“La palabra española voluntad es una palabra sin raíces vivas en la lengua corriente y popular. En francés volonté está cerca de vouloir, latín vulgar volere, clásico velle. Pero en español no tenemos derivados de esa raíz latina. Por vouloir decimos querer, del latín quaerere, buscar, y de querer tenemos el sustantivo querencia, que no se aplica más que a las bestias y significa el apego que cobran a un lugar o a una persona. Lo que en español sale de los órganos de la virilidad no es la voluntad, sino el deseo, la gana. |
2.1.14
La gana y la nada, según Unamuno
Etiquetas: *La agonía del cristianismo*, Citas, Unamuno (Miguel de)
15.10.11
Los segadores (Una parábola de Unamuno)
“
Llegaron a segar un campo dos segadores. El uno, ansioso de segar mucho, empezó a cortar sin cuidarse de afilar la guadaña, y al poco rato, mellada y embotado el filo, derribaba la yerba, mas sin cortarla. El otro, deseoso de segar bien, se pasó casi toda la mañana en afilar su instrumento, y al caer de la tarde ni éste ni aquél habían ganado su jornal. Así hay quien sólo se cuida de obrar sin afilar ni pulir su voluntad y su arrojo, y quien se pasa la vida en afile y pulimento, y en prepararse a vivir, le llega la muerte. Hay, pues, que segar y pulir la guadaña, obrar y prepararse para la obra.
Sin vida interior no la hay exterior.
”
Miguel de Unamuno
Vida de don Quijote y Sancho
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28.3.11
+”Durium-Duero-Douro”, de Unamuno, en su propia voz, con un texto alusivo de Rafael Sánchez Ferlosio
Arlança, Pisuerga e aun Carrión,
gozan de nombres de ríos, empero
después de juntados llamámoslos Duero,
facemos de muchos una relación.
Juan de Mena
El laberinto de Fortuna, estrofa 162.
“
(Unamuno y Juan de la Cruz.) "Arlanzón, Carrión, Pisuerga, / Tormes, Águeda, mi Duero, / lígrimos, lánguidos, íntimos, / espejando claros cielos, / abrevando pardos campos, / susurrando romanceros..."
Aquel irregular y a veces tan pedantesco poeta que fue don Miguel de Unamuno no vaciló en dejar caer sobre las aguas de los ríos que cantaba todo el abuso de la facilidad formal, recreándose en ella hasta llegar literalmente a columpiarse en la dactílica hiperritmia de los tres adjetivos esdrújulos.
Sin embargo... –¡oh, sin embargo!- no puedo sustraerme a la sospecha de que el híspido látigo del dáctilo no podría haberse transfigurado en un tan desmayado y cálido abandono como el de ese "lígrimos, lánguidos, íntimos" más que inspirado por el secreto ardor de una sensualidad capaz de conservar su más aguda receptividad, aun embozada tras la ascesis de una hirsuta conciencia puritana.
No es el refitolero y exquisito Juan de la Cruz, sino el esquinado y esquinoso don Miguel de Unamuno, quien nos da, así, la más genuina muestra de cómo la ascesis, la renuncia, pueden celar una incondicional fidelidad a la carne,, a la felicidad ausente y añorada, sometida a interdicto de conciencia por la visión de un mundo flagelado por la muerte y el dolor.
Mientras el imperturbable frailecillo carmelita, gélido, insípido al par que empalagoso, como un helado-polo de agua mineral azucarada, acierta a simular con los habilidosos acordes de una lira magistralmente tañida una sensualidad de la que carece por completo –y cuya total abolición implícitamente aprueba, al aceptar sustituirla por su alegórico, estilizado y esterilizado fingimiento, dulzura profesional, como la dulzura a sueldo de una enfermera diplomada–, el desabrido catedrático deja escapar entre sus tantas veces broncos, tropezosos y preceptivos versos el secreto de un intacto hedonismo adolescente.
”
Rafael Sánchez Ferlosio
Vendrán más años malos y nos harán más ciegos
Ediciones Destino
Barcelona
1993
Etiquetas: "Durium-Duero-Douro", Mis paseos por You Tube, Unamuno (Miguel de)
16.3.10
De toponimia
Toponimia hispánica
Ávila, Málaga, Cáceres,
Játiva, Mérida, Córdoba,
Ciudad Rodrigo, Sepúlveda,
Úbeda, Arévalo, Frómista,
Zumárraga, Salamanca,
Turégano, Zaragoza,
Lérida, Zamarramala,
Arramendiaga, Zamora.
Sois nombres de cuerpo entero,
libres, propios, los de nómina,
el tuétano intraductible
de nuestra lengua española.
(Hendaya, 12-VII-1928.)
MIGUEL DE UNAMUNO
Espejo de España
Ávila.
Toledo.
Lágrimas
de piedra, ardiendo
en la cara
del cielo.
Alba
de Tormes. Cierro
los ojos. Pasa
un agua en silencio.
Lenta, ancha
como el tiempo.
El Toboso. Criptana.
Veo
una mancha,
lejos.
Lanza
y rocín, en sueños,
avanzan.
Oh espejo
de España.
Yermo
yelmo. Bajada
del Pozo Amargo.
Cierro
los labios
de la patria.
BLAS DE OTERO
(Estaciones para un ferrocarril de vía estrecha americano.) Puntas Álvarez, Chozas Nevadas, Yacuacá, Morenas, El Peligro, La Encontrada, Batallón, Benito Cárdenas, Renteros, Cruzalobos, Corrales de Don Jacinto, San Antonio de Bohí, Minaquemada, Garrido, Garridito, La Rayana, Cerro Fusiles, Santa Cruz de Araracha.
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO
14.2.10
¡VIVA LA INTROYECCIÓN!
Miguel de Unamuno, "¡Viva la introyección!"
Así comienza este cuento jugoso (y unamuniano también), recogido en El espejo de la muerte (1913). Es un cuento curioso y sorprendente: futurista, por la época en que se escribió; y retrospectivo, dada el momento en que escribe el narrador (a finales del "tristísimo" siglo XXI). Para nosotros, lectores de ahora, ya dejó de ser futurista, puesto que se refiere a los sucesos acaecidos en la década de los ochenta (desde el discurso de Lucas Gómez, en 1981, en pro de la introyección, hasta el triunfo de la revolución introyeccionista de 1989, que permitó a Lucas Gómez empuñar las riendas del Estado).
Ah, hablando de Unamuno. En las memorias contadas de Pepín Bello, acabo de encontrar este retrato (tan cruel, sin duda, como verdadero) de don Miguel:
Tenía un defecto capital, y es que no escuchaba a nadie. Él hablaba mucho, pero escuchar, no escuchaba a nadie. No es que no me escuchase a mí, que no soy nadie, es que no escuchaba a nadie. Tenía ese enorme defecto que es que no escuchaba. El mismísimo Pío Baroja explicaba que cuando conoció a Unamuno en la tertulia del Café Fornos, don Miguel no desaprovechó la ocasión para sacar del bolsillo algunos escritos y comenzar a leérselo sin ningún pudor. ¡Era así el hombre! A Unamuno, Buñuel, que no lo aguantaba, le llamaba 'el viejo pedorro'.
(David Castilo y Marc Sardá, Conversaciones con José "Pepín" Bello. Anagrama, 2007.)Está visto que nadie es perfecto. Y Unamuno, en este sentido, acaso menos que ninguno. Ni escuchaba a nadie, ni acaso se escuchara a sí mismo. Tenía tantas cosas que decir... Tantas cosas en perpetua lucha... Y como no le temía a las contradicciones (Unamuno no confundía la vida con la lógica), su vida era un continuo bullir de ideas, ese "pan intelectual" del que solía hablar, una endiablada maraña de ideas, una colosal locura de ideas. Avasalladoras ideas, vampíricas ideas, inmarcesibles ideas que necesitan ser propaladas sin descanso. Unamuno, o el predicador infatigable.
A los poetas del 27, hijuelos de una dictadura (o dictablanda) que a él no le perdonó el exilio, parece que Unamuno no les hacía mucha gracia. El que más cerca estuvo de él, aunque todavía no era poeta, fue Bergamín, lo que no debe sorprendernos: Bergamín ha sido en su vida tan unamuniano y paradójico, o más acaso, que el mismísimo Unamuno.