Gustaba mi madre de repetir una frase: Vivir para ver, como decía el tío Marcelino. Ignoro si ese tío Marcelino era pariente o simple paisano, pero esa frase del tío Marcelino me acompaña desde siempre, acaso porque encierra, en su sencillez de trébol, mucha sustancia. Todo lo expresa, todo: paciencia, desencanto, sorpresa, entusiasmo, lucidez, decepción... Esa frase, escrita, permanece muda; pero si alguien la pronuncia, se abre a una pluralidad de sentidos. Es frase tan insondable que alberga en sí misma todas las intenciones posibles, a la espera de quien quiera decirla, escupirla, gruñirla, declamarla, recitarla, sobarla... Y así hasta la náusea. Vivir para ver...
Vivir para ver, y también vivir para contarlo que es asimismo fundamental y es lo que tratamos de hacer los que andamos por aquí.
ResponderEliminarY sin embargo hay gente que se pasa la vida sin querer mirar lo que ocurre.
ResponderEliminarY otros, Francisco, sin querer escribir lo que ven...
ResponderEliminarCierto, amigo Juan, muy cierto.
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