Hace tiempo que tenía intención de visitar la exposición de Manuel Álvarez Bravo (México, D. F., 1902-2002). Hoy por hoy, antes de ir a una exposición me lo pienso, por temor a las aglomeraciones. Las soporto en el metro, pero me horripilan en un museo o sala de exposiciones. Pero está visto que Manuel Álvarez Bravo no tiene el mismo poder de convocatoria que los pintores impresionistas: he podido contemplar sus fotografías en una casi absoluta soledad –lo que tampoco es deseable–, y sumido en una leve penumbra incomprensible. Ya conocía bastantes fotografías de Álvarez Bravo, y son muchas las que me han interesado de esta exposición, la mayoría de la década de los 30 (y alguna de finales de la década anterior). Tom Ang afirma, y no es el único, que el trabajo de Manuel Álvarez Bravo “ofreció una visión poética del México moderno”. Lo que a mí me admira de Álvarez Bravo es la belleza elemental, inasequible y misteriosa que sabe infundir a cada fotografía. Belleza que tan pronto se encuentra en un vulgar Plumero (1928) como en la oscura Muchacha viendo pájaros (1931); en el límpido vientre del Niño orinando (1928) –en orinal desportillado, por supuesto– como en La buena fama durmiendo (1938), tan apolínea y envuelta en vendas que ciñen su plácida desnudez. Belleza misteriosa, como la del Caballo de madera (1928) que, con su ojo perennemente alerta, escruta, receloso, a cuantos le observan... Y otras muchas fotografías, a cual más interesante… (Podéis ver una selección, e incluso hacer un visita virtual, pinchando AQUÍ.) Fundación MAPFRE Sala de exposiciones AZCA Avda. General Perón, 40 – 28020 Madrid Hasta el 19 de mayo de 2013
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