAGÓN. ¿Y si viene?

VLADIMIR. Nos habremos salvado.

(VLADIMIR se quita el sombrero –el de LUCKY–, mira el interior, pasa la mano por dentro, lo sacude y se lo vuelve a poner.)

ESTRAGÓN. ¿Qué? ¿Nos vamos?

VLADIMIR. Súbete los pantalones.

ESTRAGÓN. ¿Qué?

VLADIMIR. Súbete los pantalones.

ESTRAGÓN. ¿Que me quite los pantalones?

VLADIMIR. Súbete los pantalones.

ESTRAGÓN. Ah, sí, es cierto.

(Se sube los pantalones. Silencio.)

VLADIMIR. ¿Qué? ¿Nos vamos?

ESTRAGÓN. Vámonos.

(No se mueven.)

 


Samuel Beckett, Esperando a Godot
[Traducción de Pedro Barceló (1960). He sustituido algunas palabras y frases, tomándolas de la traducción de Ana María Moix (1970)]

 

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