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30.9.09

Vivir sin saberlo


Entonces yo era esclavo de la seriedad. Ha sido mi peor enfermedad. Otros nacen sifilíticos, yo nací grave. Y gravemente intenté no serlo, vivir, inventar, yo me entiendo. Pero cada vez que lo intentaba de nuevo perdía la cabeza, creía precipitarme hacia mi salvación cuando me precipitaba en mis tinieblas, me postraba de rodillas ante quien no puede vivir ni soportar este espectáculo en los demás. Vivir. Digo vivir y ni siquiera conozco su significado. Lo intenté sin saber qué intentaba. A pesar de todo quizás haya vivido sin saberlo. Me pregunto por qué hablo de estas cosas. Ah, sí, para distraerme. Vivir y hacer vivir. Ya no vale la pena enjuiciar las palabras. No están más huecas que lo que arrastran.
BECKETT: Malone muere.

25.9.09

I ching


Yo también, en años lejanos, consulté el I ching. En busca de respuestas. Abría el libro al azar y me detenía en un hexagrama, igual que acabo de hacer ahora. Aparecía, por ejemplo, el hexagrama 36, como ahora mismo: Ming I/El Oscurecimiento de la Luz. Y empezaba a leer, a la espera de algo que hablara a mi espíritu. Cuanto mayor era la ansiedad, más sonaban las palabras.
Es propicio ser perseverante en la emergencia o, dicho con otras palabras, Conviene firme constancia en tiempos dificultosos, leo. Excelente idea. Salvar los muebles, mientras sea posible.
Más adelante se afirma que en tiempo de tinieblas (¡bella expresión!) conviene ser cauteloso y reservado, lo que me trae a la memoria el dicho ignaciano: En tiempo de desolación nunca hacer mudanza.
Mientras va uno leyendo, se topa a cada paso con una norma, con una pauta de conducta que acaso cuadre con su necesidad presente. Pero todo resulta, si falta la ansiedad, un vago razonar, difuso y nebuloso. La virtud del oráculo depende del desasosiego de quien consulta. A veces, para no perecer, basta con una frase que nos empuje hacia nosotros mismos y hacia la vida. Es razonable que si nos sentimos perdidos queramos encontrarnos. Y acaso el I ching favorezca ese encuentro, ya que nos ayuda a recordar lo que teníamos olvidado. 

24.9.09

Mear en la ducha (Scherzo)

El protagonista de una de las novelas más famosas de Kundera tenía la costumbre de orinar en el lavabo. No recuerdo sus razones, pero seguro que las tenía. Acaso era su manera de rebelarse contra el sistema comunista. Si orinaba en el lavabo no era por el mero placer de hacerlo.
Ahora me entero de que una ONG brasileña recomienda que se mee en la ducha, no por el mero placer hacerlo, sino para ahorrar agua: 4.000 litros por persona y año. Eso, pienso, si uno no cambia sus hábitos en lo que al ducharse se refiere, es decir, si solo mea en la ducha cuando se duche, y no si se ducha cada vez que sienta deseos de mear. Esto me recuerda el quiasmo jesuítico: no se puede fumar mientras se reza, pero sí se puede rezar mientras se fuma.
No sé donde, creo que en el Eclesiastés, se afirma que el número de los necios es infinito. No temamos aburrirnos mientras nos dure la vida. Y si meamos en la ducha, que sea por nuestro placer, y en loor de nuestra vejiga.