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21.12.09

*Góngora: Un soneto (más un sueño ajeno)

Góngora

Un sueño

Una noche tuve un raro sueño. Soñé que Góngora y Quevedo, dejando de lado odios y pullas, se reconciliaban, animados por el deseo de escribir un soneto al alimón, y por el no menos ferviente deseo de contravenir su destino.

-Yo me cuidaré de los cuartetos -dijo don Luis-. Quisiera tener esa libertad, sin necesidad de apelar a razones; si no fueran razón suficiente los años que he vivido de más.

-Queden para mí los tercetos  -consintió Quevedo-. Desenvainaré la pluma, y con dos mandobles remato la faena.

Góngora concluyó con presteza su parte. Cuando don Francisco leyó los cuartetos, torció el gesto, pensativo. "Esto  no hay cristiano que lo enderece", dijo para sus adentros.  Tanta estragada y críptica belleza le sofocaba el ánimo. Cuando tomó la pluma, la rabia se amotinó en sus dedos, y vertió en sus palabras la fiereza del dolor.

Hasta aquí el sueño. Lo cierto es que el soneto lo escribió Góngora en los años finales de su vida, años de quebrantada salud y agobiante pobreza, años de sufrimiento. Es un soneto que, bien mirado, parece un centauro de soneto. Quizá pensaba algo así Salcedo Coronel, cuando afirmaba que era "uno de los más sentenciosos y elegantes sonetos que escribió don Luis". Elegante y sentencioso: Góngora y Quevedo, en mi sueño.

LUIS VALDESUEIRO

29 de agosto de 1623

DE LA BREVEDAD ENGAÑOSA DE LA VIDA

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta,  
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días, 
los días que royendo están los años.

LUIS DE GÓNGORA (1561-1627), Sonetos completos. Edición, introducción y notas de Biruté Ciplijauskaité. Clásicos Castalia, Madrid, 2ª ed., 1975.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

20.12.09

Profecía

Quien no fue feliz alguna vez, nunca lo será.

18.12.09

*Nasrudín: Historias

¿Me explico?

Nasrudín estaba echando puñados de migajas alrededor de su casa.

Alguien le preguntó: -¿Qué está haciendo?

-Mantengo alejados a los tigres.

-Pero si en estos lugares no hay tigres.

-Así es. Es efectivo, ¿verdad?

Aquí hay más luz

Alguien vio a Nasrudín buscando algo en el suelo.

-¿Qué has perdido, Mulá? -le preguntó.

-Mi llave -dijo el Mulá.

Fue así que ambos se arrodillaron para buscarla.

Después de un rato, el otro hombre preguntó:

-¿Dónde se te cayó, exactamente?

-En mi casa.

-Entonces, ¿por qué buscas aquí?

-Hay más luz aquí que dentro de mi casa.

Enciende la vela

Nasrudín estaba sentado conversando con un amigo cuando caía la noche.

-Enciende una vela -dijo el amigo-, pues ya ha oscurecido. Encontrarás una a tu izquierda.

-¡Tonto! ¿Cómo puedo distinguir mi izquierda de mi derecha en la oscuridad? -preguntó el Mulá.

Él sabe la respuesta

Un toro que pertenecía a un turcomano, rompió la cerca de la finca de Nasrudín y regresó al trote a la casa de su dueño. Nasrudín lo siguió y comenzó a azotarlo.

-¡Cómo se atreve usted a apalear a mi toro! -rugió enfurecido el turcomano.

-¡Usted no se meta! -dijo Nasrudín-. Él sabe por qué. El asunto es entre nosotros dos.

Clases de días

Un hombre detuvo a Nasrudín y le preguntó qué día de la semana era.

-No sabría decirle -contestó el Mulá-. Soy forastero. No sé qué días de la semana tienen aquí.

Todo lo que se necesita

Un monarca cruel e ignorante que había oído de los poderes de Nasrudín, le dijo:

-Si no pruebas que eres un místico, te mandaré colgar.

Rápidamente, Nasrudín contestó:

-Veo cosas extrañas: un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra.

-¿Cómo puedes ver a través de objetos sólidos y ver a tanta distancia en el cielo?

-Todo lo que se necesita es miedo -contestó el Mulá.

IDRIES SHAH, Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudín. Traducción de Manuel Guerra. Ediciones Paidós, Barcelona, 2ª reimpr., 1990.

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17.12.09

Casualidades

Haberlas, haylas. Y no son meigas, que son casualidades, coincidencias fortuitas que parecen esconder (o eso creemos) un sentido oculto. Voy al caso. El pasado lunes colgué en el blog (me pregunto si este verbo patibulario es el apropiado) una selección de los Dichos de san Juan de la Cruz. Un día después descubrí, ¡oh, casualidad!, que el lunes había sido el aniversario de la muerte del santo. Hacía tiempo que tenía preparados esos textos, igual que otros. ¿Por qué los colgué ese día? Pura casualidad. Pero quien estuviera al tanto del aniversario, pudiera pensar que se trataba de una elección. Una simple casualidad, pues, y un buen tema de reflexión, si elevamos la anécdota a categoría criminal: qué difícil es demostrar la inocencia, cuando nadie te cree y los hechos (o su interpretación) hablan en tu contra. Recientemente se ha dado algún caso de ese tenor. Y ante tal situación, un inocente siempre queda inerme. El culpable está mejor pertrechado: puede mentir, reírse, engañar, incluso ciscarse en la sociedad... El inocente sólo cuenta con la verdad, y una verdad que no es creída, de poco sirve: prisionero de ella, incluso el inocente puede acabar lleno de dudas. El culpable puede negar la realidad; el inocente, no, y ése es su sino. Porque a veces es más fácil a los culpables zafarse de la justicia que a los inocentes. Cosas de la vida y, a veces, de las casualidades.

16.12.09

Burlas del tiempo

A veces, uno piensa: ¡Qué lejos queda ya aquello que creíamos que nunca llegaría! Lo amable de la vida, lo ingrato. Las cosas vividas dormitan en la memoria, mientras el tiempo vivo ni duerme ni descansa.

A veces, engañado por la fantasía, uno cree que no ha llegado lo que ya dejó de ser. La imaginación se divierte jugando con los deseos y azuzando los temores. Los deseos pujan, los temores frenan. ¿Quién puede ser libre, quién vive sin temor, como quería Spinoza?  A veces, es tan grande el temor que llegamos a temer lo que queremos. Quien lo ha vivido, lo sabe. Para el resto, no hay sombra en el deseo, todo es luz.

A cada momento, el tiempo se ríe de nosotros, con su risa sardónica de días y de noches.

15.12.09

Don Quijote busca halagos

Don Quijote 
Después de la lucha con el vizcaíno, Don Quijote, ávido de reconocimiento, sonsaca a Sancho: "Pero dime por tu vida: ¿has visto más valeroso caballero que yo en todo lo descubierto de la tierra? ¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío en acometer, más aliento en el perseverar, más destreza en el herir, ni más maña en el derribar?"
Y Sancho le contesta con llaneza: "La verdad sea que yo no he leído ninguna historia jamás, porque ni sé leer ni escribir, mas lo que osaré apostar es que más atrevido amo que vuestra merced yo no le he servido en todos los día de mi vida..." (I, x.)

14.12.09

*San Juan de la Cruz: Dichos de luz y amor

San Juan de la Cruz 

AUTÓGRAFO DE ANDÚJAR

7. El alma sola, sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón encendido que está solo; antes se irá enfriando que encendiendo.

15. Niega tus deseos y hallarás lo que desea tu corazón: ¿qué sabes tú si tu apetito es según Dios?

34. Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él.

59. A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición.

71. Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.

PUNTOS DE AMOR

96. El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa.

112. Cinco daños causa cualquier apetito en el alma: el primero, que inquieta; el segundo, que la enturbia; el tercero, que la ensucia; el cuarto, que la enflaquece; el quinto, que la oscurece.

120. Las condiciones del pájaro solitario son cinco. La primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente. Las cuales ha de tener el alma contemplativa que se ha de subir sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen, y ha de ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que haciéndolo así, se haga más digna de su compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la contemplación y amor de su Esposo.

124. Desasida de lo exterior, desaposesionada de lo interior, desapropiada de las cosas de Dios, ni lo próspero la detiene ni lo adverso la impide.

153. Procure conservar el corazón en paz; no le desasosiegue ningún suceso de este mundo; mire que todo se ha de acabar.

OTROS AVISOS

171. Quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo.

175. Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo.

185. De trabajos, cuanto más mejor.

SAN JUAN DE LA CRUZ (1542-1591), Dichos de luz y amor, en Obras completas. Revisión textual, introducciones y notas al texto de José Vicente Rodríguez. Editorial de Espiritualidad, Madrid, 3ª ed., 1988.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

La hormiga y la cigarra (y la mosca también)

Hormiga 

Que la hormiga es hacendosa, lo sabe el más simple. Que la cigarra es cantarina, resulta evidente. Ah, la pobre hormiga, apocada, laboriosa y estoica. Ah, la jovial cigarra,  gozadora, divertida y epicúrea.

La jovial cigarra no tiene ojos para el futuro, busca el placer del instante. No ve más allá de su puro deseo, ni admite dilaciones entre el querer y el tener. Y si por casualidad su mirada se tropieza con la hormiga, siente pena de ella, la compadece por vivir azacaneada y, a su manera, libre. "No sabe vivir -se dice la cigarra-. Vivir es otra cosa. Vivir es disfrutar, gozar. Vivir es vivir."

La estoica hormiga, por su parte, de tan atareada como está, no tiene ojos, ni casi oídos, para la cigarra. Esta hormiga puede que sea la misma  que paró los pies a una mosca presuntuosa y repipi: que si me detengo en los altares..., que si recorro los templos..., que si soy la primera en probar las vísceras para los dioses... La mosca llegó a jactarse de que se posaba en la cabeza del rey. Mientras la escuchaba, la hormiga pensó que tampoco despreciaría sus excrementos. Para quitársela de encima,  le hizo ver el asco con que era acogida en todos los sitios, y cómo era espantada de todos los lugares. Pero lo que peor sufría la hormiga era que la mosca se ufanase de no trabajar. "Por eso, cuando es menester, nada tienes", le hirió con la cerbatana de palabras. En el verano, piensa la hormiga, la puta mosca se da festines de mierda y no para de incordiar; menos mal que en invierno calla, encogida por el frío. 

Y es que el invierno siempre llega. Y la cigarra acaba mirando a la hormiga con inquina. Con inquina y con envidia. Con envidia y con odio. Porque la cigarra odia a la hormiga como si fuera la causa de sus males, como si pusiera palitroques en la rueda de su existencia. Y la hormiga, tan ajena a lo insustancial de la vida, no deja de sentir el odio que cae sobre ella. Y a veces tiene algún atisbo de reflexión, pero enseguida lo acalla, y vuelve a la tarea. Ella no odia, ni desprecia, pero sufre el odio y el desprecio. Sabe que a pesar de ser hormiga, puede acabar siendo chivo, expiatorio. Pero -se pregunta, si alguna vez desfallece-, ¿por qué culpar a los otros de los frutos de nuestra desidia? En ocasiones, la hormiga no entiende nada. Sabe que la libertad es un don que exige mucho. Y ella se afana por estar a la altura de ese don. Sabe que, como dijo el poeta, el ocaso es igual en Lisboa y en Estambul. La hormiga anda mucho y viaja poco. Y quizá se equivoque. En ocasiones se siente mezquina, y no siempre está a la altura de la realidad, encerrada como vive en una libertad que no le debe nada a nadie. Tal vez sea un poco misántropa, aunque en hormiga. Pero lo cierto es que sus ojos sólo le sirven para ver. Y nada más. Ni lanzan rayos de deseo, ni despiden fuegos de envidia. Lo dicho: ojos para ver, y nada más. No obstante, si llega el caso, la hormiga es muy capaz de odiar y despreciar, porque en la botica de los sentimiento cualquier remedio vale. Pero lo que no comprende la hormiga, bajo ningún concepto, es que la cigarra le culpe de sus males. A veces escucha, de soslayo, terribles palabras, escupidas  con asco. La laboriosa hormiga, presa de sus afanes, se entrega a los días, sabedora de que el tiempo da vueltas y revueltas, y que ella, hormiga humilde, apenas tiene, para vivir la  vida, el deseo de vivir lo que la vida quiera darle.

12.12.09

Paradojas verbales

Abstemio como era, le encantaba la palabra dipsomanía, y despreciaba a los burdos borrachos, que traicionan la ebriedad apolínea. 

*    *    *

Rendido hipocondriaco, le seducían los nombres de escogidas enfermedades: erisipela, ictericia, malaria... El nombre de otras, con buen sentido, le horrorizaba: son nombres que pellizcan la memoria de los seres vivos.  

10.12.09

*Cecco Angiolieri: Sonetos de "escarnio y maldecir"

LXXXVI

S'i' fosse foco, arderei 'l mondo;
s'i' fosse vento, lo tempesterei;
s'i' fosse acqua, i' l'annegherei;
s'i' fosse Dio, mandereil'en profondo;

s'i' fosse papa, sare'allor giocondo
che tutti cristïani imbrigherei;
s'i' fosse 'mperator, sa' che fare?
A tutti mozzarei lo capo a tondo.

S'i' fosse morte, andarei da mi' padre;
s'i' fosse vita, fuggirei da lui:
similemente farìa da mi' madre.

S'i' fosse Cecco, com'i' sono e fui,
torrei le donne giovani e leggiadre:
e vecchie e laide lasserei altrui.

Si fuese fuego, quemaría el mundo;
si fuese viento, lo arrasaría;
si fuese agua, lo inundaría;
si fuese Dios, lo enterraría.

Si fuese papa, sería yo cachondo,
porque a todos los cristianos metería en líos;
si fuese emperador, ¿sabes qué haría?
Les cortaría a todos la cabeza de cuajo.

Si fuese muerte, iría a por mi padre;
si fuese vida, huiría de él:
lo mismo haría con mi madre.

Si fuese Cecco, como soy y fui,
me llevaría las mujeres jóvenes y bellas:
y las viejas y feas dejaría a los demás.

CII
[A Dante Alighieri]

Dante Alighier, s'i' so bon begolardo,
tu mi tien' bene la lancia a le reni;
s'eo desno con altrui, e tu vi ceni;
s'eo mordo 'l grasso, tu ne sugi 'l lardo;

s'eo cimo 'l panno, e tu vi freghi 'l cardo:
s'eo so discorso, e tu poco raffreni;
s'eo gentileggio, e tu misser t'avveni;
s'eo so fatto romano, e tu lombardo.

Si che, laudato Deo, rimproverare
poco pò l'uno l'altro di noi due:
sventura o poco senno cel fa fare.

E se di questo vòi dicere piùre,
Dante Alighier, i' t'averò a stancare;
ch'eo so lo pungiglion, e tu se' 'l bue.

Dante Alighieri, si soy tan charlatán,
tú bien me vas pisando los talones;
si yo como con otros, cenas tú;
si muerdo sebo, tú chupas tocino;

si yo maldigo, más criticas tú:
si yo exagero, tú poco te frenas;
si yo soy noble, tú señor resultas;
si yo me he hecho romano, tú lombardo.

Así que, gloria a Dios, reprochar poco
puede uno a otro de nosotros dos:
pena y poco sentido así nos hacen.

Y si de esto dijeras tú más cosas,
Dante Alighieri, yo te cansaré;
porque yo soy el aguijón y tú el buey.

CECCO ANGIOLIERI (1260-1312?), Cancionero. Introducción, traducción y notas de Ángel Guinda. Olifante, Zaragoza, 1990.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

9.12.09

La poesía moderna, según Ricardo Reis

La poesía moderna, declaraba Ricardo Reis, es una poesía de masturbadores. Lo chocante de la expresión no le resta validez crítica, antes al contrario. La frase da en el blanco del narcisismo. El masturbador busca su placer, con autosuficiencia en la búsqueda; y pone todo su empeño en sacar de sí mismo -a base de método, estudio y dedicación- lo que de otro modo no sabría. Pero es evidente que nadie puede obligarse a sentir lo que no siente. En ese empeño, siempre hay traición, burla del sentir. Tristes masturbaciones en las que el placer es desbancado por la férrea voluntad, tristes. En la búsqueda de nosotros mismos, a veces llegamos a encontrar al que no somos. Triste invierno de los sentimientos, si apenas son el rescoldo de lo vivido, tristes. ¿Por qué la poesía, tan esquiva con el adulto, seduce al joven? ¡Quién lo sabe! Pero si no es ésa la realidad, lo cierto es que lo parece. Quizá pudiéramos encontrar ahí  una explicación al hecho de que los sentimientos más veraces acaben convertidos, con el paso del tiempo, en burdo sentimentalismo de cartón piedra. (Miércoles, 17/12/03).

8.12.09

¿Cuándo se acaba un cuadro? o sobre el estilo

Cervantes Creo que fue Paul Valéry quien se planteó esta pregunta, quizás en Tel quel, pero no estoy seguro. La pregunta es muy pertinente, y va más allá de la pintura. Cualquiera que haya tenido veleidades pictóricas, o cualquier clase de veleidades, comprenderá su importancia. En una época -que duró meses- me dio por embadurnar lienzos. Aunque tuvieran la pretensión de ser cuadros abstractos, creo que ni siquiera eran cuadros. Del lienzo inmaculado a la obra acabada, sólo había un paso, y yo lo daba con inaudita alegría, aunque a veces me planteaba añadir más y más colores llevado por el deseo barroco de no dejar ningún resquicio. El asunto remedaba el juego de las siete y media. Y muchas veces descubría que me había pasado, y que no había vuelta atrás.
Estas nimias digresiones me las ha sugerido la relectura de un corto artículo de Azorin, "Corregir el estilo", publicado en Con permiso de los cervantistas. El maestro Azorín concluye citando un revelador aforismo de Nietzsche, "Corregir el pensamiento". Afirma el  filósofo errante: Corregir el estilo es corregir el pensamiento. ¡Nada menos! Quien no lo comprenda enseguida no lo comprenderá nunca. Comienza Azorín el artículo declarando que Cervantes se abandona -en la vida y en el estilo-,  y que ese abandono, esa dejadez y esa negligencia nos lo hace simpático. Llega un momento en la vida en que Cervantes se abandona, dice el pequeño filósofo. (Quizá sea ese abandono, tan alabado por Azorín, el que horrorizaba a Borges.)
Tenemos, pues, a un Cervantes que se deja llevar por el abandono, un Cervantes nada tiquismiquis, un Cervantes que escribe hacia adelante, sin mayores preocupaciones. Ni añade adornos, ni resta descuidos. Palabra que escribe, palabra que queda. No corrige su estilo y ese estilo es él mismo. Para ilustrar el abandono cervantino, Azorín trae a colación el Cervantes de Ricardo de Rojas. Dedica el autor una parte del libro a estudiar el estilo de Cervantes. Usurpa Rojas un párrafo del Quijote:
El ventero, que como está dicho, era un poco socarrón, y ya tenía barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oírle semejantes razones, y por tener que reír aquella noche, determino de seguirle el humo.
Y acto seguido emprende la tarea de corregir a Cervantes:
El ventero, como está dicho, era un poco socarrón. Tenía ya barruntos sobre la locura de su huésped, y acabó de creerlo cuando le oyó semejantes razones. Por divertirse aquella noche, dispuso seguirle el humor.
Ante semejante osadía, Azorín -para acabar de retorcer el pescuezo al absurdo- ofrece su ceñida versión:
El ventero -está dicho-, un poco socarrón, con barruntos sobre la locura de su huésped, se afianzó en su idea al escucharle: por divertirse aquella noche, le siguió el humor.
Asustado por el resultado del experimento, Azorín se pregunta: ¿Y Cervantes, con su simpático abandono? ¿Dónde ha quedado el abandono de Cervantes?
Es evidente que el mismo libro, leído en época distinta, dice cosas distintas (como demostró Pierre Menard); pero asimismo es evidente que cualquier autor puede ser traducido a nuestro estilo, aun a riesgo de dejar de ser quien era. Y es que hay múltiples maneras de pintar lo mismo, aunque cada una sea distinta, y sólo una la original. 

6.12.09

*Kierkegaard: Diapsálmata

       kierkegaard_soren                                                          

Se dice que en la vejez se realizan los sueños de la juventud. Esto se ve muy bien en el caso de Swift. En su juventud construyó un manicomio y se encerró en él los últimos años de su vida. [11]

Yo digo de mis penas lo que los ingleses dicen de sus casas: mi pena is my castle. Muchos hombres consideran que tener penas es una de las comodidades de la vida. [15]

¡Ay, la puerta de la dicha no se abre hacia dentro! Por eso de nada sirve empujarla violentamente para forzarla. No, la puerta de la dicha se abre hacia fuera, y en este sentido no hay nada que hacer. [21]

Divido mi tiempo de la siguiente manera: la mitad lo paso durmiendo, la otra mitad soñando. Y cuando duerno no sueño nunca. Sería una lástima, pues dormir es la mayor de todas las genialidades. [42]

Ser un hombre completo es lo más grande que hay. Acaban de salirme unos juanetes, algo es algo. [43]

Mi alma está tan pesada que ya no existe una sola idea que pueda auparla, ni siquiera un golpe de alas cualquiera que la ponga en el aire otra vez. Si se mueve, lo hace a ras de tierra, como los pájaros que huyen rasantes en cuanto se anuncian los primeros síntomas del huracán. Sobre mi íntima esencia se ciernen un abatimiento y una angustia que barruntan un terremoto. [49]

¡Miserable destino! En vano adornas tu arrugado rostro como una vieja ramera, en vano metes ruido con cascabeles de bufón. De cualquier manera me repugnas, porque siempre eres el mismo, absolutamente el mismo. Nunca un cambio, siempre aplastándonos y reconociéndonos. ¡Venid, sueño y muerte! Vosotros no prometéis nada y lo cumplís todo. [52]

ALTERNATIVA. Una conferencia extática                                                                     Si te casas, te arrepentirás; si no te casas, también te arrepentirás. Te cases o no te cases, lo mismo te arrepentirás. Tanto si te casas como si no te casas, te arrepentirás igualmente. Si te ríes de las locuras del mundo, lo sentirás; si lloras, también lo sentirás. Las rías o las llores, lo mismo lo sentirás. Tanto si las ríes como si las lloras, lo sentirás igualmente. Si te fías de una muchacha, lo lamentarás; si no te fías, también lo lamentarás. Te fíes o no te fíes, lo mismo te lamentarás. Tanto si te fías como si no te fías, lo lamentarás igualmente. Si te ahorcas, te pesará; si no te ahorcas, también te pesará. Te ahorques o no te ahorques, lo mismo te pesará. Tanto si te ahorcas como si no te ahorcas, te pesará igualmente.             Este es, señores, el resumen de toda la sabiduría de la vida. (...) [81]

He aquí mi desgracia: a mi lado camina siempre un ángel exterminador, y yo no marco con sangre la puerta de los elegidos como señal para que él pase de largo, sino que marco la puerta de aquellos que él va buscando..., pues sólo el amor de los recuerdos es dichoso. [84]

Me ha acontecido algo maravilloso. Fui arrebatado al séptimo cielo. Allí, sentados en sus tronos, estaban reunidos todos los dioses. Y, por especial gracia, me concedieron el favor de que les pidiese algo. "¿Qué quieres?, me dijo Mercurio. ¿Quieres juventud, belleza, poder, una larga vida, la más hermosa de todas las muchachas, u otra cualquiera de las mil maravillas que tenemos guardadas en nuestra buhonería? ¡Ea, escoge, pero solamente una cosa!" En el primer momento me quedé de una pieza, mas recuperándome en seguida, me dirigía a los dioses y les dije: "Venerables contemporáneos, ésta es la cosa elegida: que siempre tenga la risa de mi parte." Ni siquiera uno de los dioses contestó una palabra, al revés, todos se echaron a reír. Y de ello saqué yo la conclusión de que mis súplicas habían sido atendidas. Me pareció, además, que los dioses no podían haberse expresado con mayor finura y que lo impropio habría sido que me hubiesen contentado seriamente: "¡Concedido!" [90]

SOREN KIERKEGAARD, Diapsálmata. (Obras y papeles de Soren Kierkegaard. VIII. Estudios estéticos I. Diapsálmata y el erotismo musical.) Traducción directa del danés por Demetrio Gutiérrez Rivero. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1969.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

4.12.09

Apariencias

Él abrió la puerta. Ella, la desconocida, le sorprendió con una pregunta absurda. Parecía perdida, extraviada en su conciencia. Hablaba oscuramente, y se ponía roja, como el color. Imposible saber lo que quería. Callaba, y se oía su sufrir. Inesperadamente, se bajó la cremallera del chaquetón y dijo:

-Yo soy un hombre.

Él, con la mirada fija en el crucifijo, que caía por el tobogán de los senos, asintió con la cabeza. Le sorprendió su flema, en consonancia con lo que recomendó el poeta imberbe: hay que ser absolutamente moderno. Y él lo fue, qué duda cabe. No sé dejó enredar por las burlas de la realidad. En consecuencia, no dijo nada, aceptación pura. Mientras, él, la mujer que decía ser hombre, se hundía en el silencio . Algo le atormentaba. Susurró que tenía pensado solicitar una ayuda. Me dicen que mienta, dijo. ¿Mentir? La flema ponía bozal a las preguntas.

 

A lo largo del día, el hombre que abrió la puerta no paraba de pensar en lo sucedido. Y para exorcizarlo, se dijo: Escribiré un cuento, para que parezca mentira.

3.12.09

Recuerdos

Los recuerdos, muralla contra el tiempo, se diluyen, se pierden. Son como un río de sueños y realidades que duermen y zozobran en los sótanos del alma. Y no hay ancla que los dé amparo frente al huracán del tiempo y contra la intemperie del olvido. Equipaje de humo, los recuerdos son la huella de lo que fuimos. Y ya no somos. (Sábado, 27/12/03).

1.12.09

El poeta y el grillo

 

A veces cuesta leer a Juan Ramón Jiménez sin esbozar una sonrisa. Derrocha tanta seriedad que, mientras uno lee, parece estar viendo a un Buster Keaton impertérrito, pura mueca. Contemplar al poeta hiperestésico enredado en su dolor, puede llegar a producir hilaridad, máxime si el propio poeta es notario de sus desdichas. Una carta, rebosante de aflicción, puede servir de ejemplo. Escrita en junio de 1920, Juan Ramón Jiménez es ya más que un reciencasado, y vive con Zenobia en la calle del Conde de Aranda. Para su desgracia, un vecino, Narciso Clavería, conde de Manila, tiene un grillo en el balcón. Los nervios del poeta, a punto de romperse, le dictan unas doloridas palabras, que remite a su aristocrático vecino:
Muy Sr. mío, de mi mayor consideración:
perdóneme si me dirijo a usted sin tener el gusto de conocerle, y, sobre todo, para un asunto que, a primera vista, puede parecer infantil.
Desde que ha comenzado el buen tiempo y, con él, a cantar un grillo que, según creo, está en uno de los balcones de la casa de usted, no es posible en la nuestra -y suya-, pared por medio, trabajar por las tardes ni dormir por las noches, pues el pobre e incansable animalito cumple su misión primaveral tan sonoramente, que resuena en nuestro piso como si estuviera dentro.
He probado, antes de molestar a usted, una serie de remedios, y ninguno me ha dado, por desgracia, resultado.
Sería, sin duda, ridículo que yo pretendiese siquiera intentar reducir la libertad de usted. Lo único que me atrevería a rogarle es que, si le fuese posible y no le causara la menor contrariedad, ya que su casa tiene balcones a la calle de Lagasca, más ancha, y donde tal vez no haya nadie, cerca, a quien moleste, tuviese la bondad de trasladar al animalito, con lo que proporcionaría usted un alivio considerable a mi cerebro; pues creo que, desde media tarde en adelante, me parece que me lo están agujereando.
Si usted no cree justo acceder a lo que le pido, suplico a usted que me dispense mi atrevimiento; si puede hacerlo, le doy un millón de gracias anticipadas.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Selección de cartas (1899-1958). Edición de Francisco Garfias. Colección La Esquina, Barcelona, 1973.
Qué remedios sean esos que había probado el poeta, no podemos saberlo. Pero bastante sabemos ya, tras  esta intromisión en su vida doméstica. En la carta se aprecia la cortesía exquisita del poeta; cortesía que, vista desde hoy, puede parecer demodée. La misiva obtuvo respuesta favorable, y el poeta dejó de sufrir el canto del grillo. Al día siguiente, agradecido, envió a la casa del conde una muñeca (para Anita) y un libro (para Manolo)... El libro supongo que sería de Salgari, o tal vez de Rabindranaz Tagore, tan grato al poeta. 

30.11.09

El amor propio y la obra bien hecha



La anécdota me la refirieron como verdadera. El paso del tiempo ha limado algunos detalles. Sucedió hace muchos años. Una mujer, tras arduas investigaciones, fue acusada de un horrendo crimen. En la consigna de una estación de ferrocarril, llamó la atención una maleta que nadie retiraba. Dentro de la maleta había un cadáver. Un cadáver de hombre. Bien troceado.
La sospechosa estaba siendo interrogada, pero pasaban las horas y no conseguían nada. Cualquiera diría que era inocente, aunque resultara extraña la frialdad con que afrontaba la situación. A pesar de la presión, la mujer no dejaba el más mínimo resquicio por donde sembrar la inseguridad en su ánimo. Los interrogadores estaban desanimados. No conseguían nada. Empezaron a creer que podía ser inocente. Pero cuando estaban a punto de desistir, el inspector encargado del caso tuvo una idea loca. Empezó a alabar el buen hacer del asesino, su laboriosidad (¡trocear un cadáver no es moco de pavo!), la osadía de dejar la prueba del delito en lugar visible... Y cuantos elogios se le ocurrían, dictados por años de experiencia en los que había visto tanto criminal desmañado, atolondrado... tanta desidia cruel en el mal... El inspector cortó el interrogatorio:
-¡Dejadla! Ésta -y arrastraba las palabras al hablar- no es capaz ni de matar a una mosca.
El muro se derrumbó. La mujer, furiosa, se abalanzó contra el inspector:
-¿Que no? ¿Que no soy capaz? Yo... yo solita... con estas manos... -clamaba, mientras se deshacía en alaridos...

Su amor propio no resistió la duda.

29.11.09

*Estelas, epitafios (y 2: modernos)





Escrito con sangre        
No podemos más. Nos hemos comido nuestros caballos, nuestros pájaros, ratas y mujeres. Y seguimos hambrientos.
Los sitiadores, que tapan las troneras, son más de cuatro miríadas; nosotros, menos de cuatrocientos.
Ya no podemos tensar el arco ni alzar la voz para injuriarlos; solamente nos cabe rechinar las mandíbulas, con el deseo de morderles.
*    *    *
Verdaderamente, no podemos más. Que el Emperador, si se digna leer estas líneas escritas con nuestra sangre, no tenga reproches para nuestros cadáveres-
Pero que no evoque nunca nuestros espíritus, pues queremos convertirnos en demonios, y de la peor especie:
¡Para siempre morder y devorar a estas gentes! 
__________________
ÉCRIT AVEC DU SANG
Nous sommes à bout. Nous avons mangé nos chevaux, nos oiseaux, des rats et des femmes. Et nous avons faim encore.
Les assaillants bouchent les créneaux. Ils sont plus de quatre myriades; nous, moins de quatre cents.
Nous ne pouvons plus bander l'arc ni crier des injures sur eux; seulement grincer des mâchoires par envie de les mordre.
*     *     *
Nous sommes vraiment à bout. Que l'Empereur, s'il daigne lire ceci de notre sang, n'ait point de reproches pour nos cadavres.
Mais que'Il n'évoque point nos esprits: nous voulons devenir démons, et de la pire espèce:
Par envie de toujours mordre et de dévorer ces gens-là!
VICTOR SEGALEN (1871-1919), Antología. (El poema pertenece al libro Stèles/Estelas, del que Manuel Álvarez Ortega publicó una versión en Visor, Madrid, 1974.) Versión de Leopoldo Azancot. Plaza & Janés, Barcelona, 1973.     
    
Robert Davidson
Crecí espiritualmente nutriéndome del alma de la gente.
Si veía un alma fuerte
la hería en su orgullo y devoraba su fuerza.
Los refugios de la amistad conocían mi astucia,
porque cuando podía robar a un amigo lo hacía.
Y toda vez que lograba ensanchar mi poder
socavando una ambición, lo hacía;
así calmaba la propia.
Y triunfar sobre las otras almas,
sólo para afirmar y demostrar mi fuerza superior
era para mí un placer,
el agudo regocijo de la gimnasia del alma.
Devorando almas hubiera podido vivir eternamente.
Pero sus indigestas sobras me provocaron una nefritis mortal,
con terrores, desasosiegos, depresiones,
odio, suspicacia, visiones perturbadoras.
Al fin me desplomé con un alarido.
Recordad a la bellota;
no devora a las otras bellotas.
EDGARD LEE MASTERS (1869-1950), Antología de Spoon River. Traducción de Alberto Girri. Barral Editores, Barcelona, 1974.

Epitafio
Ha muerto
acribillado por los besos de sus hijos,
absuelto por los ojos más dulcemente azules
y con el corazón más tranquilo que otros días,
el poeta Leopoldo Panero
que nació en la ciudad de Astorga,
y maduró su vida bajo el silencio de una encina.
Que amó mucho,
bebió mucho y ahora
vendados sus ojos,
espera la resurrección de la carne
aquí, bajo esta piedra.
LEOPOLDO PANERO (1909-1962), Antología. Selección, prólogo y notas de Juan Luis Panero. Plaza & Janés, Barcelona, 1973. (La editorial Renacimiento acaba de publicar una antología a cargo de José Cereijo.)

Epitafio
Detende, caminantes, vuestros pasos.
Sabed que aquí reposa alguien que amara mucho
La hermosura del mundo: los árboles, los libros,
La música, el verano, las muchachas.
No preguntéis quién fue, ni desde cuándo
Es ya silencio, olvido de las cosas.
En la tierra que cubre sus despojos
Plácidamente descansad un rato.
Y proseguid después vuestro camino
Bajo el propicio sol que en su noche os desea.
[15 de octubre de 1980]
ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, Elegías. Trieste, Madrid,  1984.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

28.11.09

*Estelas, epitafios (1: antiguos)

152 (VII 455)

Yace aquí la vieja esponja de tinajas,

la beoda Marónide, sobre cuya tumba

hay una copa ática bien visible a todos.

Bajo tierra gime, mas no por los hijos

ni el esposo a quien dejó en la indigencia,

mas sólo porque esta copa está vacía.

Epitafio de Marónide, una vieja borracha que ha disipado el patrimonio familiar en la bebida y que ostenta en su sepulcro como emblema una copa ática, cosa por lo demás frecuente en las tumbas. Su nombre recuerda al de Marón, que dio a Odiseo el licor que había de embriagar al Cíclope.

LEÓNIDAS

 

154 (VII 163)

-¿Quién eres, mujer que aquí yaces, y quién fue tu padre?

-Praxo, hija de Calíteles. -¿De qué patria? -Samia.

-¿Quién te enterró? -Fue Teócrito, el cual recibióme

de mis padres. -¿De qué moriste? -Estando encinta.

-¿Cuántos años llegaste a cumplir? -Veintidós. -¿Y quedaste

sin hijos? -A Calíteles dejé con tres años.

-Pues que al menos él viva y que llegue a vejez avanzada.

-Y que todo lo bueno te dé a ti Fortuna.

Diálogo de la muerta (según el verso primero, sepultada bajo una columna paria, esto es, de mármol de aquella isla del Egeo, que era famoso...) con un viajero. Ha sucumbido al dar a luz a su tercer hijo; el segundo, superviviente, se llama como el abuelo materno; es de suponer que antes había muerto otro denominado como el paterno.

LEÓNIDAS

 

184 (VII 316)

No me saludes ni inquieras quién soy ni de quiénes

procedo, mas pasa de largo por mi estela

o, si no, a tu destino ojalá que no llegues; e incluso

si guardas silencio, que no llegues tampoco.

La adscripción es dudosa: ... Leónidas y Antípatro para este epigrama, que pertenece a una serie de ellos sobre el famoso misántropo Timón, semilegendario ateniense de la época de Pericles. Es notable la ferocidad de la expresión.

LEÓNIDAS (?)

 

305 (VII 524)

-¿Es aquí donde Cáridas duerme? -En efecto, si al hijo

te refieres de Arimas el cireneo. -¿Cómo,

Cáridas, es lo de abajo? -Tiniebla. -¿El regreso?

-Mentira. -¿Plutón? -Es un mito. -Perdidos

estamos. -He aquí mi respuesta sincera; o, si un chiste

quieres, vale en el Hades mucho un toro peleo.

Probablemente se trata de un verdadero paisano de Calímaco. En los versos 1-2, el viandante habla con la losa; desde el 3, con el muerto (el final de dicho verso alude a la extendida creencia en la palingenesia o transmigración de las almas.) El 6 está oscuro; el sentido general parece ser que la única ventaja del Hades es que allí todo está barato, con alusión a una moneda poco valiosa de Pela en que estaba grabado un toro. Todo ello refleja el escepticismo del poeta sobre las leyendas de ultratumba.

CALÍMACO

 

465 (VII 285)

Ni la tierra ni el peso sutil de una piedra, mas todo

este mar que contemplas es tumba de Erasipo;

pues murió con su nave y tan sólo podrán las gaviotas

indicar el lugar que pudre sus huesos.

GLAUCO

*  *  *  *  *

ANTOLOGÍA PALATINA I. (Epigramas helenísticos). Traducción e introducciones de Manuel Fernández-Galiano. Traducción revisada por Luis Alberto de Cuenca. Editorial Gredos, Madrid, 1978. 

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

27.11.09

Nostalgia

Nostalgia: temblor de otoño. Nubes y lluvia: frío.

El presente huye y la memoria vuela hacia sueños de otro tiempo, hacia un imposible ayer.

La nostalgia -lágrima del alma: dulce y amarga-estremece cuanto toca; es un suspiro que duele como un dolor sin porqué.

Los árboles se desnudan. El silencio pesa. Cae la noche oscura del tiempo.

26.11.09

Gómez de la Serna y el hijo surrealista

Quien todavía no conozca el vídeo desopilante -¡uf!, gracias al cielo: al fin puedo usar con sentido este extraño vocablo... o voquible- de Gómez de la Serna, sírvase pinchar aquí: El orador. Quien avisa no es traidor.


Los surrealistas son unos seres puros y tenaces, que devuelven a la realidad, por otro camino que el de siempre, su sentido religioso, escatológico y esotérico.
Ramón Gómez de la Serna, Ismos

A Philippe Soupault, al que me referí días atrás, le cabe el mérito de haber escrito, con André Breton, el primer texto de literatura surrealista: Los campos magnéticos (1919). La fecha tiene su importancia: se acababa de firmar el acta de defunción del mundo viejo, tras una oleada de muerte y destrucción que arrasó a Europa a lo largo de cuatro años. En ese momento, muchos jóvenes artistas, y escritores, aspiraban a hacer tabla rasa del pasado. (O a burlarse de él, como Marcel Duchamp pintando un bigotito daliniano a la Monna Lisa.) En cualquier caso, la tea iconoclasta empezó a arder antes de la guerra. Esa tea la prendió Marinetti, con su Manifiesto del futurismo, publicado en Le Figaro, el 20 de febrero de 1909. En la soflama se pueden leer frases incendiarias como éstas:


QUEREMOS CANTAR EL AMOR AL PELIGRO...


UNA BELLEZA NUEVA: LA BELLEZA DE LA VELOCIDAD...


SÓLO HAY BELLEZA EN LA LUCHA...


QUEREMOS GLORIFICAR LA GUERRA -ÚNICA HIGIENE DEL MUNDO-, EL MILITARISMO, EL PATRIOTISMO...


MUSEOS, ¡CEMENTERIOS!...


ADMIRAR UN CUADRO VIEJO ES DERRAMAR NESTRA SENSIBILIDAD EN UNA URNA FUNERARIA...


¡VENGAN, PUES, LOS BUENOS INCENDIARIOS DE DEDOS TIZNADOS!...


EL ARTE SÓLO PUEDE SER VIOLENCIA, CRUELDAD E INJUSTICIA...


¡NO HAY LA MENOR FATIGA EN NUESTROS CORAZONES! ¡ESTÁN ALIMENTADOS DE FUEGO, DE ODIO Y DE VELOCIDAD!...


¡ERGUIDOS EN LA CIMA DEL MUNDO, UNA VEZ MÁS LANZAMOS NUESTRO DESAFÍO A LAS ESTRELLAS!


André Breton, que parecía tener unas aspiraciones más íntimas que los desbocados (o bocazas) futuristas, definió así su invento, el surrealismo: Automatismo psíquico puro, en función del cual uno se propone expresar el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensar con ausencia de todo control ejercido por la razón y al margen de toda preocupación estética o moral. A partir de esa fórmula, la misión de Breton, entronizado como supremo y férreo pontífice del movimiento ("El surrealismo no permite a aquellos que se entregan a él abandonarlo cuando mejor les plazca", escribió en el Primer Manifiesto, pero sí permite expulsar a los que considere disidentes) consistió en "obedecer el dictado mágico del inconsciente, multiplicar en lo posible las confidencias del abismo interior", según informan Durozoi y Lecherbonnier.
Estas nimias disquisiciones, me han llevado a consultar Ismos, el libro en que Gómez de la Serna hace un recorrido por los movimientos artísticos y literarios de vanguardia. En sus páginas, es fácil percibir el espíritu que, en sus inicios, animaba al surrealismo, ajenos a lo que acabaría siendo su devenir. Para entender la subversión antiburguesa del surrealismo de esa primera hora, es un estorbo saber que esa rebeldía acabó convertida, en algunos casos, en la defensa de posiciones totalitarias. El Segundo Manifiesto (1930), con sus expulsiones (Soupault y Artaud, entre otros), marca el punto de inflexión. La Révolution surréaliste, título de la revista del movimiento, y como consecuencia de los lazos con el Partido Comunista, cambia de nombre: Le surréalisme au service de la révolution. (Hasta qué punto incidió el crac de 1929 en las convulsiones de la década siguiente, es algo que se me escapa, pero lo cierto es que a partir de ese momento el fantasma del desempleo acabó convirtiéndose en una terrible realidad omnipresente, que seguramente fue la causa, en parte, de muchas de las cosas que sobrevinieron. A este respecto, Manuel Azaña, en un artículo de 1939 (?) sobre los orígenes de la guerra civil, hablaba de lo pernicioso que resultó el hecho de que, a partir de 1930, se cortara de raíz la emigración a América, como resultado de la crisis económica y de la actitud proteccionista de las repúblicas americanas. Hasta entonces, casi 100.000 personas -la cifra que aporta Azaña parece que es algo excesiva- emigraban cada año, fundamentalmente de Galicia. A partir de 1930, los felices 20 empezaron a convertirse en los terribles 30.)
Volviendo a Gómez de la Serna: en Ismos dedica una veintena de páginas, dentro del artículo "suprarrealismo", a ilustrar lo que, en su momento auroral, representaba ser (o sentirse) surrealista. Se sirve, para ello, de la familia Kloz -monsieur Pierre Kloz, madame Magda Kloz y el jovencito Henri Kloz, el hijo surrealista- para dar una explicación práctica de aquello que, como apostilla Gómez de la Serna, "no acaba de poderse definir bien como doctrina". Copio, de esa veintena de páginas, el capítulo II.



["El hijo surrealista"] 


II


El primer disgusto serio entre los Kloz y su hijo sucedió aquella mañana en que el portero subió a anunciar a monsieur Kloz que su hija había tenido un niño y que, al sentirse morir en la hora del parto, había declarado que su hijo era del señorito Henri.
El padre, convertido en abuelo por sorpresa, abrió con iracundia las ventanas de la alcoba de su hijo y dejó su sueño con los párpados arrancados. Una barbaridad que no se le ocurre más que a un padre.
-El portero dice que el hijo de su hija es tuyo -le espetó sin darle tiempo a que naciese a la vida con calma.
-No es mío... Es de su hija... Es un botones... Yo he podido fabricar un botones, pero no un hijo mío... El hijo de la hija de una portera es un botones.
-¿Es eso humanitario?
-Los porteros no merecen ningún humanitarismo porque son abortos de burgueses... Esa chica, por su educación y su alma, no tenía más que buena presencia... Además, están en un escaño tan fácil las hijas de las porteras, que no se es responsable de atropellarlas.
-¿Pero no has encontrado otra mujer en que fijarte?
-No he encontrado otra... La vida está llena de imposibles... Todos tenéis la culpa de estos desaguisados... Las mejores mujeres son las que ya han escogido mis amigos y que todavía no he podido quitárselas.
-Eres un cínico... Tú no eres digno de ser mi hijo.
-Ni tú, entonces, digno de ser mi padre.
-¿No respetas a los viejos?
-Ni a las viejas... No se consigue el perdón de seguir viviendo sino gracias a la tolerancia... Los que tienen el mayor deber de ser nuevos son los viejos... Sólo poniéndose al día, admitiendo y haciendo pública admisión de toda modernidad, podrán ser perdonados... Si no, habrá que matarlos... Son loros con la psitacosis, que es de tan mortal contagio.
-En la China...
-Ya sé lo que me vas a decir, y a eso te contestaré que por eso la China es un pueblo confuso, avejentado, insoluble. Pero no hay teorías ni razones contra lo que yo digo... No hay más que procurar ensanchar la vida, modificarla para la libertad, arreglar lo que más repugna tener que arreglar.
-Fíjate que de ese modo vas contra lo social.
-Sea lo que sea, si lo social es esa cosa repugnante, quieta, irrespirable, voy contra lo social; pero ¿por qué lo social no va a ser otra cosa? Tiene que ser otra cosa.
-No nos comprenderemos nunca.
-Pues tú debes comprenderme a mí aunque yo no pueda comprenderte. La única verdad atendible es la verdad más actual.
-¡A tu padre esas palabras!
-Y a mi madre... Porque no se trata de tu hijo, sino de una juventud que ve que todos los problemas más agudos son escamoteados, y los viejos se hacen los sordos y procuran ganar tiempo para retrasar todas las cosas. Queremos mañana mismo la substitución de una cosa por otra, y que no se os ocurra llamarnos a la guerra para distraer así el problema íntimo de la vida.
-Relajas toda la moral del mundo... No comprendes que el enemigo nos acecha.
-A mí no me acecha más que el portero, que cree que le he robado la flor de su hija, esa flor de té que cuidaba para la Comedia Francesa.
-¡Eres un sinvergüenza!
-Soy un surrealista.
El padre, al oír aquello de surrealista, se quedó pálido de ira, con los lentes temblantes como una ventana cuando ha pasado por la calle un camión lleno de flejes de hierro:
-¡Un surrealista! ¿Y te atreves a confesarlo?
-¡Con toda el alma, y ante el Tribunal Supremo; porque, por surrealista, soy capaz de ir a la cárcel y al patíbulo!
-¡Si supieses siquiera lo que es ser surrealista!
-Es el espíritu de la revolución permanente, que no se deja engañar por ninguna política, que propugna siempre un más allá de programas desconocidos.
Como la discusión había subido de tono, apareció la madre, con una dignidad de confesionario balumbante.
-¿Sabes lo que se ha atrevido a decirme que es?
Madame Kloz abrió los ojos desmesuradamente como si los fuese a dejar caer en la alfombra.
-¡Surrealista!
Madame Kloz dijo entonces:
-Yo ya sabía, pero no había querido darte un disgusto que te pudiese costar la vida... Tienes un principio de diabetes, y una cosa así te puede añadir una barbaridad de azúcar.
Los dos progenitores, con un aire de gran dignidad, salieron de la alcoba, y Henri se comenzó a vestir sin arrepentirse de sus violencias, pues sólo la agresión paternal se aprovecha de que el hijo esté entre los vendajes de las sábanas para darle un disgusto en condiciones tales de inferioridad.
RAMON GÓMEZ DE LA SERNA, Ismos. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1975.