A diferencia de los Los caprichos grabados por Goya (tan tétricos, tan lúcidos, tan crueles), los Caprichos escritos por Gómez de la Serna resultan ser chispeantes, tiernos, quiméricos.
La primera edición de estos Caprichos apareció en 1925 y hasta 1956 no apareció la segunda que, según parece, era muy distinta de la primera. En 1962, meses antes de fallecer Gómez de la Serna, publicó Espasa-Calpe, en la colección Austral, una edición con casi cuatrocientos caprichos, que bien pudieran ser considerados microrrelatos. Ignoro si esta edición, que tengo a mano, coincide exactamente con la de 1956 o si incluye nuevos textos. En el “Breve prólogo” que precede a ambas ediciones, el autor se refiere así a su libro:
Éste es el libro de lo imaginario puro con algo de absurdo, contando con que lo absurdo no puede ser tonto, ni taimado, ni avieso.
Aquí están realizadas todas las pesadillas y venganzas ideales, después de rotos innumerables borradores de otras tantas.
Y aunque es tan diverso el resultado, yo tengo que exclamar ante los antagonistas como final de este introito: «¡Amigos, se hizo lo que se pudo, no los pude inventar mejores!»
La vida son estos divertimientos y después está el Cielo, pero ésa es otra inmensa cosa.
R. G. S.
Buenos Aires.
VERDADERA FALSA MUERTE DE CALÍGULA
Calígula quizá no murió así, pero debió morir así.
El bárbaro tetrarca —por ser tres veces brutal— ordenó que los que saliesen aquella noche con investidura roja fuesen muertos por sus centuriones.
El Implacable tenía aquella noche una cita proterva, y en la ofuscación de la prisa el muy idiota se olvidó de su propia orden y se embozó en la túnica roja, siendo muerto por su propia guardia al salir del palacio.
CLEPTÓMANA DE CUCHARILLAS
Era poderosa y aristocrática, pero tenía la obsesión de las cucharillas.
Es ésa una cleptomanía corriente sobre todo en los palacios reales, y por eso hubo reyes que cambiaron las de oro por otras de similor, para evitar que se llevasen tan costoso “recuerdo de S. M.”.
Poseía cucharillas de los mejores hoteles del mundo, de las casas más nobles —con el escudo en el agarradero—, y hasta algunas arrancadas a las colecciones napoleónicas.
Un día, sin poder resistir mi curiosidad, le pregunté qué se proponía almacenando tantas cucharillas.
Entonces la cleptómana me dijo en voz baja:
—Vengarme del mundo... Dejarlo sin una cucharilla... Que muevan el café con tenedor.
LAS NEGRURAS DE REMBRANDT
Ha aparecido un experto en Rembrandt que ha penetrado en el secreto de sus fondos oscuros.
En esa afición al contraste con el negro en sus grandes cuadros había algo más que una propensión al claroscuro.
Se han encontrado en esas negruras del artista misterios de su pasión, sombras agazapadas de sus sueños, un fondo de aguafuerte de sus miedos.
En esa bituminosa y abrumadora recámara de sus cuadros estaba vibrando en la luz negra el destino de sus personajes y del mismo pintor.
En su Lección de anatomía se asoman la muerte y su estado mayor sobre las personas que componen el cuadro, amparado el macabro grupo por el cortinado de negruras que paramenta el fondo.
EL LECTOR DE REOJO
Al que lee nuestro diario de reojo no le importa que le miremos con estrábica iracundia.
No es que seamos egoístas, es que ese segundo lector desconocido retarda nuestra lectura, nos hace tropezar o patinar en lo que vamos leyendo, y como además tiene ideas contrarias a las nuestras, lee de otra manera lo que lee y nos equivoca.
El lector de reojo tenía que sufrir su condigno castigo algún día, y la cosa sucedió en el tranvía 50.
Lo llevaba al lado y no lograba despegarlo ni doblando violenta y sorpresivamente mi diario, cuando de pronto se metió con más anhelo en la página, haciendo gestos de estupor.
Leía una necrología con la media foto de los jubilados, que en comparanza súbita noté que era su retrato. ¡Era su necrología! ¡Alguna vez tenía que suceder una cosa así para escarmiento de lectores entrometidos!
SEIS BARBAS DE BESUGO
El anfitrión campechano pidió a voz en grito en el comedor del figón solitario:
—¡Eh de la casa! ¡Vino, cordero y un besugo por barba!
Nadie respondía, y entonces el caballero estentóreo volvió a gritar:
—¡Lo dicho! ¡Vino, cordero y un besugo por barba!
Era disparatado pero pintoresco el buen ver de aquel conjunto de caballeros con aquellas barbas plateadas que tenían cola de pescado en la punta.
Escamadísimos y corridos se fueron de la posada misteriosa buscando la barbería en que les descañonasen de sus absurdas barbas de besugo.
EL GATO QUE VUELA
Al gato que vuela no lo suelen ver más que los trasnochadores impenitentes, y eso si no pierden de vista la perspectiva de los tejados.
El gato que vuela no es que vuele seguido en el cielo de la madrugada, porque entonces sería un gran murciélago, sino sólo hace una cosa: que salta de alero a alero atravesando la calle, como si volase.
Como los naturalistas nunca andan por las ciudades de cuatro y media a cinco de la madrugada, no han podido anotar ese salto maravilloso —más vuelo que salto— que engatuña el cielo delirante en el entrevero de la noche y el día.
SABE A MARIPOSA
Llegó a la gran bodega el supercatador, y cuando le dieron a probar el caldo rubio del jerez nuevo, dijo sin dubitación alguna:
—Esto sabe a mariposa.
Todos se quedaron perplejos porque el dictamen del supercatador era inapelable.
Por si hablaba en un sentido simbólico, le preguntaron:
—¿Y eso qué quiere decir?
—Nada, no se alarmen —repuso el genio en distinguir sabores—. Eso quiere decir que ha caído una mariposa en la gran tinaja.
Dudando de tanta sutileza, subieron en una escalera para ver si se veía la mariposa ahogada, y, en efecto, una mariposa blanca se había ahogado en el néctar rubio.
REVOLUCIÓN
Cuando la revolución está en su crepiteo más sangriento es cuando se oye gritar:
—¡A matar los pavos reales!
No sería una revolución completa y tan digna como debe ser si no se oyese ese grito que es el ex libris revolucionario:
—¡A matar los pavos reales!
Entonces la multitud se desparrama por palacios y zoológicos y no queda un pavo real vivo y con plumas.
Entonces —sólo entonces— comienza la contrarrevolución.
EL SUEÑO Y LA MUERTE
Al sentirse envarado por el sueño y la muerte se apresuró a irse a la cama.
Quería saber quién iba a llegar antes, si el sueño o la muerte, pero en mitad del pasillo cayó dormido para siempre.
El sueño y la muerte habían empatado en él su eterna jugada.
EL NEGRO CONDENADO A MUERTE
Aquel negro había tenido la avilantez de amar a una blanca y eso, en la pulcra yanquilandia, no se perdona.
Los jueces, que por algo se lavaban los dientes cuatro veces al día, pronunciaron una terrible sentencia condenatoria. El negro sería ejecutado por tres veces con macabra saña.
La noche de capilla fue aterradora para el pobre hombre empavonado, tan terrible que, cuando le llevaron a matar en la madrugada de ojos pitañosos, se había vuelto blanco.
Así como en la noche de la capilla última ha habido condenados que han encanecido por completo aun habiendo entrado pelijóvenes, el negro se había convertido en blanco.
En vista de eso, los jueces se reunieron en consejo urgente y como, al perder el color, el delito se había convertido en falta, optaron por casar a la pareja de blancos.
Ramón Gómez de la Serna, Caprichos. Madrid, Espasa-Calpe, 1962.
Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.) |