Yo también, en años lejanos, consulté el I ching. En busca de respuestas. Abría el libro al azar y me detenía en un hexagrama, igual que acabo de hacer ahora. Aparecía, por ejemplo, el hexagrama 36, como ahora mismo: Ming I/El Oscurecimiento de la Luz. Y empezaba a leer, a la espera de algo que hablara a mi espíritu. Cuanto mayor era la ansiedad, más sonaban las palabras.
Es propicio ser perseverante en la emergencia o, dicho con otras palabras, Conviene firme constancia en tiempos dificultosos, leo. Excelente idea. Salvar los muebles, mientras sea posible.
Más adelante se afirma que en tiempo de tinieblas (¡bella expresión!) conviene ser cauteloso y reservado, lo que me trae a la memoria el dicho ignaciano: En tiempo de desolación nunca hacer mudanza.
Mientras va uno leyendo, se topa a cada paso con una norma, con una pauta de conducta que acaso cuadre con su necesidad presente. Pero todo resulta, si falta la ansiedad, un vago razonar, difuso y nebuloso. La virtud del oráculo depende del desasosiego de quien consulta. A veces, para no perecer, basta con una frase que nos empuje hacia nosotros mismos y hacia la vida. Es razonable que si nos sentimos perdidos queramos encontrarnos. Y acaso el I ching favorezca ese encuentro, ya que nos ayuda a recordar lo que teníamos olvidado.
25.9.09
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