Durante años, al levantar la vista de la mesa de trabajo, vi una reproducción de El grito.
¡Angustioso Munch!
Después, y durante muchos años, lo que vi fue El caminante sobre el mar de nubes.
¡Apacible Friedrich!
*
Ahora, la pared está desnuda.
Y yo la miro más.
(Y a veces la veo como si fuera un cuadro: abstracto, sin marco...)
4 comentarios:
Quizás la pared no ha aguantado tanta tensión estética, Luis, y busca que la conviertan en fresco.
Un abrazo.
¿Y no te maravilla mirar ese vacío y soñar e imaginar el mundo de ideas que se abre ante ti? ¿No es el mejor de los cuadros?
Un abrazo
¿Se puede referir lo que ves o es inefable? A veces una pared blanca acaba convirtiéndose en un agujero negro, que absorbe toda la energía que se le acerca. Como no soy bloguero, o bitacórico, no puedo hacer algo que para este medio sería, creo yo, un interesante ejercicio psicológico: enumerar fríamente todos y cada uno de los objetos que nos encorchetan (sí un corchete invertido:[), teniéndonos como huésped, ¿o como prisionero?
Que la mirada se ha vuelto ascética, José Miguel, además de escéptica. Ya no busca deslumbramientos, ni en el abismo ni en las cimas.
La pared, Javier, es como un desierto en vertical. Un buen espejo donde mirarnos.
Lo que se ve, Poz, es, curiosamente, la ausencia de lo que había antes. Todavía no es posible ver lo que es, sin ver lo que había. Enseña mucha filosofía,la filosofía del cambio.
En cualquier caso, seguro que los cuatro estamos de acuerdo en una mera tautología: una pared es una pared; pero también puede que estemos de acuerdo en que una pared admite todo tipo de proyecciones.
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