![]() Goya, Caprichos, 29 Le peinan, le calzan, duerme, y estudia. Nadie dira q.e desaprobecha el tiempo. [Comentario manuscrito. Museo del Prado] Los Ministros, Consejeros y otros tales aguardan para leer, estudiar y enterarse de los negocios á la hora que el peluquero los va a trabajar la cabeza, les despeluza y ciega de polvo, y el zapatero los prueba los zapatos. [Comentario manuscrito. Biblioteca Nacional] |
23.2.12
“Esto sí que es leer”
21.2.12
“Razonamientos de un testarudo” (selección), de Erik Satie
Al escuchar algunas obras de Satie siento como si entrara en un mundo regido por la melancolía: depurada melancolía, sobria y gozosa, con su sabor a lluvia; melancolía dulzona hecha de ensueño y olor a incienso.
RAZONAMIENTOS DE UN TESTARUDO Me llamo Erik Satie, como todo el mundo. *** Cuanto más músico se es, más loco se está. *** El músico es quizá el más modesto de los animales, pero el más orgulloso. Él es quien inventó el arte sublime de estropear la poesía. *** No sé por qué el dinero no tendrá olor, él que puede tenerlo todo. *** Ya no tengo noción del tiempo, ni del espacio; y hasta me ocurre a veces que no sé lo que digo. *** No puede comprender nada de la vida, la mínima cosa le hace soñar. *** El mar está lleno de agua: ¡es para volverse loco! *** No es «moderno» dar una impresión solemne. El último grito pide otra cosa: dar una impresión «imbécil», por ejemplo. *** Acabo de oír a una señora que decía a otra: *** Si fuera rico, temería perder mi fortuna. *** Como todos los calvos, soy bueno —a ciertas horas, claro—... ¡Qué reflexión más bonita! *** Algunos artistas quieren ser enterrados vivos. *** No tengo mucho interés en ser un maestro: es demasiado ridículo. *** La experiencia es una forma de parálisis. *** Cuanto más conozco a los hombres, más admiro a los perros. *** El Hombre pretende haber sido creado a imagen de Dios. ERIK SATIE Memorias de un amnésico Traducción e introducción de Loreto Casado Madrid: Árdora Ediciones, 20073 |
16.2.12
Carta de Marco Aurelio a Frontón, su maestro, agradeciéndole las críticas (o “azotes”), ya que no sólo le enseñan a decir la verdad sino también a escucharla. (Y un texto de Pascal Quignard con una sabrosa cita del mismísimo Frontón.)
A mi maestro. He recibido dos cartas tuyas en este tiempo. En una de ellas me reconvenías y demostrabas que había redactado una máxima irreflexivamente, mientras que en la otra te empeñas con alabanzas en sostener mi esfuerzo. Sin embargo, te juro por mi salud, la de mi madre y la tuya misma que más alegría me nació en el alma con tu primera carta, y que mientras la leía exclamaba una y otra vez. «¡Feliz de mí!» «¿Tan feliz eres —dirá alguien— porque tienes a quien te enseñe a escribir una sentencia con más habilidad, más claridad, más brevedad, más elegancia?» No es por esto por lo que me siento feliz. ¿Por qué es, entonces? Porque aprendo de ti a decir la verdad. Esto, decir la verdad, es cosa del todo ardua para dioses y hombres. De hecho, ningún oráculo hay tan verídico que no tenga algo de ambiguo, indirecto y oscuro, de suerte que alguien poco avisado se vea enredado y, por pensar que se ha pronunciado según su intención, se percata de su engaño cuando la ocasión y el asunto han pasado. Pero esto es algo lucrativo y es costumbre excusar tales cosas como un error piadoso o una ligereza. Pero tus críticas o, más bien, tus azotes enseñan al punto el camino mismo sin engaño ni palabras falsas. De modo que debería estarte agradecido con que me hubieras enseñado tan sólo a decir la verdad, más todavía cuando me enseñas al mismo tiempo a escuchar la verdad. Que se te dé por tanto un doble pago, el cual tú harás por que no pueda satisfacer. Y si no quieres ningún pago, ¿de qué modo podré compensarte si no es con mi entrega? [...] Marco Aurelio, Pensamientos. Cartas. Testimonios Estudio preliminar, traducción y notas de F. Javier Campos Daroca Madrid: Editorial Tecnos, 20102 |
LA elección de las palabras consiste en optio y electio. El escritor es aquel que escoge su lenguaje y no es dominado por él. Es lo contrario del niño. No mendiga aquello que lo domina, trabaja en lo que lo libera. Su boca ya no es un mero sentir, sino un culto. Está cerca de los dioses que hablan. Minerva (orationis magistra), Mercurio (nuntiis praeditus), Apolo (auctor), Liber (cognitor) y los faunos (vaticinantium incitatores) son los amos de las palabras. Si studium philosophiae in rebus esset solis occupatum, minus mirarer quod tanto opere verba contemneres, le escribe Fronto a Marcus. (Si el estudio de la filosofía sólo se ocupara de las cosas, me sorprendería menos verte despreciar tanto las palabras.) Pero los filósofos hablan y en sus indagaciones olvidan la fuente de su oración, dejan a un costado del camino su materia, oscurecen y obstaculizan el impulso murmurante que subyace a su tardía especialización. La filosofía se apega a los entes y su investigación no toma en cuenta en su despliegue la retórica fundamental a la que divide y de la cual no es más que una rama. Las imágenes no dejan de surgir en el seno de las litterae mientras que el sermo de los filósofos se esfuerza por descartarlas. «Es como si al nadar (in natando) tomaras como modelo a la rana antes que al delfín (ranam potius quam delphinus aemulari). La filosofía no es más que un [sic] herrumbre (robignoso) en la espada (gladio). Es como si yo no fuera Frontón sino Séneca –no deja de repetir el rétor imperial– y como si tú no fueras Marco Aurelio sino Claudio Nerón. Es como si antes que la majestad del águila (aquila) prefirieras las cortas plumas de la codorniz (cotornicum pinnis breviculis). No prefieras la tregua antes que el combate. Combate con el lenguaje cuya hoja tienes que pulir día tras día para hacerla resplandecer.» Pascal Quignard, Retórica especulativa Traducción de Silvio Mattoni Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2006 |
Etiquetas: Citas, Frontón, Marco Aurelio, Quignard (Pascal)
14.2.12
Un poema de Juan Ramón Jiménez: “Colores, ideas”
El misterio de la vida es un misterio vivido día a día, un misterio cotidiano. Y tan misterioso como el morir es el vivir, aunque estemos tentados de creer que solo la muerte, con su velo de sombras, es misteriosa. Nos equivocamos sin remedio. La ceguera del alma a veces nos impide ver el misterio de los días, ese continuo maremágnum en el fluir del tiempo. Y otras veces, a fin de soslayar ese misterio, miramos a otro lado, para mejor no ver. Y, en efecto, nada vemos allí donde miramos. En este poema, tan sorprendente, Juan Ramón Jiménez roza, o así me lo parece, el corazón del misterio: el de la vida, el de la muerte, el de la poesía. Por entre sus palabras cabe vislumbrar nuestro no saber, nuestra rendición, nuestra derrota. Colores, ideas Los colores que saca la luz a los cuerpos, ¿Para qué estas ideas, para qué esos colores, JUAN RAMÓN JIMÉNEZ LÍRICA DE UNA ATLÁNTIDA: Una colina meridiana (1942-1950) Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1999 (Hay edición exenta en Huerga & Fierro Editores, colección Signos, 2003) |
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11.2.12
Los “Peces” de ¿Liu Ts’ai?
![]() Estos peces surcan los siglos. Ernst H. Gombrich afirma en su Historia del arte que pudo pintarlos el chino Liu Ts’ai, en el siglo XIV. ¿Son arcaicos? ¿Son modernos? ¿Son imperecederos? Con sus gráciles curvas, con su profunda sencillez, estos peces se burlan del paso del tiempo. Gracias a la observación paciente y a la devota entrega a tan nimio tema, ahí están los enigmáticos peces a los que un demiurgo pintor infundió vida. “Uno puede contemplar largo tiempo esta pintura sin aburrirse”, sostiene Gombrich. Y añade: “Es un experimento que vale la pena intentar.” Vale la pena, sin duda. |