En su traducción de Tabacaria (Antología de Álvaro de Campos, de Fernando Pessoa. Madrid, Editora Nacional, 1978), José Antonio Llardent incluye la siguiente nota:
Publicado en vida del autor en la revista Presença, núm. 39, de junio de 1933. Conocemos dos versiones castellanas, ambas con el título de Tabaquería: de Octavio Paz… y de Rodolfo Alonso...
La tabacaria a que se refiere este poema era un estanco real –hoy desaparecido– situado frente a la oficina donde el poeta trabajaba como redactor de correspondencia comercial extranjera.
Por mi parte, quiero señalar que en los Poemas escogidos, de Fernando Pessoa, libro traducido por Rafael Santos Torroella, y publicado por Plaza & Janés en 1972, no figura este poema.
“Tabacaria”, de Álvaro de Campos
ESTANCO
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Esto aparte, tengo en mí todos los sueños [del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
del cuarto de uno de los millones del mundo
que nadie sabe quién es
(y de saberse quién es, ¿qué se sabría?),
dais al misterio de una calle cruzada [constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los [pensamientos,
real, imposiblemente real, verdadera, [desconocidamente verdadera,
con el misterio de las cosas debajo de las [piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las
[paredes y cabellos blancos a los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo
[por la carretera de nada.
Hoy estoy vencido, como si supiese la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto [de morir
y no tuviera más hermandad con las cosas
que una despedida, convertidos esta casa y [este lado de la calle
en la hilera de vagones de un tren, silbada [su salida
desde dentro de mi cabeza,
sacudidos mis nervios y chirriantes los huesos al arrancar.
Hoy estoy perplejo, como quien pensó y
[halló y olvidó.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
al Estanco del otro lado de la calle, como
[cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como [cosa real por dentro.
Fracasé en todo.
Como no tenía propósito alguno, todo tal vez [fuese nada.
Del aprendizaje que me dieron,
me descolgué por la ventana de las
[traseras de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Mas allí sólo encontré hierba y árboles,
y gente, cuando la había, igual a la otra.
Dejo la ventana, me siento en una silla. ¿En [qué he de pensar?
¿Qué sé yo lo que he de ser, yo, que no sé [lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tantas cosas!
¡Y tantos hay que piensan ser las mismas [cosas que no podrán serlas tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños [tan genios como yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe?, ni a [uno sólo,
ni quedará más que estiércol de tanta [conquista futura.
No, no creo en mí.
¡Hay en todos los manicomios locos [descabalados por tantas certezas!
Yo, que de nada estoy cierto, ¿soy más [cabal o soy menos cabal?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas [del mundo
no habrá a estas horas genios-para-sí-[mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y [lúcidas
—sí, verdaderamente altas y nobles y [lúcidas—,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni llegarán [al oído de nadie?
EI mundo es de quien nace para conquistarlo
y no del que sueña que puede conquistarlo, [aunque tenga razón.
He soñado más que cuanto Napoleón hizo,
he estrechado contra el pecho hipotético [más humanidades que Cristo,
he hecho en secreto filosofías no escritas [aún por ningún Kant.
Mas soy, y tal vez seré siempre, el de la [buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre tan sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen [la puerta junto a una pared sin puerta
y cantó la cantinela del Infinito en un [gallinero
y oyó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámeme la Naturaleza sobre la cabeza [ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me rebusca el [cabello,
y lo demás que venga si es que viene o ha [de venir, o que no venga.
Esclavos por el corazón de las estrellas,
conquistamos todo el mundo antes de [levantarnos de la cama;
pero despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
más el sistema solar y la Vía Láctea y lo [Indefinido.
(¡Come chocolatinas, niña,
come chocolatinas!
Mira que en el mundo no hay más
[metafísica que las chocolatinas.
Mira que las religiones todas no enseñan [más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Ojalá pudiese comer chocolatinas con la [misma verdad con que las comes!
Mas yo pienso, y al quitarles el papel de [plata, que es de hoja de estaño,
lo tiro todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero de la amargura de lo que nunca seré
[queda al menos
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico resquebrajado hacia lo Imposible.
Pero al menos consagro a mí mismo un [desprecio sin lágrimas,
noble al menos por el gesto de largueza con [que arrojo
la ropa sucia que soy al discurrir de las [cosas,
{mas no tomo nota}
y me quedo en casa sin camisa.
(Tú, que consuelas, que no existes y por eso [consuelas,
seas diosa griega concebida cual estatua viva
o patricia romana de imposible nobleza y [nefasta,
o princesa de trovadores muy gentil y [abigarrada,
o marquesa del siglo dieciocho, escotada y [distante,
o cocotte célebre del tiempo de nuestros [padres,
o qué sé yo qué moderno —no concibo bien [qué—,
todo eso, sea lo que sea que seas, ¡si puede [inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan a los espíritus invocan [espíritus, me invoco
a mí mismo, y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con [una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los [coches que pasan,
veo los entes vivos vestidos que se [entrecruzan,
veo los perros, que también existen,
y todo eso me pesa como una condena al [destierro,
y todo eso me es ajeno, como todo.)
Viví, estudié, amé, y hasta creí,
y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo [por no ser yo.
A cada uno miro los andrajos y las llagas
[y la mentira,
y pienso: quizá nunca hayas vivido ni [estudiado ni amado ni creído
(porque es posible hacer la realidad de todo [eso sin hacer nada de eso);
quizá hayas existido apenas como lagartija a [la que cortan el rabo
y es sólo un rabo removiéndose más acá de [la lagartija.
Hice de mí lo que no supe,
y lo que podía hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no [era, y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme la máscara,
la tenía pegada a la cara.
Cuando me la quité y me vi al espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía vestir el
[disfraz que no me había quitado.
Arrojé la máscara y dormí en el guardarropa
como un perro al que tolera la gerencia
por ser inofensivo.
Y voy a escribir esta historia para probar
[que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte cual cosa hecha [por mí,
en vez de quedarme siempre frente al [Estanco de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo,
cual alfombra en que un borracho tropieza
o esterilla que robaron los gitanos y no valía
[nada.
Pero el Dueño del Estanco asoma a la puerta,
[se queda en la puerta-
Lo miro con la incomodidad de tener mal [colocada la cabeza,
con la incomodidad del alma que está [malentendiendo.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará el letrero y yo dejaré versos.
Un día morirá también el letrero, y los [versos también.
Tras ese día morirá la calle donde estuvo el [letrero,
y la lengua en que fueron escritos los versos.
Después morirá el planeta girante donde [todo eso aconteció.
En otros satélites de otros sistemas algo así [como gente
continuará haciendo cosas como versos y [viviendo bajo cosas como letreros.
Siempre una cosa frente a la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo [real,
siempre el misterio de lo hondo tan [verdadero como el sueño de misterio de la [superficie,
siempre esto o siempre otra cosa, o ni una [cosa ni otra.
Mas un hombre entra en el Estanco (¿para [comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente [sobre mí.
Me semincorporo enérgico, convencido, [humano,
para intentar escribir estos versos en que [digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo mientras pienso en [escribirlos
y con el cigarrillo saboreo la liberación de [todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y gozo en este momento sensitivo y [adecuado
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es sólo [consecuencia de hallarse uno indispuesto.
Después me reclino en la silla
y continúo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, [continuaré fumando.
(Si me casara con la hija de mi lavandera
tal vez fuese feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me [acerco a la ventana.
El hombre sale del Estanco (¿guarda el [cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El Dueño del Estanco asoma a la puerta.)
Como por instinto divino Esteves se vuelve y [me ve.
Gesticula un adiós, le grito: ¡Adiós Esteves!,
[y el universo
se me reconstruye sin ideal ni esperanza, y [el Dueño del Estanco sonríe.
15 de enero de 1928
Versión de
JOSÉ ANTONIO LLARDENT