El cuerpo es para el alma
prisión triste y oscura,
dichoso el que la rompe
de luz y amor en busca.
Dichoso el que a Dios sube
y en su esplendor se inunda
y confundidos arden
como dos llamas juntas.
¿Bécquer? Así lo cree, y para ello aduce las oportunas razones, mi buen amigo Agustín Porras. En su búsqueda de libros ilustrados por Valeriano, el hermano del gran poeta, ha dado con algunos títulos, entre los que destaca Abdallah o El trébol de cuatro hojas (cuento árabe), de Édouard Laboulaye, en el que aparecen unos cuantos poemas traducidos libérrimamente por un misterioso D. F. de T., presumibles iniciales de Don Fulano de Tal, máscara tras la que, según Porras, se escondería Gustavo Adolfo Bécquer.
La primera noticia sobre este hallazgo la adelantó Agustín Porras en el Diario de Sevilla el pasado 7 de febrero de 2010, y próximamente se publicará en Clarín un texto en el que tratará más extensamente el asunto. De momento, se ha publicado una "edición de urgencia" (Ediciones Olifante, col. Veruela, Zaragoza, 2010) que recoge el texto original francés de los poemas, la recreación de Bécquer y una traducción mía, apegada lo más posible al original, a fin de hacer patente lo que de creación personal y de traición al original pueda haber en la versión castellana de Bécquer.
Como ejemplo, valga el original francés del que son traducción los versos que encabezan estas palabras (y que forman parte de un poema más extenso):
Le corps n'est qu'un sépulcre; heureux qui s'en délivre,
Et tout entier s'abîme en l'amour infini!
Vivre en Dieu, c'est mourir; mourir en Dieu, c'est vivre!
(El cuerpo no es más que un sepulcro: ¡dichoso quien se libera de él / y se hunde por completo en el amor infinito! / ¡Vivir en Dios, es morir; morir en Dios, es vivir!)
Es evidente que al traductor le puede más su propio ardor poético que la fidelidad al original. A este respecto, Agustín Porras señala en el prólogo lo siguiente acerca de la traducción becqueriana:
En algunos casos, llega incluso a sustituir algunas imágenes por otras que en aquel momento le eran especialmente atractivas. Para su puesta en escena, Gustavo Adolfo huye de la consonántica rima con la que Laboulaye engarza sus versos, acudiendo a su inagotable veta popular, ofreciéndonos hermosas coplas y romances. No tienen estas sorprendentes creaciones (o recreaciones, para ser más exactos) nada que envidiarles a muchas de sus inmortales rimas, con las que guardan más que evidentes concordancias textuales.
Construidas, fundamentalmente, a base de una libre combinación de versos de siete y once sílabas, asonantados los versos pares (sólo acude al octosílabo en dos de los poemas), vemos en esta feliz colección un tropel (como le gustaba decir a Bécquer) de expresiones que les resultarán familiares a quienes conozcan medianamente su obra.
El libro de Laboulaye se publicó en Madrid el año 1869, varios años antes de la publicación póstuma de las Rimas, dato crucial a la hora de considerar la autoría de Bécquer...
2 comentarios:
Muy interesante, Luis. Espero el texto de Clarín. Y para ser "de urgencia" la edición pinta muy bien.
Un abrazo.
La edición es un primor, José Miguel. Y el contenido, sorprendente.
Un abrazo.
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