Aunque parece que amaina la cólera, esta guerra es antigua: la guerra del tabaco, una guerra que enciende los ánimos e incendia las ondas. A uno, que nunca ha sido fumador, y que ha sufrido por ello, esta guerra le pilla un tanto desapasionado, por más que le permita imaginar otros climas bélicos, y sentir el dolor de quien ve con distancia a tirios y a troyanos, y sentir el propio exilio de una realidad apasionada, demasiado apasionada.
Para no sentirme solo, me entrego, mientras escucho “Greensleeves Divisions” para laúd, a un ejercicio de asociación libre:
Humo.
Turguéniev.
Puro humo.
Cabrera Infante.
Por el humo se sabe dónde está el fuego.
El humo de los días.
Está que echa humo.
A humo de pajas.
Smog.
Humo negro.
Humo de sueños.
El humo de los días (otra vez).
Vender humo…
Y se acabó la música.
De la infancia recuerdo mi colección de cajetillas de tabaco: Paxton (mentolado, con cajita de plástico verde), Rex, Bisonte, Celtas, Ideales, Chesterfield, LM, Camel (con su oculto Manneken Pis puntillista), Record, quizás Gaulois… Guardaba la colección en un escondite secreto (fuera de casa, por supuesto), en la ladera adoquinada de un puente. Una tormenta, tan terrible como las lluvias de Ranchipur, anegó mi colección. Quizás un mentecato pudiera pensar que debo a la lluvia el no ser fumador, es decir, un pobre hombre; aunque lo cierto es que ahora, y desde hace apenas unos años, los pobres hombres (y mujeres) son otros. Los comprendo muy bien.
7 comentarios:
Yo también siento ternura por los fumadores aunque ya haga diez años que he dejado de fumar. Es un hábito horrible, pero qué hermoso es tener veinte años y poder meterse veneno puro en los pulmones cuando intentas ligar con la chica de pantalones ajustados y ojos verdes. No sé si nuestra obsesión por la salud nos llevará a morirnos en perfecto estado de revista. Las residencias están llenas de ancianos que no fumaron nunca. Quizás ahora lo lamenten.
Parece que, al margen de la salud, el tabaco ha dejado de ser un fetiche, al menos en este lado del mundo. Cada época tiene los suyos, y los impone con nuestra aquiescencia, aunque nos encadenen para siempre.
es bonito que pintes este debate con palabras poéticas, se ven las cosas de una forma diferente o, por lo menos, des de mi caso, donde este tema me hastía. Ya lo hacía antes, pero más ahora por el hecho de encontrarnos en la situación actual.
me tiemblan las piernas pensar que la gente se acuse unos a otros, que hayan insultos y malas caras, que la gente se rebele, se pegue y salga a la calle para defender o detractar un vicio de lujo y que no es básico, un veneno que mata poco a poco, que mata al quien no quiere ser muerto y que no sirve para nada más que dar riqueza al quien ya tiene demasiado
espero que este ánimo de revuelta que se huele ahora en España se contamine en otras áreas
Sin duda, Eloi, todo este revuelo pasará. Y entonces mucha gente que decida dejar de fumar, descubrirá que no hay adicciones pequeñas. Cualquier adicción es más poderosa que nosotros, y aunque la venzamos, su sombra nunca nos abandona.
Leí no hace mucho "Humo" de W. Faulkner. Humo de tabaco delator guardado en una caja. Estos humos, o su ausencia, pueden que nos vayan acostumbrando a un mayor grado de prohibiciones en nuestra vida, mecida por papá Estado.
Saludos, Luis.
A la lista de asociación libre tendría que añadir: Malos humos. Visto desde la distancia que lo veo yo, José Miguel, reconozco que, como tantas veces, hay algo de ley del péndulo, al menos en lo que se refiere a los lugares de ocio.
Saludos.
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