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14.6.09

Cuatro gatos, antología


Cuatro gatos es el felino título que el amigo Agustín Porras ha dado a la antología, recién publicada por Huerga & Fierro, en que acoge “otras voces fundamentales en y para la poesía española del siglo XXI”, según reza el subtítulo. Estas voces pertenecen a los siguientes poetas: Ángel Guinda, Javier Salvago, Lorenzo Martín del Burgo y María Antonia Ortega: cuatro raros creadores, según los define el antólogo, de estética muy distinta, unidos por la fidelidad a la poesía. Cada selección de poemas, que el antólogo no consultó con los poetas, viene precedida por las palabras de un poeta, buen conocedor del autor y de su obra. Así, Manuel Martínez Forega presenta a Ángel Guinda; Fernando Ortiz, a Javier Salvago; Luis Alberto de Cuenca y Amador Palacios, a Lorenzo Martín del Burgo y, por último, Mario Merlino, a María Antonia Ortega.
Como no hay antología que no pueda ser reducida a la mínima expresión, propongo, como botón de muestra, esta pequeña selección: dos poemas breves, un poema en prosa, también breve, y un soneto, tan breve como lo permiten sus catorce versos.

LOS ANILLOS DEL HUMO

Quise apresar el mundo con palabras:
Quedé atrapado en ellas.
Busqué palabras como mundos:
enmudecí.
Sin mundo, sin palabras,
persigo, en el humo, la luz.


Ángel Guinda


LA CULPA ES DE ESTE OFICIO

La culpa es de este oficio. De tanto darle vueltas
a todo, todo acaba perdiendo consistencia.
Tanto jugar con fuego, que el jugador se quema
—y nada importa si no ofrece un buen tema—.

Juro que algunas noches me habría muerto, sin pena,
de poderlo contar, después, en un poema.


Javier Salvago


LA FILOSOFÍA

ERA dulce morir abriéndose las venas,
bebiendo miel con vino en un baño templado,
cumpliendo puntualmente los decretos del hado
(el que puede morir no conoce cadenas).

Era dulce vivir a la sombra del pórtico,
oyendo el vigoroso disertar del maestro,
que el enigma disuelve con movimiento diestro.
Era dulce seguir su periplo retórico.

Era dulce aspirar la fragancia intangible
de la efímera rosa de los días fugaces,
que quedamente pasan y vuelven pertinaces,
siguiendo del eterno retorno el infalible

transcurrir. Y era dulce, era dulce y sombrío
del terrible destino amar el desvarío.

Lorenzo Martín del Burgo


NOCHE OSCURA DEL CUERPO

Tan grande es el espanto que los miembros de mi cuerpo y todos sus músculos se me antojan una tripulación asustada a bordo de una nave a la que zarandea la tormenta.
Otras veces creo oír en él el crujido de alguna madera, una puerta que golpea el viento, o los pasos sigilosos de algún visitante furtivo, tal vez los de algún ladrón.
Mi cuerpo me da miedo algunos días, como si fuese una casa abandonada con los cristales de las ventanas rotos y muchas veces saqueada, como si fuese una casa construida al borde del precipicio, como si fuese una casa que nunca hubiera servido de hogar, como si ya se hubiesen muerto todos. Mi cuerpo ya es demasiado grande para mí.


María Antonia Ortega

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