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28.3.10

*Miguel Hernández: 10 poemas (y una nota)

Miguel_Hernández

Del Cancionero y romancero de ausencias

5

En el fondo del hombre,
agua removida.

En el agua más clara,
quiero ver la vida.

En el fondo del hombre,
agua removida.

En el agua más clara,
sombra sin salida.

En el fondo del hombre,
agua removida.


14

Llegó tan hondo el beso
que traspasó y emocionó los muertos.

El beso trajo un brío
que arrebató la boca de los vivos.

El hondo beso grande
sintió breves los labios al ahondarse.

El beso aquel que quiso
cavar los muertos y sembrar los vivos.


25

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.


29

Ausencia en todo veo:
tus ojos la reflejan.

Ausencia en todo escucho:
tu voz a tiempo suena.

Ausencia en todo aspiro:
tu aliento huele a hierba.

Ausencia en todo toco:
tu cuerpo se despuebla.

Ausencia en todo siento.
Ausencia. Ausencia. Ausencia.


33

Llevadme al cementerio
de los zapatos viejos.

Echadme a todas horas
la pluma de la escoba.

Sembradme con estatuas
de rígida mirada.

Por un huerto de bocas
futuras y doradas
relumbrará mi sombra.


38

Troncos de soledad,
barrancos de tristeza
donde rompo a llorar.


57

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.


85

Qué cara de herido pongo
cuando te veo y me miro
por la ribera del hombro.


89

Enciende las dos puertas,
abre la lumbre.
No sé lo que me pasa
que tropiezo en las nubes.


101

De aquel querer mío,
¿qué queda en el aire?

Solo un traje frío
donde ardió la sangre.

************************************************

De Noticia sobre Miguel Hernández, por Juan Guerrero Zamora. Cuadernos de "Política y Literatura", Madrid, 1951.

     Fue, con la paz del 39, encarcelado y suelto y preso otra vez.
     Cuando estaba en el Penal de Ocaña, padeció una bronquitis. Creo que aquí está el comienzo mal localizado de la tuberculosis pulmonar que, en el Reformatorio de Adultos de Alicante y en enero del 42, le asaltó*. Los doctores Miralles y Barbero hicieron lo posible por salvarle, pero todo fue inútil. Tristemente, consumido por la enfermedad, con los ojos tremendamente abiertos, que no se les pudo cerrar
-según el certificado de defunción, a causa de un hipertiroidismo- murió en la madrugada del 28 de marzo de 1942. Sus últimas palabras, dolidamente estremecidas, fueron:
     -¡Ay, hija, Josefina, qué desgraciada eres!
     Reposa en un nicho del Cementerio de Nuestra Señora del Remedio, en Alicante, desde donde se ha reincorporado a la hermosura de la tierra.
     Con los ojos abiertos  vivió, cara a cara, como miran los hombres honrados, y así, con los ojos abiertos, deslumbrados por la gloria, murió, besó la tierra en su energía de aire, flor, fruto, desde donde ahora sigue cantando.
     Su memoria no cesará. Rio, cantó, amó: ese es su buen recuerdo, el que todos conservan. Su palabra seguirá aquí eternamente, para emocionar y purificar al hombre.

***

 * En enero de 1942, cuando el poeta convalecía de un paratifus B, se le declaró una tuberculosis pulmonar aguda con nutrida siembra microbial en el pulmón izquierdo. Se decidió practicarle una freniceptomía que le colapsara uno de los pulmones -el derecho ya estaba contagiado-, pero los rayos X revelaron que la naturaleza de Miguel, instintivamente, se había hecho un neumotórax espontáneo, neumo que presentaba síntomas de hipertensión, con lo que no hubo otro remedio que poner al paciente una cánula intrapleural. Existía un peligro: que la pleura se infectase, motivo de un empiema nefando. Sucedió lo que se temía, y Miguel escribió con tal motivo:

Por medio de un aparato punzante que me colocó en el costado, después de mirarme de nuevo con los rayos X, salió de mi pulmón izquierdo, sin exagerar, más de un litro y medio de pus en un chorro continuo que duró más de diez minutos.

A partir de aquí, el poeta fue un alud hacia la muerte. No obstante, mantuvo su esperanza hasta el final y el pensamiento no se le apartaba de los seres queridos. Prueba de ello es que, en vísperas de morir, trabajosamente, tradujo del inglés dos cuentos infantiles, titulados: El potro oscuro y El conejito. Un compañero los caligrafió, ilustró el libro con acuarelas, lo encuadernó luego, realizándose así la publicación, en edición artesana de un solo ejemplar, sin imprenta pero con todo el corazón, de ese libro delicioso que es la última obra de Miguel Hernández. El profundo visionario cerraba su voz con un libro infantil y candoroso, como su propia alma. Se tituló Dos cuentos para Manolillo: (Para cuando sepa leer).  El niño lo conserva.

__________
MIGUEL HERNÁNDEZ (Orihuela, Alicante, 1910-Alicante, 1942),  Obra poética completa. Introducción, estudios y notas: Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. Zero Zyx, Madrid, 1979.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

6 comentarios:

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Emocionante entrada, Luis, muy bien traída. De un lado los versos de ese libro estremecedor que es "Cancionero y romancero de ausencias", de clara inspiración en la lírica de tipo popular los que seleccionas, y de otro la fatalidad del hombre destozado por la enfermedad y por la miseria; al fondo, el amor al hijo ("ser de vuelto tan alto,tan extendido, que tu carne es el cielo recién nacido")y el librillo con los cuentos, para cuando sepa leer, en la seguridad de que él no vería ee tiempo. Muy buena entrada, Luis.
Un abrazo, Javier.

Luis Valdesueiro dijo...

Muchas gracias, Javier, por tus palabras.
Un abrazo.

Javier dijo...

Me estremezco cada vez que leo a Miguel Hernández, el niño cabrero, el hombre sin sol, el poeta del mundo y la tierra. Tiemblo y lloro... Gracias, Luis, por traerlo hoy aquí.

Un abrazo.

Juan Poz dijo...

Aun a riesgo de ser un heterodoxo en el coro de la hagiografía, ¿has leído, Luis, algo sobre la biografía desmitificadora del poeta que ha escrito y publicado Eutimio Martín? Quizás peque de iconoclasta, peo conviene achicar tópicos, estampas de santoral y santidades laicas. Dicho eso, la misma emoción de siempre al contacto con verbo tan encendido. La experiencia nos dicta, sin embargo, que ha de ponerse más de un hermoso trecho entre el autor y la obra, para que ésta no se nos desmorone cuando el conocimiento del verdadero aquél nos decepcione, como pasó con Arthur Miller y su hijo Daniel, con síndrome Down, a quien jamás quiso ver y de quien nunca quiso saber nada.

Luis Valdesueiro dijo...

Muchas gracias, Javier.


Contra la tentación hagiográfica, creo que no hay nada mejor, amigo Poz, que atenerse al gran Pascal: Ángel y demonio. Y sabido es que unas veces se hurta el "ángel" y otras se hurta el "demonio". Humanos somos.

Anónimo dijo...

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