
¿En qué piensa el lector? ¿Finge que lee? ¿Hay regocijo en su mirada? ¿Se burla por dentro del entrometido forastero que –¡en el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso!– pretende detener ese instante? ¿Acaso llegó a contemplarse leyendo? ¿Adivinó entonces cierta sorna en el rabillo del ojo? ¿Quedó mudo –¡en el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso!– ante la pervivencia del instante ido?