Rubén Darío quizás estaba harto, tan harto que escribió un poema para aclarar el asunto.
DE OTOÑO
Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.
Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!
Rubén Darío quizás estaba harto, harto de que le recordaran su pasado (el tiempo de la juvenil sonrisa y la locura armoniosa), ese pasado que, como una giba, llevamos a la espalda, y que es el azogue que alumbra nuestro presente.
Rubén Darío quizás estaba harto de quienes se empeñaban en que los versos de antaño siguieran siendo su único presente.
Rubén Darío quizás estaba harto, harto del eterno retorno de lo mismo, y gritó pidiendo una gracia: “¡dejad al huracán mover mi corazón!”.
Y bien que mueve el huracán su corazón en este terrible poema, “Lo fatal”. Huracán de arrasadora poesía que nos deja plantados y expectantes, como árboles mudos ante todos los misterios.
(No me ha sido posible encontrar una versión más susurrada, pero si a ésta le quitamos un poco de altisonancia, quizás se haga justicia al inmenso poema.)
2 comentarios:
Frente a estas terribles y exactas palabras de Rubén Darío podríamos contraponer otras de José Jiménez Lozano que, quizá no nos consuelen pero que, son hermosas.
"Si has amado la belleza del mundo
desesperadamente, nunca
la cederás la polvo y la ceniza.
Desesperadamente esperas
la glorificación de la carne destruída.
Es un implacable corolario.
No pienses nunca
en el trunco destino de los hombres.
¿Acaso
escrutas con una candela ardiente
un muñeco de nieve?"
'La estación que gusta al cuco'.
Muchas gracias, Mari Carmen, por el hermoso poema de Jiménez Lozano, algo más esperanzado, o esquivo, que el de Darío. Pero es tan difícil, a pesar de todo, "no pensar nunca en el trunco destino"....
Saludos.
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