Retrato de Alicia Liddell, por Charles Lutwidge Dogson
Alicia Liddell, disfrazada para la ocasión de “pequeña mendiga”, luce con desparpajo sus harapos ante la cámara de Charles Lutwidge Dogson, más conocido por Lewis Carroll.
Alicia Liddell, sí, la misma Alicia que sueña mientras sestea, la musa de un hombre que era, verdaderamente, dos.
Alicia Liddell, sí, la misma Alicia que avivó la fantasía de Lewis Carroll, y alentó su prodigioso delirio.
Quizás el diácono Dogson, y el lógico y matemático Dogson, y el fotógrafo Dogson, quizás todos ellos, quizás, tengan menos de Lewis Carroll de lo que Lewis Carroll tuvo de ellos.
Quizás un mágico espejo separaba la existencia del singular Carroll y la del plural Dogson.
Carta de Lewis Carroll a Alicia Liddell,
señora de Hargreaves,
el 1 de marzo de 1885,
probablemente
Querida señora Hargreaves:
Me imagino que esta carta le llegará casi como de una voz de ultratumba, después de un silencio tan largo. Sin embargo, no se ha producido ningún cambio del que yo pueda darme cuenta en «mi» facultad del recuerdo de los tiempos en que manteníamos correspondencia. Voy apercibiéndome de lo que significa la pérdida de memoria en un hombre viejo, y me refiero a nuevas amistades (por ejemplo, hice amistad, hace unas pocas semanas, con una niña de unos doce años, con la que di un paseo, ¡y ni siquiera puedo recordar su nombre en este momento!); pero mi memoria visual de aquella que fue, a través de tantos años, mi ideal amiga-niña, es más clara que nunca. Desde aquella época he tenido docenas de amigas-niñas, pero con ellas todo ha sido diferente...
Lewis Carroll, Niñas
Barcelona: Lumen, 19782.
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